HOMO POLÍTICUS/ Encuestas para derrotar

“El arte de la guerra se basa en el engaño”. Sun Tzu

JOSÉ CARLOS GONZÁLEZ BLANCO

En la contienda electoral, hay golpes bajos, trampas y campañas negras que abusan de la nobleza del elector.

Le hablaré de las encuestas que en esas disputas son utilizadas como estrategias de muy alto impacto en el ánimo de votante para incidir en su decisión; en unos, inocula en su ánimo un derrotismo anticipado que los desanima a votar y a otros los motiva en sentido inverso.

Son tramposas porque engañan y están impulsadas con dinero y perversión.

La que anticipan que Claudia arrasará y aplastará a Xóchitl, inoculan en el elector la idea de que haga lo que haga, su voto es inútil porque ya todo está decidido por las mayorías y de nada sirve votar contra ellas.

En realidad, Inducen a votar por Claudia abusando del instinto del votante de no querer quedar fuera de esa tendencia generalizada.

Pues sepa que esas encuestas le mienten, ni es cierto que hacen la encuesta, ni que Claudia ganará por esos márgenes, ni es casualidad que le insistan con esos resultados.

Se trata de un atentado a su ingenuidad e inteligencia.

En México, la encuesta, es de quien la paga y el precio es de muchísimo dinero, ninguna encuestadora trabaja gratis.

Cobran por su prestigio, mal habido, por publicar sus resultados en las primeras planas de los periódicos y por replicarlos en noticieros y redes sociales.

Cuesta fortunas repetir ese proceso tantas veces como se pueda, para confirmar su asertividad y se fije en el inconsciente del elector.

Es un montaje sin escrúpulos que prepara el ambiente para cualquiera de dos escenarios.

  • Ganar y legitimar el triunfo con toda estridencia, o…
  • Perder y desconocer el triunfo de la ganadora denunciando un gran fraude, aduciendo que el resultado es inverosímil por ser contrario a lo que, con toda veracidad, dijeron las encuestadoras.

Es decir, fabrica una coartada para ganar o arrebatar la elección si fuera necesario.

Para que se dé una idea de esa perversión, revisemos el ejemplo más reciente.

Casi todas esas encuestadoras, juraban por su madre que según su bolita de cristal ganaría Delfina con entre 20% y 40% de votos de diferencia sobre Alejandra.

Al final, sí ganó, pero por 8%; sólo se equivocaron por entre 12 y 32 puntos porcentuales; esas diferencias como margen de error son una inmensidad que exhibió su artificialidad.

En la realidad, durante las campañas, se hizo evidente la progresiva caída de Delfina y el correlativo crecimiento de Alejandra, ambos eran vertiginosos, tanto que 15 días más de campaña y gana Alejandra revirtiendo el resultado.

Por supuesto que ninguna encuestadora, salió a ofrecer disculpas ni a explicar sus desatinos.

Ninguna reconoció recibir montañas dinero por mentir e inocular el derrotismo en el electorado que, perdió anticipadamente por esas pervertidas encuestas, entre otras razones.

La autoridad electoral, a este respecto, no ha logrado estructurar una solución, se abstienen de regular esas prácticas desleales y con su silencio, encubren esos comportamientos indebidos.

Por cuanto hace a los ciudadanos, de manera inconsciente y de buena fe, asumimos que una encuesta hecha por expertos es un ejercicio científico, ético, sustentado en un modelo matemático que identifique las probabilidades reales de un resultado razonablemente predecible.

Así que, para meter el resultado en la cabeza y en el corazón al elector, basta que los encuestadores perversos, la muestren en gráficas vistosas y acompañen su fechoría con un buen rollo diciendo que las muestras son confiables porque derivan de un modelo matemático científica y rigurosamente elaborado para aportarles credibilidad.

Se trata de prácticas desleales, han llegado a excesos deleznables, propias de una delincuencia electoral sofisticada que se activa al mejor postor, cada tres años.

Ahora reflexionemos.

¿Quién las puede pagar?

Si todas dicen que gana la misma candidata, es obvio que las manda pagar quien impulsa el mismo interés y necesita invertirle.

Acertó, ¡Ese mero las paga!

Él y sus cómplices lo hacen por conducto de funcionarios públicos o del partido o de empresarios que pagan los contratos por asignación directa que les da el gobierno con que se llenan de dinero.

La manda pagar el que tiene el poder político y económico para pervertir las elecciones con estas trampas desleales.

Y lo hace, por cierto, con dinero nuestro o mal habido, actuando como lo haría un rey del cash para no dejar huellas.

Se preguntará, ¿Cómo nos vacunamos de las encuestas?

Lo primero es asumir convicción de que pueden ser actos de mala fe y eso nos obliga a desconfiar y no dejarnos engañar.

Lo segundo, es comprender que aún faltan las campañas abiertas, donde afloran los más intensos esfuerzos de los contendientes que desatarán sus pasiones confrontándose; eso reorientará las voluntades populares.

La medición de hoy no es la misma que refleja el sentir que tendremos el 2 de junio.

Si tiene curiosidad por darse una idea anticipada del resultado, le sugiero, haga su propia encuesta, consulte en sus diferentes círculos sin invadir el derecho al secreto de quién prefiera conservar su sigilo; pregunte directo, ¿Por quién votarás?

Se sorprenderá y verá que su propia encuesta, es más confiable, le dará un resultado distinto al que ostentan los sedicentes expertos vendedores de futuros.

Recuerde, las elecciones se ganan con votos reales, esos son los que si cuentan y configuran realidades.

Concluyo reconociendo que no todas las encuestadoras son así, también las hay éticas, a ellas, todo mi respeto y admiración.

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