HOMO POLÍTICUS/ Pejemanía hueca

“Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar, es un cobarde”. Sir Francis Bacon

JOSÉ CARLOS GONZÁLEZ BLANCO

¿Qué explica el fanatismo por el Peje?, parece un delirio colectivo hipnótico, una especie de hechicería.

¿Que hace que los hombres renuncien a su dignidad e inteligencia para sumirse en esa idolatría deliberadamente irracional ciega y sorda?

El fanatismo es una irresponsabilidad personal que se hace colectiva y consiste en abandonar la conciencia racional para dejarse arrollar en las ideologías que se imponen; se entiende como un apasionamiento, desmedido en la creencia y defensa de esa fe, con intransigencia, intolerancia, obstinación, exacerbación, así es como muchos, percibimos a los filopejistas.

Esa idolatría irreflexiva por el Peje, al ser una afición exagerada, y atípica, la denominaremos pejemanía y se impone analizar el tema, por los tiempos electorales y desentrañar si realmente es sólida o hueca.

Hagámoslo respondiendo algunas preguntas y verificando sus contenidos y sustentos.

¿Qué explica el fenómeno?

El mundo ya lo ha vivido en diferentes oportunidades y medidas, guardando las distancias, fue similar cuando Hitler, Mussolini, Castro, Chávez y por las mismas razones que aconteció con los Beatles, Bad Bunny, Taylor Swift, las selecciones de futbol, las deidades, los amores etc.

Cada ídolo, ha estado ahí, potenciando su imagen, justo cuando como colectividad, necesitamos creer en alguien.

Ese comportamiento se explica en nuestra necesidad emocional de creer en quien nos aporte tres elementos autovalor, sentido de pertenencia y de vida.

Sólo creyendo, llenamos esos vacíos emocionales; satisfacer esa necesidad, escapa de lo racional.

Se trata de un instinto ancestral de manada, que ha evolucionado conjuntamente con nuestras habilidades de imaginar y de no ser diferente a los demás miembros de nuestra comunidad.

Nos conduce instintivamente a seguir la tendencia del comportamiento colectivo, tal como hace una manada o parvada o cardumen, hay un impulso automático de imitación para no ser apestado en nuestra propia comunidad, de ahí que esa forma de ser se ve más nítidamente en segmentos sociales cohesionados vinculados a los mismos motivadores.

Esos delirios colectivos detonan cuando el líder es disruptivo y audaz; fue el caso del Peje.

¿Por qué nació?

Por ofrecer una expectativa que la colectividad percibió como viable.

La fe en otro se sustenta necesariamente en una expectativa; siempre esperamos algo del depositario de nuestra fe.

Si es a Dios, que nos salve, si es a un artista, que produzca, si es a nuestros padres que nos amen y procuren, si a una pareja, que se conduzca en función a nosotros etc.

El caso de la pejemanía, no es diferente, se posicionó automáticamente cuando coincidieron dos factores, complementarios entre sí.

El primero, un vacío generalizado de credibilidad en los políticos del momento.

El segundo, una nueva oferta que sustituyó la de los anteriores que decepcionaron.

La sociedad creyó en el Peje, bajo la expectativa de que tendría un comportamiento congruente con sus críticas y promesas que eran espléndidas, como abatir la corrupción, respetar a las leyes, la democracia, apoyo a los pobres y a las mejores causas de México, entre muchas otras.

En efecto, él estaba justo ahí, cuando se crearon vacíos de fe por la decepción social respecto de otros políticos que le precedieron en la presidencia que perdieron credibilidad.

¿Cuánto durará?

Su extinción, no será diferente a la de otros liderazgos subvencionados con campañas de marketing, todos los casos de fanatismo político, han sido efímeros, primero por razones biológicas, ninguno vive de más, pero principalmente porque la fe en políticos, siempre es temporal, no es eterna, ellos mismos suelen encargarse de defraudar a los más fieles.

Se extingue porque cambian las circunstancias que le dieron viabilidad y porque con sus hechos hacen públicas sus miserias e incapacidades personales, éste, también es el caso del Peje.

La realidad obliga a reprochar la incapacidad de los políticos para resolver nuestros problemas, hay un agotamiento natural de la figura idealizada y eso coexiste con la necesidad vital de renovarnos.

Esta necesidad de renovarnos está en nuestra idiosincrasia, es recogida por el orden constitucional, que impone la obligación ineludible de sustituir a los políticos al término de un periodo improrrogable.

Ciertamente, hay idolatrías más longevas que otras, pero todas son finitas, la adoración a los grandes líderes políticos murió con ellos porque dejaron de pagar el marketing y sólo le sobrevivieron tenuemente las corrientes políticas que fundaron.

¿Quiénes son los fanáticos del Peje?

En su gran mayoría, son segmentos de población de modesta condición económica, social e intelectual, influenciados ideológicamente por empatías con corrientes de izquierdas o por activistas más radicales, muchos con precedentes personales de resentimientos por marginación social, cultural y económica que se mantienen apáticos y cómodos bajo la hipnosis del marketing institucional; también hay un grupo muy numeroso de receptores de dinero beneficiarios de programas sociales, sumidos en la pobreza que sobreviven con esos apoyos, muchos de ellos entienden que de la elección depende continuar recibiendo dinero.

Ambos grupos, ciertamente son muy abundantes, pero son mucho menos de los inventados en las encuestas patrocinadas a modo, su peso electoral aún es indescifrable; pero se irán decantando con mayor claridad durante las campañas.

El pejismo pondrá a prueba la cercanía de sus bases cuando las fanaticadas confronten su realidad personal con las campañas de llamado a la conciencia que tendrán como objetivo principal conducirlos a la reflexión exactamente de eso, de su realidad personal y sus futuros.

¿Qué sostiene ese fanatismo?

Se sustenta sólo en dos pilares, el primero, en los enormes vacíos que dejaron otros liderazgos y el segundo, en una abrumadora propaganda invasiva de culto a la personalidad, muy parecida a las que usaron los grandes dictadores y líderes religiosos; en el caso del Peje, con mañaneras, noticieros, memes, prensa, radio, televisión, tick toks, entrevistas, activistas, articulistas, influencers, ciervos de la nación, sus voceros etc.

Hay todo un sistema de marketing maquinado y pagado desde el Estado, para posicionarlo como paladín de los pobres, luchador contra los ricos y regalador de dinero, cada mexicano, en todos lados, hasta en nuestras alcobas, hablamos del Peje.

Esta locura publicitaria se magnificará en la campaña hasta el hartazgo y será contraproducente para el pejismo, así funcionamos por estas tierras.

Son los dos únicos pilares y como explicaré en breve, ambos agotados.

Claro que, en casi 80 millones de electores, hay el mismo número de formas de pensar, pero, a la luz del sentido común y la particular idiosincrasia de nuestro México, en este universo pueden interpretarse varios principios relevantes que le ayudarán a formarse una opinión de ¿Cómo andan las cosas?

Bajo las anteriores consideraciones, afirmo que la pejemanía es hueca y se extinguirá en el 2024 por las siguientes razones.

  • Si tuviera las mayorías que presume, no pagaría tantas encuestas disparatadas como publica en las primeras planas y presume en mañaneras y en redes electrónicas; las paga para construir un derrotismo de las fuerzas que lo detestan.

Tampoco mantendría la abrumadora e insultante campaña de marketing que opera desde el estado que es hartante por excesiva.

Nadie que tenga la confianza de las mayorías necesita de esos mecanismos mañosos para mantenerse posicionado.

  • El Peje, dejó de emocionar, Ya no es el «rock-star» que tomaba las tribunas e incendiaba a las masas enardeciéndolas, hoy está desgastado, ya se instaló en la rutina, ya nos acostumbró a él, aburre, se ha vuelto un tipo que balbucea en público y vive de ocurrencias vacías.

Hoy asumió el rol de un pazguato, incapaz de articular una idea con lucidez, su exposición en las mañaneras se ha vuelto un carrusel de ridiculeces que lo exhiben en sus miserias, el punto central es que ya no emociona, ¡Nadie puede sentirse lidereado por un sujeto así!

  • El Peje dejó de satisfacer las expectativas que lo mantuvieron vigente porque decepcionó como gobernante y como líder carismático.

Difícilmente puede conservar la fe de quienes reciben dinero bajo la inducida idea de que es él quién se los da, ya que recibirlo, es un acto de conveniencia personal que no implica fe en él, mucho menos entrega personal.

  • Dejó de ser políticamente útil, en el mediano y largo plazo, sólo lo será hasta el día que se declare a su sustituta y eso pasará prácticamente en unos meses, mucho antes de que termine su periodo.

Intentó la reelección y no pudo, su ciclo es finito y se extingue formalmente el 1 de octubre 2024, él tiene que bajarse de la silla, a fuerza, a partir de que se declare su sucesora, le estorbará a ésta quien quiera que sea y al propio partido Morena; él debe esfumarse.

Si pretendiera seguir tratando de dominar a Morena o a su sustituta o al ejército, se quedará hablando sólo a su «espejito, espejito».

  • La pejemanía es pro peje, no pro Claudia, él no es candidato, no es Claudia, los afectos emocionales no son transferibles.

Claudia sola no ganaría absolutamente nada, nunca, su único activo es la pejemanía que está en crisis y en proceso de extinción.

La única apuesta de Morena no es Claudia, es el fanatismo por el Peje.

  • Perdió mucho del apoyo que tuvo en el 2018, entre esas pérdidas, están grandes segmentos de las clases medias, acomodadas, empresarios, la sociedad crítica la de quienes resienten la violencia, la inseguridad y el de las familias con enfermos que no tienen opciones en el Estado.
  • El Peje, no evolucionó, él involucionó, sólo se ve así mismo, nadie puede seguir queriendo a un político que sólo ve a su espejo y se ciega ante la realidad.

Su grave error es su excesiva egolatría, creer que él es la figura insustituible super amada e imponer a su candidata la instrucción de que se mimetizara con él como clon, en una oferta de más de lo mismo, un segundo piso a sus aberraciones, como si éstas fueran apreciadas por la sociedad que vota.

En México, nos caen muy mal los presumidos vanidosos.

  • Ya no es querido ni respetado por quienes lo apoyaron, tiene demasiados enemigos, empezando por él mismo que es su propio detractor.

En su círculo cercano lo desprecian por tirano, traicionero, mendaz, enfrenta las consecuencias de su propios actos y modo de hacer política imponiendo obediencias conveniencieras; inexorablemente, se impondrá la máxima política en las sucesiones de liderazgos, «muerto el rey, viva el rey.».

  • Ya hay otros liderazgos más frescos, disruptivos y atrayentes que sí emocionan y ofrecen opciones atractivas, que encarnan mejor los discursos de apoyo a los pobres, los programas sociales y la solidaridad social.

Se trata de nuevas opciones que llenan esos vacíos que ocupó y dejó el Peje, surgieron de manera espontánea y fueron instantáneamente postulados por la sociedad civil y sus opositores.

En efecto, personalidades como Xóchitl Gálvez, Santiago Taboada, Alejandra del Moral, Enrique Alfaro, ocupan ahora posiciones de fe en las preferencias políticas que disputarán su lugar en la arena política.

El Peje no los vio venir y sorprendieron a todos porque conectan emocionalmente con el pueblo y personifican mejor las causas que reclaman los mexicanos.

  • En el umbral de la elección, hay millones de agraviados, principalmente los pobres que juró sacar de la pobreza y siguen siendo comunidades marginales que le creyeron, que fueron usados y siguen siéndolo bajo la esperanza de recibir dádivas.

Éstos votan y tienen motivos para estar resentidos contra él.

  • El gobierno pejista es un fracaso en casi todo, es extraordinariamente mediocre y corrupto, no resolvió casi nada, y descompuso casi todo, decepcionó por frívolo, por inepto, por mentiroso y eso rompió su credibilidad, es inminente que sufrirá el voto de castigo en una magnitud análoga a la que sufrió el peñismo que le antecedió.

El Peje, acumula montañas de reproches sociales vinculados a su escandalosa corrupción, a la certeza generalizada de que apoya a los cárteles criminales, él ya no se atreve a salir a la calle, el mentadero de madres espontáneo y grosero que recibe en cada plaza, es insufrible y vergonzoso, sólo acude a escenarios de accesos controlados.

Este, es un indicador muy relevante de la inminente extinción del pejismo.

  • La sociedad, no le perdona al Peje la violencia descarada, su ataque a los organismos autónomos en una obsesión personal de poder omnímodo, la tomada de pelo de que combatiría a la corrupción y perseguiría a los expresidentes, la cotorreada con el avión, la corrupción de sus hijos, los contratos a sus cuates y a los de sus hijos, la militarización de casi todo, la destrucción del aeropuerto de Texcoco , la obsesión de un aeropuerto que casi nadie usa ni quiere, la refinería que no refina, el tren que no sirve, la destrucción de selvas y santuarios, el saqueo de todos los fondos públicos, el abandono a Acapulco y sus habitantes, a los campesinos que padecen sequías, a los niños y mujeres con cáncer, la catástrofe en el sistema de salud, el entreguismo a Cuba y aliados ni su protagonismo.

Los agravios a la sociedad por los fracasos del pejismo, son muchos, es un gobierno reprobado y manchado con sangre por la pérdida de más de un millón de vidas que no debieron perderse, que dejaron viudas, huérfanos, hermanos y padres dolidos que votarán en junio de este año.

  • En Morena se desbocó el canibalismo intrapartidario, están gravemente fracturados, hay muchos más resentidos de los que se puedan contar, no le perdonan al Peje sus traiciones y protagonismo ególatra ni que sea partido de un solo hombre, él por supuesto fue quién dedeó las candidaturas y no le cumplió a sus incondicionales.

Morena lleva en su ADN el gen de su autodestrucción, así son, pendencieros, traicioneros, mediocres (No muy diferentes a los dirigentes de otros partidos) y se llevarán al Peje y a Morena de corbata, tal como aquellos dirigentes de otros partidos se han llevado a sus partidos y candidatos por delante.

En conclusión

Todos los fanatismos son incompatibles con la razón, se derrumban con información objetiva, clara, verificable, con la cruda realidad, ningún político es eterno, menos sin su campaña propagandística sustentada en falacias; los pueblos suelen reaccionar y corregir cuando se trata de su futuro.

La crispación social a que ha sido inducida la sociedad, es nefasta, todo México está inconforme por haber perdido la paz y su manera de vivir y por tener al Peje incrustado a fuerzas, hasta en la sopa.

La pejemanía se extinguirá por estar casi agotada y artificialmente sostenida, es hueca, sólo pervive por una exacerbada campaña de marketing que difícilmente se mantendrá frente al activismo de todos los que exhiban la realidad y la muestren a sus fanáticos.

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