VIDA Y LECTURA/ Juana de Castilla y su cuestionada locura

MARCELA ETERNOD ARÁMBURU (SemMéxico, Aguascalientes). Begoña Mantilla en un pequeño ensayo sobre Juana de Castilla, etiquetada posteriormente por la historia con base en lo que escribieron sobre ella los celosos e insidiosos consejeros de su esposo, Felipe de Austria, duda de la insania de quien pasó a la historia como “Juana la loca”. En “El mito de la Reina Juana: ¿la Loca?” Mantilla plantea la posibilidad de que Juana, heredera de la corona de Castilla no estuviera loca, sino que fuera el blanco de un conjunto de intrigas palaciegas elaboradas por su ambicioso esposo, por su padre a la muerte de su madre, la poderosa e implacable reina de Castilla, Isabel la Católica; y por su hijo Carlos I de España y V de Alemania.

Mantilla construye varios argumentos para poner en duda la locura de Juana de Castilla. Primero, en la época, cualquiera que no siguiera las rígidas normas sociales reguladas básicamente por la inflexible pero hipócrita iglesia católica, podía ser tachado de loco o de endemoniado. Segundo, en el siglo XV no había un cuerpo epistemológico para diagnosticar la amplia gama de trastornos psiquiátricos y con frecuencia la rebeldía y la desobediencia, sobre todo a los padres o al esposo, eran consideradas como serias fracturas del carácter, como locura. Tercero, dos personajes se negaron desde un inicio a que Juana gobernara, su esposo, el pequeño Duque de Borgoña que esperaba de ella obediencia, lealtad y adoración; y su padre Fernando, rey de Aragón, que se negaba a que heredara el enorme poder de Castilla. Cuarto, la desaparición del archivo de Tordesillas, donde estuvo recluida Juana por 46 años, apunta a una cuidadosa e intencional destrucción para borrar la evidencia de su salud mental, si sus escritos fueran los de una loca, los beneficiados de entonces tendrían la prueba contundente de su insania.

Quinientos años después, hay un debate entre historiadoras, historiadores, psiquiatras y especialistas sobre la locura de Juana y su encierro por medio siglo, sin que nunca la inhabilitaran las Cortes españolas como reina. Este hecho apunta a un pacto político con su padre, en favor de su hijo Carlos, quien finalmente heredaría todo. Los archivos completos disponibles en la actualidad fueron revisados nuevamente, todo lo que se había escrito sobre este personaje se sometió a una nueva interpretación y contextualización histórica. La constatación de cartas, peticiones e informes, así como la relectura de biografías, testimonios y evidencia colateral, tratando de recopilar la mayor información posible sobre su comportamiento, permiten elaboran la teoría de su sensatez, contraponiéndola a sus documentados arrebatos, con simpleza clasificándola de loca.

En el recuento que hace Mantilla de los y las autoras que han escrito sobre Juana de Castilla, solo un texto evita el apelativo de loca y éste lo escribió, ya en el siglo XXI, la historiadora norteamericana radicada en Sevilla, Bethany Aram: “La reina Juana: gobierno, piedad y dinastía”. Aram cuenta que durante diez años se dedicó a revisar todo lo que se había escrito sobre la reina presa: biografías, documentos, manuscritos, legajos, intercambios epistolares de terceros que a ella aludían y múltiples referencias que daban pistas sobre su comportamiento, llegando a la conclusión de que Juana fue obligada a la reclusión por los hombres más cercanos a ella: su esposo, su temible padre y años después su primer hijo, quienes establecieron un pacto para que ella jamás reinara en Castilla, no heredara Aragón y cediera sus derechos a su primogénito, quien cuidaría de sus hermanos y hermanas, haciendo que fueran, todos, reyes y reinas.

Volviendo al ensayo de Matilla, destaca el esfuerzo por contextualizar a las mujeres en la alta edad media donde “una casta de hombres, logra imponer la imagen que se hace sobre las mujeres y transmite, claramente, que rehúsa hacer sociedad con ellas… Es difícil saber porque los hombres de Iglesia dedicaron tanto esfuerzo durante tres siglos, a la pedagogía de las mujeres, a su dominio y sumisión…”, pero la evidencia del control eclesiástico sobre las mujeres es, prácticamente, ilimitada. Además, la autora aborda el tema de la sexualidad de las mujeres y sus obligaciones conyugales en el siglo XV: obediencia, humildad, respeto al marido y una fidelidad incuestionable, destacando que Juana esperaba recibir lo mismo que daba. Sin embargo, al igual que su madre, no solo no estaba conforme con lo que a ella se exigía y a Felipe se le dispensaba, era presa de celosos arrebatos ante las constantes, numerosas y nada discretas aventuras de Felipe.

Otro hecho notable que aborda Matilla, insólito para la época, es que Juana evitó por varios años volver a casarse, a pesar de las muchas presiones de su padre porque lo hiciera (hay quien sostiene que el peregrinar con el cadáver de Felipe por todas partes, fue su estrategia para evitar que Fernando, su padre, la casara). De haberlo hecho, sus descendientes habrían perdido sus derechos dinásticos. Hay que recordar que fueron las impredecibles muertes de sus hermanos, Juan e Isabel, al igual que la muerte del hijo de Isabel, las que colocaron la corona sobre los hombros de Juana. Si ella se hubiese vuelto a casar, su padre hubiese quedado como regente de Castilla y los problemas sucesorios se complicarían porque en el testamento de Isabel la Católica se prohibía que un extranjero gobernara el reino, pero un hermanastro de Juana, hijo de Fernando y de una segunda esposa, si podría heredar. Enredos de las monarquías medievales.

En suma, se trata de un ensayo interesante que lleva a una biografía sólida y novedosa, escrita con una clara perspectiva de género, sobre un personaje que pudo ser la reina de uno de los más grandes imperios y que terminó siendo catalogada de loca, con únicamente pequeñas referencias a su locura, elaboradas muchísimos años después por historiadores/as desganados. El ensayo de Matilla apunta a la necesidad de revisar con otros lentes, métodos y marcos analíticos lo que la historia contó, a poner en duda lo que sabemos o creemos saber, a explorar desde otros ángulos, a buscar otras interpretaciones y a cuestionar no solo la narrativa, sino a los historiadores mismos, validando la veracidad de sus afirmaciones y contrastando sus fuentes.

La biografía “La reina Juana: gobierno, piedad y dinastía” de Bethany Aram, publicada en español en 2016, es un perfecto complemento del ensayo de Begoña Matilla y, si se quiere leer algo más ligero, que comparte parte de las ideas de Aram y Matilla, hay una novela de la escritora nicaragüense (acaba de ser despojada de su nacionalidad), Gioconda Belli: “El pergamino de la seducción” donde dos personajes setenteros, se metamorfosean en Juana y Felipe y narran su historia.

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