VIDA Y LECTURA/ Medea en otras voces

MARCELA ETERNOD ARÁMBURU

SemMéxico, Aguascalientes. En el inmenso universo de la ignorancia, colectiva o individual, siempre llama la atención encontrar algún hallazgo que obligue a repensar esas perversas certezas que impiden una nueva conversación y que dan por verdadera solo una versión. Por ello, son tan importantes las revisiones, las reinterpretaciones y las deconstrucciones. En pocas palabras, la duda, los cuestionamientos y el conocimiento del estado del arte sobre cualquier tema es lo que permite una comprensión más amplia de aquello que nos preocupa.

Este es el caso del impactante mito de Medea, quien ha inspirado grandes obras dentro de la literatura, la música y la pintura. Como todo mito, la historia de Medea se alimenta de numerosas fuentes y se transmitió —durante siglos— por medio de la tradición oral. Tradición que se caracteriza porque cada narrador añade o elimina lo que según su leal saber y entender conviene a la narración y a la audiencia que la escucha.

Sin embargo, gracias al registro escrito, se pueden rastrear las primeras referencias de autores reconocidos, que recogen el mito. Así, el famosísimo Hesíodo (ocho siglos antes de Cristo) en su “Teogonía” menciona a Medea y a Jasón, el argonauta que se la robó. Eumelo, en su “Corinthiaca” (narración épica de la historia de Corintio), cuenta la historia de Medea y Jasón, más o menos en la misma época que lo hizo Hesíodo, resaltando que sus hijos murieron en un ritual para alcanzar la inmortalidad.

Trescientos años después, ya entrado el siglo V antes de Cristo, Eurípides escribiría su Medea, una tragedia griega por excelencia, donde la protagonista es una furia salvaje y despiadada que asesina arrebatada, primero, por la pasión y, más tarde, por los celos y sus deseos de venganza, que aniquilarán todo lo que es valioso para el traidor de Jasón, condenándolo a vivir para rumiar sus desventuras.

El hallazgo fue leer una notita de Paco Álvarez (filólogo de la Universidad de Sevilla) donde afirma que fueron los corintios quienes le pagaron a Eurípides para que culpara a Medea de todo, exonerando a Corintio de sus muchos crímenes. En palabras del filólogo: “Según Pausanias, no fue Medea la que mató a sus hijos, sino que fueron los corintios y luego le endosaron el crimen a Medea. Y por si eso fuera poco, dicen Parmenisco y Eliano que, al cabo de los siglos, los corintios habrían sobornado a Eurípides para que difundiera … la falsa narración de que había sido Medea la asesina de sus propios hijos.”

Las interrogantes estaban sobre la mesa. ¿Por qué las fuentes antes de Eurípides cuentan otras historias? ¿El pecado de Medea era ser independiente, franca y libre en Corintio, no acatando sus usos y costumbres, ni aceptando el papel subordinado de la mujer griega? Había, pues, que releer la “Medea” de Eurípides que es la fuente de donde se desprenden casi todas las otras versiones, para luego buscar quién ha deconstruido estas versiones.

Las nuevas versiones y los análisis sobre el mito de Medea son abundantes desde finales de los años ochenta. En “Medeas: versiones de un mito desde Grecia hasta hoy”, libro coordinado por Aurora López López y Andrés Pociña Pérez, publicado en 2002, se encuentra una selección de ensayos. Entre ellos, el artículo de María del Carmen Cabrero, “Las “voces» de la «Medea» de Christa Wolf”, llevan de la mano a la espléndida novela de Wolf y a una reinterpretación de la historia deliciosa y altamente recomendable.

La Medea de Wolf es una mujer segura de sí misma, fuerte, sabia, talentosa, racional, realista y acostumbrada a enfrentar la adversidad desde muy joven. El Jasón de Wolf es de naturaleza volátil, manipulador, ambicioso, limitado, cobarde, marrullero y llorón, aunque atractivo, tanto para mujeres como para hombres. El contexto donde se desatan los acontecimientos es Corintio, ciudad griega gobernada por un tirano que sacrificó a su primogénita para afianzarse en el poder, enfermando con ello gravemente a su segunda hija y enloqueciendo de dolor a su esposa.

En la novela de Wolf está presente la Medea de los textos clásicos previos a Eurípides y se rescatan las tradiciones matrilineales de la Cólquide, lugar de nacimiento de Medea; tradiciones educativas, sociales y políticas que daban a las mujeres libertad, presencia y autonomía de las que carecían en el universo griego. En su tierra natal, Medea era sacerdotisa de Hécate, aprendió el arte de las plantas para sanar y sabía leer las intenciones de las personas. Además, tenía orígenes divinos, era nieta del dios Helios y sobrina de Circe, la gran maga.

Christa Wolf presenta once monólogos para contar la historia renovada de Medea. Once monólogos que integran una polifonía de voces narrativas que se centran en mostrar su inocencia y las motivaciones que mueven a los que la traicionan, temen y condenan al destierro. De los once monólogos, cuatro le corresponden a Medea que abre, entrelaza y cierra la novela; dos a Jasón que se disculpa y engaña a sí mismo y, de paso, a los demás; dos a Leucón que da contexto y fuerza a la novela al reflexionar sobre lo que ocurre; uno a Acamante, primer astrónomo del rey, gran difamador y enemigo de la extranjera; y uno a la débil y desdichada Glauce, hija del rey Creonte. Wolf construye además personajes secundarios relevantes para mejor hilvanar la historia y romper con los núcleos del relato eurípidiano: la madre de Medea, la nodriza confidente o el equilibrado amante de Medea, entre otros.

El sustrato histórico es el mismo: Jasón llega a la Cólquide, lugar de origen de Medea, a bordo del “Argos”. Medea, inconforme y desdichada, le brinda su ayuda para hacerse con el Vellocino de Oro a cambio de que la lleve con él a su regreso a Yolcos. La huida de ambos con el botín para reclamar el trono del que Jasón ha sido despojado por su tío Pelias, el usurpador: La muerte de Pelias asesinado por sus propias hijas, convencidas por Medea de que lo rejuvenecerían, los obliga a huir a Corintio, donde los acoge Creonte. Medea, al principio, impresiona y sorprende por ser extranjera y comportarse de manera diferente. Pero, más tarde, aterra a los corintios por la misma razón.

En “Medea”, Wolf pone de manifiesto que los antiguos mitos (ocurre lo mismo con los modernos) son relatos de corte masculino, donde si bien les va a las mujeres, éstas no aparecen más que en papeles serviles o secundarios; y si aparecen se les aleja de los aspectos trascendentes o vitales; y si insisten en marcar su presencia se convierten en un peligro para todos los demás o en las depositarias de los odios más enconados y arcaicos. El gran mérito de Wolf consiste en presentar a una Medea sabia, sensata, independiente, libre, autónoma y consciente, muy superior en conocimientos, fortaleza, valor y templanza a todos aquellos que la traicionan, desprestigian y denuestan porque le temen.

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