PARA CONTAR/ Varón, comparsa de la presidencial

ARTURO ZÁRATE VITE

El papel de comparsa por muchos años lo hicieron las mujeres que compitieron por la presidencia de la República. Nadie les daba posibilidades de ganar, ni siquiera a Josefina Vázquez Mota quien participó cuando su partido Acción Nacional estaba en el poder.

Su actuación siempre fue secundaria, algunas veces señaladas de que eran utilizadas para restarle votos a uno de los contendientes o para dar la imagen de apertura hacia las mujeres.

Hoy es distinto, la comparsa es varón, las protagonistas son Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez. Entre ellas está la próxima presidenta de México. Representan a las principales fuerzas políticas del país, aunque dichas organizaciones, en menor o mayor grado, traen desgaste de su pasado, convertido en lastre para sus aspiraciones.

El hombre no tiene ninguna posibilidad de ganar la elección presidencial. Muy lejos de ser el mejor candidato de su partido. Entró de emergente, no estaba en los “grandes” planes de Movimiento Ciudadano. Los nombres de Marcelo Ebrard, Luis Donaldo Colosio, Enrique Alfaro y Samuel García se quedaron en el camino.

Marcelo coqueteó y animó esa opción como estrategia personal, aunque de antemano era sabido que en su ánimo tenía más peso su relación y amistad con el presidente Andrés Manuel López Obrador, así que por ningún motivo lo iba a traicionar o cambiar de camiseta.

Luis Donaldo Colosio Riojas se convenció de que no era su momento, de que le falta experiencia. En la primera oportunidad declinó y se apuntó para el 2030. No creyó que su apellido era suficiente para convertirse en candidato a la presidencia.

El gobernador de Jalisco Enrique Alfaro también se desmarcó. Prefirió quedarse a terminar su periodo y ayudar a que su partido conserve el poder en su estado, uno de los dos bastiones con que cuenta MC.

Ante los descartes, levantó la mano el gobernador de Nuevo León Samuel García, quien al principio se replegó. Cuando decidió participar, los adversarios en su estado ya le tenían la trampa para investigar su administración a través del mandatario sustituto. Resolvió de inmediato que lo mejor era no dejar el cargo y dio marcha atrás a la solicitud de licencia.

De esa manera se le acabaron las cartas al dirigente nacional Dante Delgado. Pensó en que él podía ser candidato. Presumió que sus encuestas lo ubicaban entre los primeros lugares. Encuestas que nunca dio a conocer y mucho menos dio el nombre de la empresa que las hizo.

No le quedó más remedio que improvisar. Sus cacareos de que tendría el mejor programa de gobierno y el mejor candidato se esfumaron como el humo del cigarro, en el aire.

Ni plan de gobierno maravilloso ni candidato exitoso. Nominó al diputado Jorge Álvarez Máynez.

Su principal cargo en el servicio público ha sido el de legislador federal.

Fue coordinador del grupo parlamentario. Demostró poca pericia para lograr que a su partido se le respetara el lugar al que tenía derecho en la Comisión Permanente del Congreso de la Unión.

En vez de concentrarse y plantear propuestas sobre los principales problemas del país, la campaña se ha distorsionado por su “destape” en un brindis cervecero con su compadre Samuel García, por la asistencia a estadios deportivos, spots con gritos de “goool”, anuncios de sorpresas que nunca llegan y comentarios fuera de lugar, oportunistas y sin soporte.

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