PALABRAS MÁS/ Se presume fantasioso

Justamente la falta de sentido de la vida

obliga al hombre a crear su propio sentido

Stanley Kubrick

ARTURO SUÁREZ RAMÍREZ/ @arturosuarez

Cuando una persona se evade de la realidad o se crea escenarios que solo él puede ver se le puede calificar de fantasioso, ese es un problema que tiene López Obrador desde que inició su carrera política, el asunto es que desde ahí ha logrado construir su llegada a la jefatura de Gobierno, las tres campañas a la presidencia y su arribo a la Presidencia de la República en el 2018, así como muchas de las ideas que presenta todas las mañanas que rayan en ocurrencias, mentiras y verdades a medias para luego victimizarse, claro que eso le da resultado en un sector de la población, sus fanáticos, sus medios y “comunicadores” le hacen segunda.

Luego de la elección del 2006 en la que le ganó Felipe Calderón, López Obrador se dijo víctima de un fraude y quiso que le contaran “voto por voto” pero las reglas del juego eran diferentes, de inmediato sacó a su gente a las calles y se instaló un plantón en Paseo de la Reforma y afuera de las instalaciones del IFE y del TRIFE, nombró a Calderón como “espurio” pero las pruebas de aquel fraude se limitaron a dichos, a unas cajas con papeles pero nada contundente, simplemente perdió por un margen mínimo pero perdió.

En aquellos entonces Marcelo Ebrard llegó al gobierno de la Ciudad de México y desde ahí patrocinó una de las peores ocurrencias de Andrés Manuel López Obrador, se nombró por aclamación en el Zócalo de la Ciudad de México como “presidente legítimo” y a un gabinete que nunca se supo que iban a realizar. En aquella campaña lo habían acompañado varios intelectuales que al ver aquella decisión terminaron por dejarlo solo. Eso sirvió para que López hiciera campaña por seis años más ya que los funcionarios de la capital, diputados y senadores tenían que entrarle con un porcentaje de su dieta para patrocinar al Pejelagarto y su movimiento, así como hemos visto a sus hermanos recibir dinero en sobres amarillos.

Luego en el 2012 cuando bajó a Marcelo Ebrard de la candidatura se enfrentó a Enrique Peña Nieto que lo atropelló porque lo habían construido con la fuerza de las televisoras y López se dijo en medio de un cerco informativo que nunca ha podido demostrar, en aquella ocasión señaló ser víctima de fraude, y tampoco entregó pruebas contundentes que echaran por tierra a la votación, eso contribuyó para decir que se trató de una elección de Estado, que la mafia del poder operó para cerrarle el paso, pero no hubo evidencia, de nuevo solo dichos.

Así llegó a la presidencia en el 2018, su desempeño ya lo hemos visto y falta un año para que se termine la gestión con uno de los peores mandatarios. Ahora acepta que ha estado metido en la política más que en el ejercicio de gobernar, que era líder de un movimiento, con la elección de Claudia Sheinbaum le ha pasado la estafeta y ahora sí gobernará el último tramo de su administración.

Pero aquella transferencia de estafeta no pudo ser solamente de palabra, no, al presidente le gusta la fantasía y sumido en ello se aventó la narrativa de entregar un bastón de mando para Claudia Sheinbaum, una especie de transferencia de poder, simbólica, pero transferencia de poder antes de un proceso electoral como lo manda la Constitución, todo para que se entienda que la elegida es ella y cuenta con todo el respaldo de López Obrador y sus súbditos que lo rodeaban en aquel acto a un costado del Templo Mayor, a donde incluso después de eso fueron a dicho lugar a tomarse la foto del recuerdo.

Así ha sido este gobierno de ocurrencias, simpático, pero resultados de gobernar muy pocos, todavía nos falta por ver cosas peores. Como decía Vicente Fox, “yo puedo decir cualquier cosa, ya me voy”, así el presidente… pero mejor ahí la dejamos.

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Hasta la próxima.

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