HOMO POLÍTICUS/ El valor de la seguridad pública

El primer deber del gobierno y la mayor obligación es la seguridad pública. Arnold Schwarzenegger

JOSÉ CARLOS GONZÁLEZ BLANCO

Sin seguridad pública, no hay libertad, ni desarrollo, ni paz y para muchos, ni siquiera vida, rige la ley de la selva y manda el más gandalla, la más alta responsabilidad del estado, es garantizar la seguridad pública, justo para hacer posible la vida en paz libertad y con opciones de desarrollo.

Un estado fallido es aquel que fracasa en este tema; es el innegable caso de México cuyos números sobre inseguridad, son de terror en cuanto a muertes violentas, fosas clandestinas, desaparecidos, activos humanos sirviéndole a grupos criminales, atracos en carreteras, cárteles co gobernando y cobrando impuestos en grandes zonas del país, narco gobernantes en todos los niveles, empezando por el presidente, etc.

La proliferación del delito responde a la ausencia de gobierno, a la colusión de este en prácticas ilícitas o a su debilidad frente a fuerzas a las que les teme o se subordina; en nuestro país, acontecen las tres hipótesis y eso nos ofrece un escenario dantesco con una proliferación de cárteles y violencia rampante que se atreve a exhibir al estado como idiota difundiendo videos de descuartizados, homicidios, camiones quemados, golpizas  extorsiones y amenazas abiertas, públicas, cínicas, ante la contemplación del gobierno que pregona abrazos y ha sido exhibido como socio de algunos cárteles.

Si lo duda, échele un vistazo al estado de Guerrero y su emblemático Acapulco y veamos en ese espejo en lo que podría convertirse México si le ponemos un segundo piso a este estado fallido.

Antaño fue un destino turístico de clase mundial, los adultos mayores lo conocimos como una joya turística hermosa, plena de visitas internacionales que acudían con gusto derramando dólares, en sus calles se podía pasear las 24 horas, con plenitud de alegría y seguridad.

Pero, cayó en manos de criminales tolerados por el gobierno, ahí conviven los Salgado Macedonio gobernando con los ardillos, los rebeldes en la sierra, los Guerreros unidos, los Caballeros Templarios, los Tequileros entre otros cárteles que generan tragedias como la masacre de Ayotzinapa o el ataque a las turistas españolas, el saldo hoy es la hambruna, desolación, hoteles vacíos, sin turismo internacional, no hay dinero y las empresas están depredadas por la extorsión, es decir, el estado idiotizado y dominado por criminales impunes asociados con el narcomorenismo,

¿Qué hacer?

Lo que a Usted y a mi nos toca, es votar por una opción que no ofrezca la continuidad de su fracaso y exigir que el gobierno no esté asociado con cárteles y se aplique a hacer su tarea, piense que, sin seguridad, deviene el caos profundo, el dolor y pobreza.

Quién gane la elección, le corresponde recuperar para el estado, el monopolio de la fuerza y ejercerlo con apego a las mejores prácticas, pero tomando en cuenta las lecciones de nuestra historia y las recientes del mundo.

México, ya ha padecido estos niveles de violencia y los resolvió con una política de brutalidad aplicada en sentido inverso al poder de los delincuentes, lo hizo mediante la fórmula ¡Mátenlos en caliente!, barbarismo que por su entidad, es incompatible con los derechos humanos pero ya probó su eficiencia en la política criminal.

El primero aconteció cuando Porfirio Díaz tomó el poder en 1877, Implantó la medida como monopolio de la brutalidad y le duró para imponer su lema «Orden y Progreso», lo logró, inhibió todas las expresiones  criminales y así fue como México logró su industrialización y un boom económico, aunque ciertamente, a costa de rezagos sociales, pero con paz pública, él mismo reconoció que quedó a deber al pueblo una mejor justicia social, pero se justificaba diciendo algo muy cierto, sin seguridad pública, no habría ninguna posibilidad de justicia social, tenía que ser primero.

El segundo, cuando Plutarco Elías Calles, aplicó la medida luego de una destructiva sucesión de traiciones vinculadas a la revolución y se había detonado el caos con salteadores de caminos por todos lados, el delito ya era algo habitual en todo el país, su paz social y nos duró los 70 años del maximato priísta que, si bien logró una seguridad pública razonable, también quedó a deber justicia social.

Desde luego, la brutalidad del mátenlos en caliente es una ruta extrema que difícilmente sería respaldada por la sociedad, empero, hay casos de que, sin llegar a estas fórmulas de exterminio, han logrado éxito reciente, y eso lo debemos apreciar.

Bukele, en el Salvador, encumbró su popularidad cuando rompió las reglas y encerró a las pandillas criminales imponiendo la fuerza del estado y cuándo mostró su disposición a detonar mayor brutalidad si era necesario, el resultado, es que mejoró las condiciones de vida de su pueblo y arrolló en las elecciones.

Rudolph Giuliani, se convirtió en héroe nacional luego de implantar el principio de cero tolerancia en Nueva York, donde fue muy exitoso.

Estas experiencias, deben decirle algo a los candidatos que ofrecen combatir la violencia y a nosotros como electores, lo primero es que sí se puede, ahora veamos con quién.

Por una parte, Claudia, nos pretende convencer presumiendo haber bajado el homicidio doloso a 2.4 homicidios al día con una política de abrazos y convivencia con cárteles en una ciudad, donde operan 40 de estos grupos criminales, los principales, la Unión Tepito, el de Tláhuac, el Jalisco Nueva Generación, los Rodolfos, los Lenin Canchola, etc. todo un fracaso y desorientación, el homicidio doloso en el nivel de 2.4 al día jamás debiera ser un slogan triunfalista, ese índice debe darle vergüenza.

Por la otra, Xóchitl, anunciando el fortalecimiento armado y logístico de policías regionales, entrenados para enfrentar in situ e inmediatez, la brutalidad de los cárteles, con respaldo de servicios de inteligencia de alto nivel, presupuesto y seguridad para sus familias.

¿Qué elije?, estimado lector, una continuación de la política pejista fracasada de abrazos a los criminales y acusarlos con sus abuelitas o una política que recupere el monopolio de la fuerza con policías robustos que enfrenten a los criminales con armas, apoyo logístico y de inteligencia.

Ya le hablé de las candidatas y de Acapulco Guerrero, ahora aprecie esta diferencia.

Sedes como Chichen Itzá, Valladolid, Mérida, Puerto Progreso, reciben turistas que conviven con residentes y pueden coexistir en paz ofrecer y consumir servicios mutuamente satisfactorios, en estas sedes, no gobiernan cárteles ni el narcomorenismo, en estas ciudades, hay seguridad pública y se puede caminar por la noche sin temor.

Pero eso ya no pasa en la Riviera maya ni en Cancún recientemente gobernada por Morena, en estos espacios, se multiplican galopantes brotes de violencia descontrolada, tráfico de drogas a gran escala, extorsiones, balaceras, destazados, trata de personas para turismo sexual que van volando al estatus de Acapulco, el FBI, ya puso alarmas a su población acerca de estos destinos.

Estas historias y situaciones, algo le deben decir a las candidatas y a la sociedad electora.

Sin seguridad pública, no hay nada ni una expectativa de vida larga ni proyecto viable bajo condiciones compatibles con la dignidad.

O elegimos gobiernos asociados con cárteles como en Guerrero o una promesa inteligente de hacer lo correcto.

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