HISTORIAS EN EL METRO/ El rescate

Ricardo Burgos Orozco

Ciudad de México, 31 de enero (entresemana.mx). La estación Hidalgo del Metro durante muchos años fue un referente obligado para llegar o transbordar a otros lugares de la Ciudad de México. Siendo reportero de Deportes en los años setenta llegaba casi todos los días por ahí porque a un lado del Monumento a la Revolución estaban las oficinas del Instituto Nacional del Deporte cuando Guillermo López Portillo era su titular. Me tocaba cubrirlo.

En la cantina EL Palacio, que todavía existe en la calle de Rosales, a unos metros de una de las entradas de la estación, nos reuníamos muy seguido en las tardes varios compañeros de La Prensa, de La Afición, El Nacional (ya desaparecido), XEX, Radio Mil y yo de Notimex. Como no teníamos mucho dinero, pedíamos una cerveza para que nos sirvieran la botana del día; comíamos y luego a seguir trabajando.

Alrededor de la entrada del Metro por Rosales había gente de la calle que usaban los pasillos de entrada como baño; no tenían otro lugar. Por eso, cuando entrabamos o salíamos por ahí el olor era insoportable.

Desde hace años, mis viajes ya no son seguidos a la estación Hidalgo, pero hace unos días venía de una cita en Buenavista y entré al Metro por la calle de Rosales. Afuera estaba un grupo de hombres y mujeres que, al parecer, viven ahí. Se ven cobijas, cartones y restos de comida en el lugar; a un lado un puesto de periódico.

Antes de bajar las escaleras de acceso, pensé que nuevamente iba a ver los pasillos sucios y malolientes, pero me encontré con la sorpresa de que están limpios y en las paredes hay una galería fotográfica.

Investigué y cuando el Sistema de Transporte Colectivo cumplió 50 años en 2019, remodelaron el espacio y lo adecuaron para montar ahí la Galería pública Involuntary México con obras de Involuntary Painting and Sculpture, que reunió obras de 300 artistas de 50 nacionalidades.

Los creadores fueron Millree Hughes –artista plástico norteamericano– y Paul Conneally (poeta, artista y músico británico). Dijeron en su momento que es una galería de 18 mil metros cuadrados, la más grande del mundo.

Según leí, la exposición culminó en 2020, pero se conservan innumerables fotografías de gran calidad y murales que se refieren a la muestra. Lo más importe es que ahora es muy agradable caminar por pasillos que antes estaban sucios, malolientes y descuidados. No sé si eran inseguros porque nunca me ocurrió nada y caminé por ahí cientos de veces a diferentes horas del día.

Me detuve durante varios minutos a admirar las fotografías, algunas muy espectaculares y cuando llegué a la zona de torniquetes, casi para entrar, le comenté a un policía: oiga, qué diferencia de los pasillos de antes ¿Los conoció? No, pero me contaron que apestaba a rayos y centellas, me contestó riendo.

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