POSTIGO/ Harfuch, bomba de tiempo

JOSÉ GARCÍA SÁNCHEZ

La tranquilidad que vive la capital el país, comparada con la violencia que impera en otras entidades, donde el narco mata, tortura, desaparece gente puede llegar a la Ciudad de México si llegara a la jefatura de gobierno Omar Harfuch, quien tuviera un atentado contra su vida el 26 de junio de 2020, que podría repetirse en cualquier momento.

Andar cerca de Omar García es un riesgo. Tres escoltas del entonces jefe policiaco murieron en el atentado lamentablemente. Si el ex secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México quiere hacer un gobierno cercano al pueblo como lo dicta la Cuarta transformación, no será posible, a menos que quiera correr el riesgo de salir lastimado, porque hubo perdón ni conciliación ni olivo con el grupo que atentó contra él. Es una irresponsabilidad de Harfuch competir por un cargo de elección popular teniendo esa amenaza latente, injusto o justificada, la amenaza está viva.

Tampoco será congruente colocar una barrera de escoltas que impidan la comunicación directa con Omar García en la campaña o en sus labores cotidianas en caso de ganar las elecciones. Por su propia seguridad y la de la población, debería buscar otro cargo público porque ser jefe de gobierno de acuerdo con los lineamientos de Morena y la 4T implica un contacto directo con la gente.

Sin embargo, ser una bomba de tiempo no es el único problema de García Harfuch, su vacío ideológico es evidente, porque si bien la actividad de seguridad puede arrojar una sensibilidad especial para entender a la población, su proceder político no garantiza fidelidad a un movimiento social ni coherencia ideológica con la 4T.

El camino por el que llega Harfuch a la política es el mismo de Marcelo Ebrard, con algunas proporciones guardadas. Carecer de un sustento ideológico, como sucedió con Ebrard, se coloca, voluntaria o involuntariamente muy cerca la puerta de salida del partido, de la 4T, y, sobre todo, de lo que intenta ser la izquierda mexicana en este momento de transición que parte de un proyecto en beneficio del pueblo, que lleve democráticamente a una visión de izquierda contemporánea y profundamente propia.

A Harfuch no le interesa sentir de cerca la respiración de la gente, no quiere y no puede. Su imagen no mira hacia el interior del país sino que acude a un héroe extranjero inexistente para hacerse presente.

Lo que sigue en los gobiernos de la 4T es la profundización del proyecto trazado, no es la continuidad sino su extensión. Se señalaron los puntos a corregir, que no fueron pocos, pero también las nuevas perspectivas que pudieron alcanzarse con un presupuesto rescatado de las manos de la corrupción. Será tiempo de avanzar en ese sentido y crear nuevas expectativas, de tal manera que la Presidencia de la república ha tenido, desde siempre, en el gobierno de la Ciudad de México un proceso de permanente evolución, y sobre todo de sostén ideológico más que operativo.

La forma de pensamiento de los habitantes de la capital es muy preciso, se trata de una sociedad informada, y con una conciencia social muy arraigada. Una amplia diversidad de ideologías. Desde las tares espontáneas, consecuencia del sismo de 1985, ningún habitante de la Ciudad de México podrá ser el mismo, aunque no conozca esa historia de solidaridad directamente.
Los escombros se convirtieron en parte del ADN de los capitalinos, listos para adoptar una ideología que le lleve a profundizar en su conciencia social; es decir, los capitalinos van por más. La vida cotidiana de la ciudad de México hace pensar que en otros estados dela república los ciudadanos carecen de derechos.

La diferencia radica en la relación con las autoridades, algunos les temen, otros, cohabitan en armonía. En este sentido tal vez el estado más alejado de la capital es Chihuahua y no por la distancia sino por la prepotencia de la gobernadora panista. Hoy su niñez tiene secuestrados sus libros de texto, las escuelas están cerradas, la educación está secuestrada por la gobernadora dipsómana. Todo esto a causa de la separación cotidiana entre gobernados y gobernantes.

La relación entre autoridades que ejecutan la solución a las necesidades de la población, no sólo debe ser armoniosa sino simbiótica. En este proceso los capitalinos notarán ciertos distanciamientos, a veces podrían ser mal interpretados, por parte de jefe de gobierno, en caso de que ganara la encuesta de Morena.

Estar cerca de García Harfuch implica correr un riesgo en una guerra donde la población nada tiene que ver, pero puede entrar a las batallas del jefe de gobierno. Así como sucede con Batman, estar cercad de él, es un peligro.

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