CÉSAR VELÁZQUEZ ROBLES (Sinaloa). El llamamiento a construir el Frente Cívico Nacional, publicado el pasado fin de semana, expresa la inquietud y preocupación de un vasto, plural y diverso sector de la sociedad mexicana inconforme con el rumbo que está tomando el país bajo la conducción política de morena. Alerta sobre el riesgo de una involución autoritaria y convoca a construir una alternativa auténticamente democrática, producto de una reflexión y un debate responsable y maduro, que surja desde la base social, para abrir un nuevo curso a la nación, restableciendo las instituciones que el proceso de demolición de estos años ha desmantelado, y fortaleciendo aquéllas que hayan sobrevivido a sus embates.
No se trata, por supuesto, de una tarea fácil. Nuestra propia cultura política tiene mucho de sectarismo y dogmatismo. Sentar a la mesa a una multiplicidad de actores, acercar posiciones disímbolas y contradictorias, es un ejercicio de pedagogía política que requiere una enorme tolerancia y capacidad para reconocernos en nuestra diversidad. Aquí sí, en efecto, los participantes habrán de apelar al método de las aproximaciones sucesivas para fincar los consensos, acuerdos y convergencias estratégicas que conduzcan a una actuación unitaria, única posibilidad de hacer que prospere una alternativa de cambio. No hay más camino que el de la unidad, y si ésta no empieza a construirse desde ahora, sus esperanzas de triunfo en la competencia por el poder político quedarán frustradas. Puede construirse esa unidad y, sin embargo, no alcanzar sus objetivos, pero quedará ahí ese esfuerzo y esa experiencia acumulada para las luchas subsiguientes. En cambio, si esa unidad no se fragua desde ahora, el desaliento puede apoderarse de esa miríada de fuerzas que en el país están dispuestas a luchar por la democracia y las libertades plenas en nuestro país.
De ahí que la clave sea, como dice el llamamiento, la organización para dar la batalla cívica por el país, asumiendo que esa responsabilidad sobrepasa a los partidos e interpela a toda la sociedad. De esta acción colectiva impulsada desde la base social, no impuesta desde arriba ni instrumentalizada por grupos de interés, puede y debe surgir ese programa alternativo, horizontal y participativo, que recoja y exprese las demandas locales y nacionales en defensa de derechos lastimados y de resistencia frente al autoritarismo. De este amplio diálogo que debería alentarse en todo el país, podrían irse perfilando figuras provenientes de los propios partidos, de la sociedad civil o liderazgos emergentes que puedan encarnar y representar ese programa alternativo, mismos que competirían en un proceso de elecciones primarias. No serían así las humillantes tómbolas ni las encuestas “unidigitales” las que decidirían candidaturas, como ahora ocurre en un proceso brutal de degradación de la vida democrática partidista. Serían, como dice el llamamiento, producto de acuerdos muy amplios “para ir con una sola candidatura presidencial, resultante de elecciones primarias abiertas, a la disputa por una nación incluyente y democrática… Nada mejor que un abanderado elegido por los ciudadanos, enarbolando un proyecto elaborado pluralmente, para enfrentar al designado por una persona que aspira a ser el poder tras el trono.”
Este es un gran desafío al poder. En los esfuerzos de construcción de la unidad política, estructurada desde abajo, hay experiencias exitosas, las menos, y experiencias desastrosas, las más. Siempre habrá resistencias producto de una cultura sectaria, la presencia de propósitos de control, actitudes de agandalle, posiciones excluyentes. Entre las primeras está la emblemática Concertación de Partidos por la Democracia, en Chile, una poderosa alianza en la que participaron socialdemócratas, demócratas liberales, democratacristianos, socialistas, comunistas, y muchos otros grupos políticos y sociales, y que derrotaron a la dictadura de Pinochet, al tiempo que abrieron una larga etapa de estabilidad política y democrática. Entre las segundas está la tragedia de la oposición venezolana, escindida en una cantidad impresionante de corrientes políticas e ideológicas que fueron incapaces de alcanzar acuerdos y convergencias estratégicas para enfrentar el desastre del populismo chavista y luego la dictadura de Maduro, pese a la más profunda crisis en la historia del país.
En esos espejos debe empezar a verse este esfuerzo de constitución del Frente Cívico Nacional. Estas experiencias de otras latitudes y las experiencias unitarias propias desarrolladas a lo largo de años de nuestra azarosa transición, dejan lecciones que habrá que aprovechar para impedir que esta iniciativa vaya al fracaso.