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¿Cómo parar la catástrofe silenciosa en la educación?

CÉSAR VELÁZQUEZ ROBLES (Sinaloa). El papel de la educación pública como palanca de desarrollo, la necesidad de una educación que forme para el ejercicio de la crítica, esto es, que propicie desde sus fases iniciales la formación de ciudadanía, y que prepare con las habilidades y capacidades para participar en un mundo cada vez más competitivo, son temas centrales de la agenda de hoy en el país, y sin embargo, los protagonistas del proceso no parecen estar capacitados para enfrentar este desafío. Creo que en materia educativa, el desmantelamiento de la reforma de años pasados es un grave error, porque lejos de ofrecer una perspectiva para alcanzar los propósitos y fines definidos líneas arriba, en el fondo lo que nos están proponiendo es seguir anclados al pasado, profundizando lo que algunos especialistas, de manera señalada Gilberto Guevara Niebla, han llamado desde hace más de dos décadas, la “catástrofe silenciosa”.

Hacía esta reflexión ayer en conversación con Rodrigo López Zavala, subsecretario de Educación Superior, con la presencia también de mi amigo Juan Luis Valdez Lizárraga, ex dirigente sindical universitario. Y si abordar este asunto es clave en el campo de la educación básica, lo es también sin duda en el espacio de la educación superior, buscando que la calidad y la pertinencia, ya no tanto la cobertura, defina una inserción estructural funcional al desarrollo de la economía, la sociedad y la cultura. Como no podía ser de otra manera, la conversación derivó hacia las escuelas de tiempo completo, uno de los programas damnificados por una decisión a mi juicio equivocada del gobierno federal, y a cuyo quite han entrado varias entidades federativas que, sensibles al reclamo de sus comunidades educativas y de padres de familia, han tomado el asunto en sus manos, para mantener vivo un programa insignia que demuestra un compromiso de futuro para la sociedad mexicana en su conjunto.

Reviso algunas notas corresponde a los inicios del programa, ya hace una década, y leo lo siguiente, que quiero compartir con ustedes mis lectores: “El PETC está alineado con el objetivo sectorial de ofrecer una educación integral que equilibre la formación en valores ciudadanos, el desarrollo de competencias y la adquisición de conocimientos, a través de actividades regulares del aula, la práctica docente y el ambiente institucional. Al incrementar la jornada educativa, contribuye al logro del indicador sectorial, porcentaje de alumnos con logro académico al menos elemental en la prueba ENLACE, que en el 2012 llego a ser de 81.77%.”

Esto no tiene nada de neoliberal, como sigue desafortunadamente estando de moda calificar lo que no coincide con la visión dominante, sino con una visión de futuro, que quiere ver al país no en la segunda división o en el carril de baja velocidad en el mundo moderno. De ahí que recuperar este programa sea una muestra de compromiso con la educación que reclama el país. Me parece que el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, ha hecho bien al afirmar ayer su compromiso con el programa Escuela de Tiempo Completo, y el esfuerzo financiero que habrá de hacerse para ello, cifrado en 200 millones de pesos, bien vale la pena, y seguramente tendrá su recompensa en el reconocimiento y respaldo ciudadano, de miles de padres de familia, de jefas de familia que por razones de sobrevivencia se ven obligados a dejar a sus hijos en los centros educativos.

Esta semana estará en circulación la revista POLITEiA

El número 79 de la revista POLITEiA correspondiente al mes de marzo, está cocinándose a fuego lento. Ser{á un número excepcional por la calidad de sus colaboradores. Esta semana estaré adelantando alguno de sus contenidos. En esta ocasión, toca el turno al ensayo que abre la edición, “Un marxista en Sinaloa”, de Carlos Calderón Viedas. Ahí, en este texto, Calderón Viedas apunta lo siguiente:

“Enrique Félix Castro (1911-1965), sinaloense nacido en Culiacán, un marxista peculiar que durante su vida intelectual intentó armonizar lo universal con lo particular. Dialéctico como fue, no logró, empero, llevar hasta sus últimas consecuencias las tensiones sociales y psicológicas que atravesaban la vida en Sinaloa. Al final prefirió la moderación, el engarce, la adaptación a la adopción, la totalidad y la singularidad en un mismo locus de ethos y pathos.

“El Guacho Félix, como también era conocido, se echó a cuestas la tarea de cargar con sus tensiones. En eso se le fue la vida. Murió, se puede decir, siendo joven. Mas su corta existencia fue fructífera para la tierra que tanto amó: Sinaloa es un milagro de luz. Algo de maravilla elemental del paraíso del Génesis lejano, se advierte en mares y montañas, expresaba extasiado en escritos y tertulias cotidianas. El amor por su terruño se equiparaba con la enorme empatía que sentía hacia sus pobladores. Así como como la vista le alcanzaba para admirar las maravillas de la naturaleza, … Los hijos de Sinaloa somos hijos del paisaje, igual su mirada interior escudriñaba en los meandros del alma sinaloense. La suya y la de todos.”

Sin duda, vale la pena leer este texto extraordinario.

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