La nueva etapa de la ofensiva contra los órganos autónomos
CÉSAR VELÁZQUEZ ROBLES (Sinaloa). La ofensiva gubernamental contra los órganos con autonomía constitucional, ha sido una constante a lo largo de los últimos tres años. Como sabemos, estos órganos forman parte del entramado institucional que se ha construido a lo largo de los años de nuestra azarosa transición, y son y han sido actores clave para limitar el ejercicio arbitrario del poder. Precisamente ahí, en ese hecho, reside su relevancia: son entidades de control al poder. Y como al poder no le gusta que lo controlen –no le gustan los contrapesos, pues–, el “poder Supremo”, cuando no puede capturarlos o colonizarlos en su estrategia de restauración autoritaria, emprende contra ellos una ofensiva, una estrategia de acoso y derribo. En el caso de la CNDH, un órgano con autonomía constitucional, la captura es muy evidente y grotesca; en el caso del Banco de México, el esfuerzo se ha hecho pero no ha prosperado para someterlo a los caprichos presidenciales, y en el caso del Instituto Nacional Electoral, está en marcha una acción política desde distintos frentes que, de alcanzar su objetivo, significará desmantelar uno de los últimos valladares contra la regresión de nuestra vida democrática.
El presidente parece no entender el grave daño que con su discurso contra los órganos con autonomía constitucional está haciendo a la vida democrática del país. Un discurso beligerante, ofensivo contra los órganos autónomos en el caso del sector energético, con el propósito explícito de cancelar su función de garantizar la competencia, proteger a los usuarios y asegurar la producción, distribución y provisión adecuada del fluido eléctrico que impida la restitución del viejo monopolio gubernamental, en nada contribuye a esclarecer los caminos por donde se habrá de transitar para abrir una nueva etapa de desarrollo del país. Ayer ya nos dijo que arde en deseos de salir a recorrer el país para “orientar” a los ciudadanos y convencerlos de las bondades de su iniciativa de reforma constitucional –en los hechos, una auténtica “contrarreforma”— en materia energética que permita “recuperar” la rectoría del Estado, que será en los hechos una auténtica cruzada para continuar con una política de demolición de todo aquello que limite el ejercicio arbitrario de su poder.
Dígalo si no, por ejemplo, el lenguaje endurecido contra la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE) uno de esos órganos autónomos, utilizado ayer: El tema del litio es importantísimo porque es un mineral estratégico, al grado de que una de estas empresas creadas por los neoliberales corruptos, la llamada Comisión de Competencia Económica para afianzar la privatización, acaban de autorizar que se lleve una operación donde una mina en Bacanora, Sonora, pase a ser propiedad del gobierno chino.” Pero el asunto no quedó ahí. Luego añadió: “Imagínense eso, nosotros no queremos que el litio lo manejen potencias extranjeras ni de Estados Unidos ni de China ni de Rusia, el litio es de los mexicanos, pero fíjense el nivel de perversidad que hay en todo esto, por qué crearon estos organismos supuestamente autónomos”.
En la lógica retorcida del presidente, el órgano con autonomía constitucional encargado de garantizar la competencia e impedir la conformación de monopolios que controlen la producción y distribución, se equipara con “una empresa” creada por “neoliberales corruptos”, y todo ello no revela sino el “nivel de perversidad” en la creación de estos “organismos supuestamente autónomos”. Con este lenguaje endurecido es prácticamente imposible del debate civilizado y respetuoso. No interesan las ideas. Se busca arrollar al adversario, en realidad, al enemigo al que hay que destruir, para impedir que la perversidad se apodere del país. Ese es el discurso con el que buscará incendiar al país en los próximos meses y semanas.
Esperan al país días difíciles. Polarización y crispación se profundizarán como nunca antes en nuestra historia contemporánea. El gobierno, apoyado por su mayoría en el Congreso intentará arrollar a las oposiciones que no aciertan a definir una estrategia común y compartida frente a esta política de avasallamiento que ha puesto en marcha el régimen. Veremos si son capaces de resistir y actuar en unidad para impedir que se conformen las mayorías calificadas que hagan posible la reforma constitucional en materia energética. Creo que el gobierno tiene ahora la batalla perdida en el campo ideológico, pues su apuesta es por el pasado, a donde quiere mantener al país anclado. Falta la otra batalla, la decisiva. Ahí vamos a ver de qué cuero salen más correas.