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EDUARDO MERAZ. Porque luego de más de tres años de gobernar, no puede y no sabe qué hacer con la “herencia maldita” recibida y para evitar cruentas luchas entre sus corcholatas, el presidente sin nombre y sin estatua, ya está pensando en ceder los trastos, antes que el Creador lo llame a cuentas.
La falta de resultados tangibles en el nivel de vida de la gran mayoría de los mexicanos, como sinónimo de fracaso de un proceso de transformación, hacen impensable pueda dejar tan siquiera un legado para la posteridad.
En su mensaje por redes sociales el sábado anterior muestran a un hombre avejentado, decaído que, con tono lastimero busca empatía entre los ciudadanos ante la proximidad de la consulta de revocación de mandato, no vaya a recibir un revés insospechado.
El máximo objetivo que se propuso alcanzar el mandatario innombrable fue acabar con la corrupción. La deshonestidad extendida en muchas áreas y entre sus colaboradores y familiares, contradicen sus aspiraciones; por más pañuelos blancos que ondeé, la corrupción sigue vivita y coleando en su gobierno.
Ruinas y desdichas van quedando al paso del cuatroteísmo por el poder. Poco más de tres años han servido para certificar que ocurrencias y caprichos están lejos de traducirse en gobernanza; por el contrario, son motivo de desánimo y desesperanza.
Las crisis económica, de salud y de seguridad son ejemplo claro de las estrategias fallidas seguidas, aunque desde la óptica presidencial no sólo son exitosas, sino merecen ser ejemplo a nivel mundial.
Hasta el momento, la administración cuatroteísta exhibe impúdicamente su incapacidad para lograr crecimiento económico y, conforme avanza el tiempo, aumenta la certeza de que será un sexenio perdido y con una deuda externa mayor en términos relativos y absolutos.
Durante esta administración, México rondará el número de muertos habidos durante el conflicto armado de la Revolución Mexicana; hasta este día, la cifra catastrófica -no la oficial- asciende a más de 600 mil personas, a causa del Covid-19 y otros miles más por falta de medicamentos, insumos e instalaciones adecuadas.
La promesa de seguridad a partir del primer día del presente sexenio, pospuesta en varias ocasiones ha sido incumplida en absoluto. El aumento al triple de los elementos de la Guardia Nacional ha sido totalmente insuficiente para impedir los más de 110 mil muertes por homicidio doloso.
Asesinatos impunes en más del 95 por ciento. Y de entre ellos sobresalen, por su aumento, los cometidos en contra de activistas sociales, feminicidios, actores políticos y periodistas como nunca antes. En el caso de los representantes de los medios de comunicación, en este trienio se han cometido más del 20 por ciento del total de los ocurridos desde 2001.
Un caso emblemático, por la crudeza y villanía, es la del niño Tadeo, cuyo cuerpo fue exhumado de un panteón de Iztapalapa en la Ciudad de México, para aparecer en la basura de un centro penitenciario de Puebla, que demuestra la inutilidad de los abrazos y no balazos.
La única posibilidad de relativa validez del testamento político -de dejar “herencia”- del presidente sin nombre, es que quedará imposibilitado para ejercer el cargo o perdiera la vida antes de concluir el periodo para el cual fue electo, pues su sustituto o sucesor pertenecería a Morena.
Más allá del último día de septiembre de 2024, quien ocupará la primera magistratura, será el ganador de las elecciones de ese año. Por tanto, en cualquiera de estos tres escenarios y los saldos mostrados, quien supla al actual mandatario recibirá una “herencia malhadada”.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
El sector privado de México y Estados Unidos ya han dejado sentir su desacuerdo con los términos de la reforma eléctrica propuesta por el ejecutivo federal. Allende el río Bravo, legisladores y funcionarios de la administración Biden escuchan a los hombres de negocio; en México es más factible la subordinación del legislativo.
@Edumermo
