POSTIGO/ La discriminación nuestra de cada día

JOSÉ GARCÍA SÁNCHEZ

La oposición ha adoptado al racismo y a la discriminación como temas propios. Los que siempre discriminaron ahora se van al extremo contrario y se dicen víctimas de discriminación como sucedió con Santiago Creel. Ya el discurso de odio que practicaron por muchos años les es inservible, muy a su pesar de ellos, lo guardan para mejor momento.

En el caso de Xóchitl Gálvez debió inventarse una vida nueva para aparecer dentro del espacio de los discriminados, a pesar de las pruebas que evidencian sus mentiras. Fox, en un twitt que es más un diagnóstico psiquiátrico que una consigna, también discrimina por el origen, por la religión, como muestra de una práctica inherente a los conservadores que los ha identificado en la historia universal a lo largo de los siglos.

La falta de costumbre de convivir entre iguales lanza estos estridentes juicios que descubren su forma de pensar. Lo único cierto es que en México hay discriminación. Una discriminación que restringe no sólo el acceso a la educación o al empleo sino que, por racismo se ha asesinado en muchas partes del territorio nacional.

El antídoto a esta forma de ser es la igualdad, que representa una especie de Talón de Aquiles para la derecha, que siempre creyó ser superior por el color de piel, la cantidad de dinero en el banco, sus propiedades y hasta por el cúmulo de órdenes de aprehensión por corruptos. Pero, superiores en lo cuantitativo al fin y al cabo.

Desde tiempos de la Colonia el desprecio por lo más profundo de nuestras raíces ha sido una constante, a veces por una mayoría, otras veces no tanto, pero quien estaba más cerca de los nobles eran mejores seres humanos, porque los acercaba al monarca. El resto de la población no tenía la misma calidad, eran de segunda, si bien les iba.

En la historia universal se demuestra la ignorancia que implica la discriminación, porque el origen de esa discriminación no es sólo que a la monarquía la elige Dios, y en la democracia es el pueblo el que elige. Más allá de esos tiempos, que podríamos llamar modernos en la enciclopedia de la discriminación, los exploradores europeos tuvieron la leve sospecha de que la gente de color podría ser humana porque reían.

Aquí, la discriminación no radicaba entre los nobles y los otros, sino entre los seres humanos y los animales. Esta frase que puede sonar criminal, es el principio que todavía algunos conservadores practican todo el tiempo. La igualdad existe o no existe. No puede haber igualdad entre los nobles y entre el resto de la población; sin embargo, las declaraciones recientes de la derecha habla de un fenómeno que los coloca en el lado oscuro, negro, de la historia, en defensa de su piel blanca y sus ojos azules como los conquistadores.

Quienes discriminan cuentan con muchos motivos para discriminar, desde el color de piel hasta el origen humilde, el origen étnico, las cuentas bancarias o la religión. Han de pensar que razones les sobran para continuar, sin cuestionarse, una práctica que tiene más de animal que de ser humano.

La discriminación persiste a través de la historia en su práctica, aunque de facto se practique incluso dentro de una misma casa. En México, todavía hace un siglo y hay casos del presente, las madres escogían la pareja de los mexicanos. Debían sujetarse al criterio, por lo regular conservador de la madre para que el noviazgo continuara o terminara.

El criterio de la madre era por lo regular estricto, racista y definitivo. Siempre sujeto a reglas en nombre de querer lo mejor para sus hijos.

Hay mucha ignorancia en esas herencias que sólo retrasan el progreso de un pueblo y México, tiene en su vocabulario todo un cúmulo de palabras para discriminar pero carece del conocimiento de vocablos que califiquen la equidad.

La derecha sabe que la discriminación pierde terreno después de más de 500 años de practicarse y se pasa del lado de los discriminados, con un puente de mentiras que intenta convencer de su bondad y sentimiento de igualdad.

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