EL OTRO DATO/ La tragedia de Acapulco, desde lejitos

JUAN CHÁVEZ

Así la ve AMLO, que no ha entrado a las paupérrimas comunidades dañadas por el huracán Otis, ni a tiros, en sus visitas al puerto que, se dice, van cinco.

¿Por qué ensuciarse la suela de los zapatos?

Aunque sí se las ensució en su intento de llegar al turístico puerto por tierra y se atascó la camioneta en lodo a la altura de Chilpancingo. No se podía, entonces, transitar por la carretera y tuvo que caminar, a fuerza, entre el lodo, para que un transporte de los damnificados lo rescatara.

Ahora, es tardía y forzada atención en Acapulco.

Los pobres, que una y otra vez son su cantaleta (“mi gobierno es estar cerca de los pobres”), están abandonados a su suerte en la tragedia acapulqueña.

Ellos, describe la ausente atención presidencial, tienen suficiente con el dinero regalado por Bienestar para vivir y solucionar sus problemas.

No importa cuán grandes sean esos problemas, son muy suyos, aunque, contrario a la propaganda oficial, sus modestas casas hayan sido afectadas y la mayoría de los niños no puedan asistir a la escuela, porque muchas de ellas están seriamente dañadas.

De las escuelas informan que de las 1,224 que hay, 985 sufrieron algún daño y sólo 127 ya reabrieron. La orden de la SEP de reanudar las clases, así, se quedó bailando en el limbo.

Se reportan 274 mil viviendas afectadas y apenas se han entregado 11,836 paquetes de enseres domésticos, menos del 5%.

Las visitas de López Obrador han sido frías y fugaces. A veces en un helicóptero, siempre encerrado en la zona naval, sin recorrer las zonas afectadas, sin visitar a los damnificados ni escuchar sus demandas.

El candidato que llegó a presidente presumiendo su cercanía con la gente, ante la tragedia del huracán no quiere ver de cerca ni a los que le dieron su voto y hoy le piden que escuche lo que necesitan.

Al menos ya fue a dar una mañanera allá y la dedicó enteramente a la reconstrucción. Hablando desde la zona de la tragedia, pero a la vez aislado de los que la sufrieron. Soltando un rosario de cifras para aparentar estar en control, pero que en el desglose sólo se muestra que falta mucho para que Acapulco recupere su imagen y que los miserables del “otro Acapulco”, recobren sus trabajos y vuelvan a vivir bajo sus techos de lámina.

De nueva cuenta, el presidente quiere tapar la crisis con pura saliva

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