EL OTRO DATO/ El México de AMLO, súper endeudado

JUAN CHÁVEZ. No es para asustarse. México siempre ha dependido de la deuda externa. Por no pagar, España, Inglaterra y Francia, nuestro país iba a ser invadido por las tres naciones europeas, pero los dos primeros desistieron y solo Francia atacó San Juan de Ulúa en el puerto de Veracruz y luego su ejército invadió México.

Esa intervención francesa es conocida como la Guerra de los Pasteles y Francia se proponía bloquear la economía mexicana.

El pretexto fue que unos oficiales del Ejército mexicano se hartaron comiendo pasteles de un francés que los producía en el centro histórico y abandonaron el negocio “sin pagar”, según lo registra la historia.

Es decir, por deudas, fue esa guerra que duró un año en el siglo 19.

Ahora, en lo que va del gobierno de López Obrador el techo de la deuda que el Congreso (bajo control morenista) ha autorizado al gobierno, creció 127 por ciento.

El hecho tangible es la declaración presidencial, repetida una y otra vez, de que “se acabó la corrupción”.

Por decreto el presidente López determinó que por su elevada estatura moral, la corrupción se terminaría con dos simples medidas: la primera, estrangular los presupuestos oficiales, desfondar las partidas presupuestales de todo el gobierno federal y además, de los organismos autónomos. Su lógica, primaria y contraproducente, fue disminuir el efectivo a disposición de funcionarios altos, medios y de todo tipo para cerrar la tentación a los negocios, las concesiones y licencias.

La segunda medida, fue concentrar todas las compras del gobierno federal en una ventanilla única, que reporta al secretario de Hacienda y a la propia Presidencia. Ellos deciden a quiénes les compran, y por supuesto, hay favoritismo a los simpatizantes, donantes y contribuyentes del “movimiento” 4T.

Si a esto agregamos que el 84 por ciento de los contratos con el gobierno se otorga –contrario a lo que establece la ley– sin licitación ni concurso alguno, sino por dedazo superior, la corrupción no sólo no desapareció, sino sólo ha sido trasladada a los grupos beneficiados y proveedores de servicios.

Otro mito, el de la “desaparición del huachicol”. ¡Ya no hay!, dijo el presidente en más de una ocasión. Pues es falso. Ciertamente se redujo el volumen y la cantidad de combustibles (diésel y gasolina) que se extraían ilegalmente de plantas, refinerías y almacenadoras de Pemex. Pero no se acabó. Y sobran las evidencias para demostrarlo.

La cifra que la secretaría de Hacienda solicitó a la Cámara de Diputados para contraer deuda en 2023, alcanza los 1.2 billones de pesos (un millón de millones y 200 mil millones de pesos). ¿Eso es mucho o poco?

Para tener una perspectiva comparativa, el gobierno de Peña Nieto entregó en el 2018 una deuda autorizada por 493.5 mil millones de pesos.

En el 2019 el gobierno de México recibió un incremento en el techo de deuda muy moderado: 514 mil millones de pesos, apenas 21 mil millones más que la cantidad anterior.

Pero de ahí en adelante, los incrementos han sido sensibles. Para el cuarto año de gobierno está alcanzado un techo autorizado por 127 por ciento (y faltan dos años aún).

En los 6 años de Peña Nieto, el techo de la deuda aumentó en 19.3 por ciento. Mientras que en los 6 años de Calderón aumentó en 56.2 por ciento.

Co L(i)opez la deuda externa roza el  51 por ciento del PIB y va por más.

La referencia es la relación con el PIB (Producto Interno Bruto). Calderón alcanzó el 34 por ciento del PIB, mientras que Peña Nieto llegó hasta el 47.5 por ciento.

Y el cirquero de Palacio ya le había echado el ojo a las Afores, para contar con más recursos para sus obras  emblema, pero apenas el domingo se decidió pedir prestado más a los organismos internacionales, para no tocar el ahorro de los trabajadores en el gasto público.

Con AMLO México saldrá rasurado; como los oficiales le hicieron al pastelero francés, se irá sin pagar y la deuda quedará a cargo de todos los mexicanos.

Eso no lo dice Hacienda y mucho menos el pastelero de las mañaneras.

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