JUAN CHÁVEZ. El presidente López (hay que decirlo claramente), escala el conflicto que se trae contra Carlos Loret de Mola y vulnera la Constitución y cuatro leyes federales.
Se le ve cansado, agotado y más que nada, desesperado luego del reportaje de Carlos que reveló la mansión de Houston y la riqueza en que vive el hijo mayor del presidente, José Ramón López Beltrán.
En esa desesperación Don Mañanero acude al INAI para que informe cuáles son los ingresos del periodista, los bienes y fortuna de su familia.
López Obrador escala el conflicto y mete en él a la esposa de Carlos, argumentando que en el pasado recibió contratos millonarios.
Loret de Mola pertenece a la cuarta generación de periodistas en su familia, desde su bisabuelo que fue destacado periodista del desaparecido periódico Novedades y que murió trágicamente en un accidente, se afirma, provocado por el gobierno de los tiempos que López Obrador define como “neoliberales”
El ataque al comunicador se colocó, en las redes sociales, como uno de los primeros temas de conversación en el mundo; Loret de Mola acusa que es una calumnia y lo pone en riesgo a él y su familia.
Rafael Loret de Mola, también periodista, defiende a su hijo: «No toques a nadie de mi familia. Ni a Carlos, que es el que te ha puesto como loco, ni a ningún otro miembro».
“Ven por mí, pide a AMLO”.
Rafael Loret de Mola arremetió en un vídeo contra el presidente.
«Ven por mí. Toma mi sangre si quieres, pero ya deja de molestar a los miembros de mi familia que han sido mucho más dignos que los tuyos», pidió el padre de Carlos en un vídeo dirigido al presidente.
En su mensaje el escritor yucateco criticó la labor de López Obrador como mandatario. «Eres un miserable Andrés Manuel, no tienes ningún valor humano. No mereces ser presidente», expresó.
Por lo pronto, descalificar al periodista o intentar amedrentarlo no es desmentir el reportaje. Al responder con tanta virulencia, de hecho, el presidente transmite mucho enojo e impotencia, reacciona no como quien sabe que la información es falsa y tiene con qué acreditarlo, sino como alguien que se sabe exhibido y acorralado. Para ser un supuesto “genio de la comunicación”, como diversas voces lo han calificado, la verdad es que se ha mostrado lento, torpe y, sobre todo, muy desubicado. El López Obrador de los últimos días luce, sin lugar a duda, más cansado que bajo control, más impulsivo que estratégico, más herido que inteligente. No manda un mensaje de fortaleza sino de desesperación.
Varios análisis han señalado ya el autoritarismo y la irracionalidad que se han apoderado de los otrora afiladísimos reflejos del presidente. Concluyo subrayando un tercer factor: la sensación de agotamiento, de deterioro, de decrepitud que acusa su manera de hacer política. Estamos ante un presidente con impulsos déspotas y demenciales sí, pero también sintomáticos de una profunda debilidad, de una fehaciente incapacidad para auto controlarse y sobreponerse.