MARTHA CANSECO GONZÁLEZ (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). Recuerdo muy bien la impresión que me causó ver por primera ocasión a una mujer en traje de campaña, lista para combatir, me pareció aberrante, contradictorio.
Fue durante un viaje que hice a Israel diez años después de la guerra de los seis días, (1967). La tensión aún se sentía. No sabía entonces que en ese país las mujeres están obligadas a hacer servicio militar y en caso necesario ir al frente de batalla en un país con vocación bélica.
Años después vi a las nicaragüenses en uniforme y con fusil al hombro durante la guerra contra el gobierno sandinista, esa orquestada, financiada y armada por Estados Unidos (1984).
Ahora vemos a las ucranianas también en los frentes de batalla participando en los combates. En Ucrania, el espectro de mujeres que pueden participar en la guerra se amplió entre aquellas de 18 a 60 años de edad. Estoy mencionando tres casos donde, “de manera oficial” en calidad de soldadas o combatientes las mujeres le tienen que entrar a los conflictos creados por lo hombres y sus incontrolables deseos de poder, venganza y dinero.
¿Qué creen ustedes que pase con las mujeres ucranianas luego de que termine el conflicto, y de que estén demostrando sus enormes capacidades?, les permitirán ser empresarias exitosas, comerciantes de alto nivel, ejecutivas capaces y profesionistas reconocidas. Definitivamente ¡no! el sistema patriarcal las regresará a su casa ¡de donde nuca debieron haber salido! Les dirán.
Es decir, cuando al patriarcado le conviene se rompen fácilmente roles y estereotipos de género, claro no para cualquier cosa sino sólo cuando se trata de defender los intereses y privilegios de los hombres. Entonces sí, las mujeres somos perfectamente capaces incluso de ir a la guerra para que ellos sigan en el poder y mandando.
Cosa contraria ocurre cuando se trata de que las mujeres defiendas sus más elementales derechos. Entonces somos violentas y ¡pobrecitos monumentos que qué culpa tienen! Se valoran más unas cuantas piedras que, por ejemplo, ¡la vida de las mexicanas!
Veo en las redes y en los medios de comunicación en México como se llenan de lamentos por la guerra, artículos y notas que tienen la clara intención de mover nuestros más sensibles sentimientos. Por ejemplo, madres ucranianas que se despiden de sus hijas e hijos, soldados que se tomaron selfies con su uniforme nuevo y que ya no están, se lleva un estricto conteo de las muertes provocadas por las bombas rusas.
¡No seamos cínicos e hipócritas! En México llevamos años con una guerra no declarada, en consecuencia, no lamentada por los organismos internacionales ni las naciones del mundo, y que es alimentada por el crimen organizado y los intereses económicos y empresariales más abyectos.
No se lamenten por Ucrania, lloren por Michoacán, Zacatecas, Guanajuato, Colima, Aguililla, Ecatepec, Tepito, sólo por mencionar algunos.
Y, sobre todo, griten, reclamen, enfurézcanse, lloren y laméntense de la guerra no declarada contra las mujeres de México. Llegamos a un nuevo 8 de marzo con 11 feminicidios al día, cientos de violaciones cotidianas, miles de abusos sexuales y un gobierno totalmente indolente ante el sufrimiento de las mexicanas.
En el círculo de lectura que coordino y al que se han integrado decenas, las más jóvenes que marcharán por primera ocasión con motivo del día internacional de las mujeres en diferentes ciudades del país, preguntan ¿cómo debo ir?, ¿cómo me preparo? ¿qué llevo?
¿No se preguntan lo mismo las ucranianas ante esta guerra oficial que les han impuesto?