CÉSAR VELÁZQUEZ ROBLES (Sinaloa). Todo parece indicar que, ahora sí, la posición del PRI sobre la iniciativa de reforma eléctrica del gobierno de López Obrador, es irreductible: votará en contra, con todas las consecuencias que ello arrostra, y que para un partido que en sus 92 años de vida no ha sabido realmente lo que es ser oposición, son muchas. Las dudas e inquietudes de sus aliados legislativos y de no pocos de sus seguidores se han despejado. Está firmemente anclado en la oposición, tiene en materia eléctrica una propuesta alternativa, que se diferencia claramente de la del Ejecutivo; la docena de puntos que la conforman reivindica los fundamentos de una economía y una sociedad abiertas, defiende la libertad de mercado; afirma la rectoría del Estado en este sector estratégico, alienta la competencia, preserva la legalidad y el Estado de derecho al garantizar la seguridad jurídica de las inversiones nacionales y extranjeras, y garantiza que la explotación del litio, ese caro objeto del deseo en el mundo contemporáneo, se ceñirá a lo que la legislación establece en lo relativo a la exploración y explotación petrolera.
Hay, por tanto, un mundo de diferencia con relación a lo que reivindica el gobierno y sus aliados en el Congreso de la Unión. Se trata, como apunté en mi colaboración de ayer, de propuestas que se ubican en las antípodas, y que ni haciendo un esfuerzo extraordinario, podrían “embonarse”, a menos que las partes pretendieran crear un Frankenstein: se asegura la posición preponderante de la Comisión Federal de Electricidad, y al mismo tiempo se garantiza la existencia de mercados competitivos; se alienta la utilización de energías limpias, y al mismo tiempo se coloca al combustóleo por delante, para poner solo dos ejemplos.
Pero Morena de inmediato encontró coincidencias y, por medio de su dirigente en la Cámara de Diputados, anunció que seis de los puntos contenidos en el decálogo de la coalición legislativa, los hacían propios desde ya, lo cual allanaba el camino para aprobar en la Cámara una ley de consenso. Eso fue el martes 5 de abril. El 6 llegó la respuesta puntual a través del líder priista en la Cámara de Diputados: la asunción de seis de los 12 puntos no es un ofertón; ofertón sería que se aceptaran todos los puntos y, sin en el camino hay necesidad de más cambios, casi aceptar las propuestas que haga la coalición legislativa. En otras palabras, el PRI ha dicho que no hay ninguna posibilidad de acuerdo. Las posiciones son tan distantes, tan irreductibles, que todo lo que se haga en el Parlamento en estos días, desde su discusión y aprobación en comisiones hasta su discusión y aprobación en el pleno, será un ejercicio totalmente inútil.
El PRI, el PAN y el PRD saben que, en este asunto, tienen el sartén por el mango y el mango también. Saben que su propuesta no tiene ninguna posibilidad real de salir adelante cuando se someta a votación, pero tienen ahora la capacidad para evitar que la propuesta gubernamental alcance la mayoría calificada que se requiere al implicar reformas constitucionales, lo cual constituirá para el gobierno una estrepitosa derrota política. Humberto Moreira lo dijo claramente: “Nosotros nos mantenemos en lo mismo, sin ninguna novedad. Presentamos nuestra propuesta y hemos dicho que son 12 puntos, no seis. Vamos por nuestras 12, nosotros queremos las 12, y si ellos las agarran, pues está perfecto… Si además de nuestras propuestas agregan más, pues se tiene que revisar, y para revisarlo, el momento oportuno es después de las elecciones.” Tan tan.
Revés de la Suprema Corte a la planta de fertilizantes
La decisión unánime de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de suspender los trabajos de construcción de la planta de fertilizantes en la Bahía de Ohuira, Topolobampo, es un duro golpe a los proyectos de desarrollo material y social del norte del estado de Sinaloa. Ordena la reposición de procedimientos de tal modo que se involucre a las comunidades indígenas presuntamente “perjudicatarias” por las externalidades negativas que supone la construcción de una obra que, una vez concluida, significaría una inversión superior a los cinco mil millones de dólares. Es muy probable que este proceso se lleve varios meses, lo que puede desalentar aún más a la empresa extranjera que ya ha invertido importantes recursos en este proyecto.
Más allá de los aspectos legales del caso, que entiendo nadie discute, la decisión de la Corte tendrá consecuencias para el crecimiento y la diversificación de la estructura productiva de la entidad. Ahí está –¿o estaba?— la clave para un polo de desarrollo regional con importantes efectos multiplicadores, la atracción de nuevas inversiones productivas, generación de empleos de alta calificación, reconstrucción del tejido social, mejores salarios, educación de calidad, salud y vivienda dignas. No digo que todo eso se haya cancelado en definitiva, sino que habrá un nuevo retraso en el desarrollo de un estado como el nuestro urgido de superar ese crecimiento mediocre que, por más empresarios que hayan pasado por la secretaría de Economía, no logra superar el dos por ciento promedio anual.
7 de abril: los mártires de la reforma universitaria
Ha transcurrido medio siglo de aquella jornada trágica en que perdieron la vida dos jóvenes universitarios: Juan de Dios Quiñonez y María Isabel Landeros. Ese 7 de abril de 1972, cientos, miles de estudiantes que libraban una decidida lucha contra la represión y el autoritarismo gubernamental empeñado en mantener a toda costa el rectorado de Gonzalo Armienta Calderón, fueron víctimas de una agresión brutal. Esa lucha que sacudió la universidad entera y las conciencias de muchos otros sinaloenses, hundía sus raíces en la tradición combativa del movimiento de reforma universitaria de Córdoba, Argentina, en 1918, y muchos de quienes participábamos en esas jornadas, nos sentíamos herederos de aquellos que postulaban en su manifiesto la necesidad de que las universidades dejaran de ser “refugio secular de los mediocres”.
A medio siglo de aquellos acontecimientos, es bueno recrear la memoria histórica del movimiento democrático por la reforma universitaria, recordando a esos dos jóvenes, Juan de Dios e Isabel, Isabel y Juan de Dios, que fueron, como lo dijera el ilustre poeta Juan Eulogio Guerra Aguiluz, “dos varitas de nardo cortadas al amanecer”.