El fracaso de la política de “abrazos, no balazos”
CÉSAR VELÁZQUEZ ROBLES (Sinaloa). Este lunes se dio a conocer el ranking de las 50 ciudades más violentas del mundo. Lo primero a destacar es que las ocho primeras del listado son mexicanas. Empieza uno a revisar el listado y pareciera que en el mundo no hay sino solo ciudades de nuestro país. Zamora, Ciudad Obregón, Zacatecas, Tijuana, Celaya, Ciudad Juárez, Ensenada y Uruapan. Más allá aparece Colima (14), Acapulco (16), Cuernavaca (18), Irapuato (21), León (22), Chihuahua (30), Morelia (34), Cancún (40) y Culiacán (43). Nada como para sentir motivos de orgullo: 17 ciudades mexicanas entre las más violentas del mundo. La investigación, realizada por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, apunta que estos datos dan cuenta de que México, por tercer año consecutivo, es el epicentro de la violencia mundial urbana, lo cual, apunta, “no es una casualidad, sino el resultado de la política de ‘abrazos, no balazos’, practicada por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, política que consiste en dejar a los grupos criminales en casi absoluta libertad de asesinar, desaparecer personas, extorsionar y robar.”
Diría que habría que matizar esta expresión. Ciertamente, esta política de “laissez faire, laissez passer”, ha propiciado un escalamiento sin precedente de la violencia. Los grupos delincuenciales y su densa red de relaciones han ido avanzando y capturando zonas donde el Leviatán estatal imponía su hegemonía, como se advierte, por ejemplo, con los grupos de autodefensa y las cada vez más poderosas corporaciones y grupos armados relacionados con el narcotráfico. Pero este pernicioso fenómeno no es privativo de este periodo de la vida pública de México, y sus primeras y más evidentes manifestaciones surgen en el momento en que el Estado, que se supone tiene el monopolio de la violencia legítima, cede esa atribución a grupos ilegales, extralegales o alegales que imponen su dominación a través del recurso de la violencia armada que no acepta ni reconoce ningún orden legal y recurre a la violación sistemática del Estado de derecho. Pero volvamos al tema y destaquemos un hecho:
Culiacán, que ha sido por años epicentro de la violencia criminal, y asiento de las más poderosas bandas que han puesto en un predicamento a las instituciones estatales y federales de seguridad, ha dejado de estar entre las primeras ciudades más violentas del mundo, aunque ello no debe ser óbice para reconocer que la cultura de la violencia se encuentra firmemente asentada en nuestra vida colectiva. De acuerdo con las investigaciones realizadas por el Centro citado, y recogidas por el portal adiscusion.com.mx, la capital del estado sinaloense pasó del lugar 12 en 2017, al lugar 16 en 2018, luego al 21 en 2019, al 25 en 2020 y descendió hasta el 43 en 2021, una caída de 18 lugares respecto del año anterior.
Un buen dato sin duda, que habla bien de los esfuerzos institucionales para garantizar la seguridad física y jurídica de una población que también se hartó de vivir en un ambiente de zozobra e inquietud. Habla también positivamente de una sociedad civil, que sin ser muy amplia e influyente, ha hecho un aporte importante a través de los consejos de seguridad ciudadana.
Para los sinaloenses se trata de datos alentadores. Salir de esta lista de las 50 ciudades más violentas del mundo, será un logro importante. Eso significa que no todo está perdido.
POLITEiA: Sinaloa en busca del camino perdido
Muy probablemente este viernes ya esté en circulación el número 79 de POLITEiA, revista del pensamiento político. Es de reconocerse el gran esfuerzo que ha hecho nuestro editor Nicolás Vidales Soto para tener a tiempo la publicación y cumplir con nuestros lectores. Ebn la sección “Sinaloa en busca del camino perdido”, incluimos cuatro colaboraciones de destacados académicos e intelectuales, dos de ellos que han combinado su quehacer como docentes universitarios con sus tareas de funcionarios de alto nivel en la administración pública, César Valenzuela Espinoza y José Santos Maradiaga.
Valenzuela Espinoza apunta en su ensayo “Retos y fortalezas del gobierno de Rubén Rocha Moya, apunta:
“… dicha consulta (para la elaboración del PED) sin duda será muy útil a lo largo del 2022, solo que esta oportunidad podría no aprovecharse, en la medida que el PED siga la retórica de casi treinta años, al resumir el grueso de las demandas presentadas en la consulta, como programas o proyectos a desarrollar en los seis años de gobierno, sin considerar las condiciones que permitan un verdadero cambio estructural, ni las posibilidades económicas del erario estatal y municipales, así como las posibilidades de realizar asociaciones público- privadas (APP), debido a la dificultad de lograr una importante asignación de recursos de parte del Ejecutivo Federal, por la rigidez del Presupuesto de Egresos de la Federación, cuyo gasto programable está orientado a las obras emblemáticas del presente gobierno, así como a sus programas sociales.”
Por su parte, Maradiaga Ceceña postula que: “Este entorno debe de ser considerado en la perspectiva T-MEC y actuar para aprovechar la oportunidad de atraer inversiones mediante la inserción de Sinaloa en las cadenas de valor. Reducir el clima de incertidumbre, tal como se ha avanzado en la planta de fertilizantes en Topolobampo, aprovechar la disponibilidad de gas natural para la planta productiva concertada con la CFE, construir y mejorar la infraestructura carretera y portuaria para enlazar con las economías del norte de México y sur de Estados Unidos.
Debemos reconocer que el gobierno estatal ha abierto un compás esperanzador, a partir de una narrativa fundada en altas expectativas, su plan de gobierno no puede soslayar la construcción de ese ecosistema favorable al crecimiento económico que ayude efectivamente a resolver el problema de la pobreza y atenuar la desigualdad.”
Datos, elementos e hipótesis para un debate de calidad. En efecto, en busca del camino perdido.