VIOLETA DEL ANÁHUAC/ Rocha y la libertad de expresión

ISABEL ORTEGA MORALES (Guerrero). Que irónico parece que un periodista con tanta credibilidad y denostado por quienes ofrendó su amistad, haya partido en el mes en el que se conmemora la Libertad de Expresión, en un día de elecciones ordinarias, en un sexenio por el que apostó su prestigio.

La libertad de Expresión desde el pedestal de La Mañanera está herida.

Y quienes estuvieron en las calles para demandar la apertura a la apertura de esta libertad, hoy apliquen el peligroso riesgo de la censura a saber y a expresar.

Mario Ruíz Redondo, Premio Nacional de Periodismo y dos veces reconocido por experiencia, entre muchos galardones que recibió, no daba crédito a los señalamientos que desde el gobierno se hacía a Ricardo Rocha, así como a la descalificación de su trabajo. Un día me dijo “Isabel crees que muera antes de que López Obrador se disculpe por la afrenta que le hizo a este gran periodista”. Y es también irónico, sí, Mario, que cubrió guerrillas serias para liberar la opresión a los pueblos y que después vio como estos esclavizaban con otras formas y ejercicios, murió antes de esa disculpa que, no llegó en vida y que ahora en la expresión del pésame carece de valor.

Periodistas serios que creyeron en el liderazgo de quien hoy gobierna han sido perseguidos, y los que no, forman parte de un selecto grupo que no cuestiona, solo obedece mostrando con ello que lo que hacen, no es periodismo.

Hay muchas formas de silenciar el ejercicio periodístico, y la violencia que se vive en el país y la denostación y descalificación con “quien es quién en las mentiras” no dejan duda de que se convierte en una presión psicológica sobre la sociedad que influye en la percepción de la práctica de esta actividad con la carga de desprestigio de periodistas que tiene, como propósito final, dejar de creerles para que la crítica no crezca.

Ricardo fue periodista valiente. Una virtud que le costó con quien debió defenderlo y respaldarlo cuya respuesta generó contra el comunicador agresión en redes como un acto inmediato y casi automático para ejemplo de quien quisiera hacer lo mismo.

Defender la libertad de expresión implica defender los demás derechos, sin éste los demás no están seguros, no tienen cabida en una sociedad que se diga democrática cuando rige el miedo y el silencio. Y Ricardo enseñó con diversas acciones que había que liberar la verdad para que el pueblo, el que es depositario de las leyes, el vulnerable de un ejercicio de gobierno que carece de legitimidad social, pueda salir adelante.

Esta semana, cuando se enarbolen las banderas de la Libertad de Expresión en México, hará falta la reflexión seria de un periodista serio, responsable, coherente. Y el contexto del, ahora sí, último tramo de su vida, quedará como una cita del riesgo de ejercer el periodismo cuando un gobierno no confía en quienes la practican.

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