VIDA Y LECTURA/ Vindictas

MARCELA ETERNODA ARÁMBURU (SemMéxico, Aguascalientes). La semana pasada cometí un error al afirmar que Maximiliano de Habsburgo, de trágico destino en México, fue hermano de Elizabeth de Baviera, la famosísima Sissi, de quien apenas estamos empezando a conocer su historia verdadera y compleja. De hecho, la bávara sí tuvo un hermano llamado Maximiliano, pero éste no fue emperador de México. El que sí lo fue era su primo hermano, el segundo hijo de los archiduques Francisco Carlos de Austria y Sofía de Baviera, hermana de la madre de Sissi. Queden pues, asentadas, mis más sinceras disculpas.

La palabra “vindictas” significa en su sentido más amplio obtener una satisfacción por el daño recibido; restaurar lo que un agravio u ofensa causó. De forma más directa significa venganza. Cobrar o resarcirse, por propia mano, de un acto que infligió dolor, perjudicó o lastimó a otra u otras personas. “Vindictas” es el título de una colección de 20 cuentos escritos por olvidadas cuentistas latinoamericanas.

El esfuerzo fue coordinado -bajo el auspicio de la Universidad Nacional Autónoma de México- por María del Socorro Venegas Pérez y Juan Carlos Casamayor Rodríguez, ambos escritores dedicados a rescatar del olvido a mujeres escritoras, en este caso cuentistas, a las que se les cubrió con los polvos de la patriarcal desmemoria selectiva. El esfuerzo no fue menor, y creo que fue producto de una idea bien acogida, que logró terminar en un libro que, no solo rescata a cuentistas latinoamericanas relegadas, sino que, además, insiste en mostrar que fueron excluidas por ser mujeres.

Es muy relevante leer en el prólogo de “Vindictas” que, Venegas y Casamayor,  buscaron en un buen número de antologías de cuentos hispanoamericanos a las mujeres y encontraron que, en muchas de ellas, no había una sola autora. Es más, solamente encontraron una, en las decenas de antologías latinoamericanas e iberoamericanas que revisaron, en donde con enormes concesiones aparece el nombre de una mujer, la chilena Marta Brunet Cáraves. Quizá sea válido especular que su inclusión se debió más a su carrera diplomática que a su talento como escritora.

“Vindictas” reúne 20 voces, veinte cuentos, de 20 mujeres escritoras. Veinte países con sus enormes similitudes y evidentes diferencias. Muchos contextos, diferentes miradas, relatos personales que, de tan íntimos, mueven a la irrealidad; temas prohibidos en el siglo pasado que cobran una enorme importancia si consideramos el tiempo y el lugar donde fueron concebidos; costumbres, imaginarias o reales, que solo la antropología puede explicar, pero que deslumbran por insólitas; voluntades que se enmascaran para dar salida a deseos y pasiones inimaginables en sociedades represoras y restrictivas, solo con las mujeres.

De la lectura de los 20 cuentos destacó el papel protagónico que tienen las figuras de la abuela, la madre, las tías y las hermanas. Los relatos abordan las metamorfosis femeninas y las diversas formas de parecer lo que no se es, para poder ser, con discreción o sin ella, lo que se es en realidad. A veces con pena, a veces con culpa, pero siempre por necesidad vital. Todas estas mujeres, se dan cuenta de que vivir es mucho más que sobrellevar una vida cercada, mediocre o infeliz; que ellas pueden cambiar, cambiarse, reinventarse o asumirse, aunque eso cueste, y a veces, cueste mucho; que ellas son cuerpos, mentes, voluntades.

“Barlovento”, de Marvel Luz Moreno Abello, se extiende por el tiempo en una complicidad amorosa poderosa que explica la fortaleza de su protagonista. “Guayacán de marzo” nos recuerda que a veces solo podemos acceder a la libertad, si eliminamos a quien nos mantiene esclavas, como dice la panameña Bertalicia Peralta. “Locura”, con una sintaxis de musicalidad especial que subyuga, da cuenta del talento de María Luisa Elío Bernal para intimar con las y los lectores. “Cuando las mujeres quieren a los hombres”, donde las dos Isabeles mancillan la memoria de Ambrosio, y pone el acento en ese imaginario masculino del que tanto ironiza Rosario Ferré Ramírez de Arellano. Y, la breve historia que cuenta la paraguaya Teresita de Jesús Delgado Salinas, quien firma como Susy Delgado, que se enfoca en visibilizar las múltiples invisibilidades de las mujeres, en “La sangre florecida”.

Al final, se encuentran las semblanzas de las veinte escritoras que integran, cada una con un cuento, esta bellísima antología de las relegadas, las olvidadas, las menospreciadas que, finalmente muestran su luz, unas con más fuerza y contundencia que otras, pero todas contribuyendo a demostrar que estuvieron ahí, que escribieron, editaron, enseñaron, promovieron la lectura e hicieron constantes esfuerzos para ser leídas, escuchadas e incluidas. Sus voces sonaron pero no fueron escuchadas, ante los oídos sordos, siempre cerrados a todo lo que tienen que decir las mujeres.

Leer “Vindictas” es una manera de honrar y reconocer esas presencias, es una forma de memoria racional y emocional que obliga a reconocernos en ellas. Y a reconocerlas como las perpetuas precursoras, esas que se van sumando porque cada vez que se logra una posición, un espacio, un reconocimiento, hay que defenderlo, cuidarlo y protegerlo siempre; so pena de sucumbir ante los constantes embates del olvido. Debo confesar que algunos de los cuentos no logran emocionar a quienes los leen, pero las razones son obvias, se trata de cuentistas de varias generaciones y distintas latitudes.

De lo que estoy cierta, es que el ejercicio de leer a estas 20 cuentistas, a todas, con una actitud abierta y receptiva, nos hermana con ellas. Además, es una buena manera, desde mi perspectiva, de honrar y reconocer no solo su trabajo, sino su inquebrantable esfuerzo.

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