VIDA Y LECTURA/ ¿Qué sigue?

MARCELA ETERNOD ARÁMBURU

SemMéxico, Aguascalientes. Apenas el pasado mes de noviembre, el grupo editorial Penguin Random House puso en circulación en formato digital un libro escrito a marchas forzadas, según confiesa su autora. Se trata de “¿Qué sigue? 20 lecciones para ser ciudadano ante un país en riesgo”, escrito por Denise Dresser. Este libro se suma a la amplia bibliografía, más o menos reciente, que alerta sobre los riesgos que corren las democracias en el siglo XXI. Donde, partiendo de los desencantos que conllevan los inacabados procesos democráticos y considerando la lentitud de los cambios cuando se tienen que construir amplios consensos, es fácil caer en engaños que proponen soluciones rápidas para problemas multidimensionales muy complejos.

Es un libro que parte de una certeza cuestionable: urge recuperar la democracia mexicana, con todos sus problemas, para construir un país donde gobierne la ciudadanía, donde se incluyan a todas las personas, se respete la pluralidad y tengan espacios las minorías. Dresser está convencida que el México de hoy forma parte del “club deshonroso de las democracias en proceso de erosión.” A lo anterior hay que sumarle otra certeza de la autora: la mayoría de las y los mexicanos, aun los medianamente ilustrados, desconocen la historia electoral del país. Afirma que “ya no recuerdan cómo era el México autoritario y todo lo que hicimos para cambiarlo”.

“Yo también he tratado de entender y explicar por qué tantos se sienten atraídos a un líder claramente no apto para gobernar, peligrosamente impulsivo, viciosamente connivente e indiferente a la verdad” dice la autora. Quizá parte de la explicación se encuentre en lo fácil que resulta seguir y lo difícil que es abrir caminos con honestidad intelectual y pericia técnica; en lo atractiva que resulta la tentación de que sean otros los que propongan o encuentren soluciones, en lugar de tratar de contribuir y asumir una cierta corresponsabilidad; en lo fascinante que resulta el creer con fe irracional que alguien puede resolver —de una vez por todas— los problemas colectivos, en lugar de esforzarse por estudiar, pensar, reflexionar, analizar, debatir, dudar y asumir una cierta responsabilidad ciudadana ante los pocos o nulos resultados.

Denise Dresser pretende hacer una convocatoria amplia para “ser ciudadanos”, para pensar un país que sea de todas y todos. Esa es la razón por la que propone recorrer 20 temas. Se trata de hacer un ejercicio de revisión ciudadana de los resultados alcanzados por el actual gobierno, a la luz de las aspiraciones democráticas y ante la posible amenaza de que el actual gobierno “cargue los dados” para darle continuidad a una propuesta de transformación que sembró esperanzas en 2018 porque partió de un “diagnóstico correcto” pero que “ha derivado en decisiones autoritarias que exacerban los males heredados.”

Las 20 lecciones que presenta Dresser son pequeñas notas para reflexionar sobre qué clase de ciudadanas y ciudadanos somos. ¿Somos porristas del actual gobierno? ¿Somos sus fans? O sea, quien sea, no importa quien gobierne, como ciudadanía analizamos, verificamos, pensamos y reflexionamos.

¿Sabemos detectar la propaganda? Los otros datos son propaganda; los problemas ya resueltos como la corrupción, la seguridad pública, la delincuencia, la salud o la educación son claramente mantras propagandísticos. La guerra entre buenos y malos es propaganda y ha servido por milenios para justificar atrocidades.

¿Queremos acabar con los Tlatoanis? En un país democrático no hay intocables, no hay infalibles, no hay omnipotentes; tampoco hay devotos, ni fieles, ni discípulos y, en consecuencia, no hay mesías, ni santos. Hay ciudadanos, servidores públicos, responsabilidades, normas, reglamentos, rendición de cuentas y justicia. Hay instituciones que funcionas conforme a una sólida normatividad, se manejan con reglas claras, rinden cuentas, son transparentes, son evaluadas y se sanciona su, siempre perfectible, desempeño.

¿Deseamos un país igualitario, incluyente, feminista y plural, donde quepamos todas? Los “fakefeministas” pululan por todas partes, controlan los presupuestos, restringen los accesos, cuidan que las feministas partidistas hablen bajito y se escondan donde puedan. Vigilan que las feministas jóvenes sean encasilladas, denostadas y exhibidas como furiosas contestatarias violentas. ¿Podemos identificarlos?

“Ojalá nos rehusemos a creer que México será mejor si millones aspiran a menos en vez de que millones aspiren a más.” ¿Suscribimos esa idea? ¿Estamos en contra de los nuevos saqueadores como estuvimos en contra de los viejos? ¿Pensamos que realmente ya se rescató a PEMEX? ¿Qué ya tenemos un buen sistema universal de salud? ¿Qué ya se acabaron los privilegios de las castas doradas? ¿Qué ya se resolvió el problema de las energías verdes, renovables, limpias?

Como se puede ver, hasta aquí, se trata de pensar en ese México actual, real, y en la clase de ciudadanía que somos. Se trata de hacer nuestro lo público; de dilucidar entre todos cómo eliminar excesos y privilegios, cómo gravar la riqueza en aras del bienestar colectivo, cómo pedir cuentas. Se trata de preguntarnos cómo podemos construir un país incluyente, decente, tolerante, crítico, exigente, informado y civilizado, amparado por un Estado que garantice la paz y la seguridad, apoyado en la ciencia, la técnica y el trabajo.

Pero, hay otra manera de ver este libro. Verlo como un indicador notable de nuestro déficit democrático, de nuestra precaria formación cívica, de lo poco que 30 años de conflictiva democracia lograron para construir una ciudadanía responsable y participativa. Obligarnos a reflexionar no está mal para cerrar un año lleno de incertidumbre y violencia, sumergido en la impunidad y amenazado por múltiples miedos, reales o imaginarios.

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