VIDA Y LECTURA/ Mujeres que leen

MARCELA ETERNOD ARÁMBURU

SemMéxico, Aguascalientes, Aguascalientes. Todo empezó en noviembre de 1993 con un grupo de nueve mujeres, organizado por Ana Laura Pineda,  y la lectura de El muchacho persa, de Mary Renault. El grupo de lectura se organizó con mujeres que Salvo una de ellas, todas habían emigrado a la ciudad de Aguascalientes, que ; eran madres, esposas y, la mayoría, trabajaban dentro y fuera del hogar. Mujeres que compartían el placer de la lectura y decidieron reunirse el primer jueves de cada mes, a las nueve de la noche, en casa de alguna de ellas.

Con el transcurso del tiempo y la experiencia que dieron varias reuniones, se establecieron el grupo decidió establecer algunos acuerdos de orden general para la selección de los libros. El primero: que los textos propuestos no fueran sólo un título. La proponente tenía que explicar el porqué de su propuesta y, de ser posible, contextualizar los elementos que apuntaban a que la lectura sugerida era recomendable., los libros se seleccionaban por votación.

El segundo: entre todas regalarían un libro de su elección a quien hubiera leído todos los libros del año anterior. Este acuerdo duró poco ya que, para nuestra vergüenza, siempre lo ganaba Teresa Acosta, con excepción de una ocasión que empató con ella Ana Laura Pineda.

El tercero: leer cada año las obras de la persona galardonada con el Premio Nobel de Literatura. Este acuerdo inició con Darío Fo en 1997 y explica por qué no leímos a Kenzaburō Ōe, quien lo recibió en 1994;,  a Seamus Heaney en 1995 ni a Wislawa Szymborska, poeta y ensayista polaca reconocida en 1996. Pero sí se leyó, aunque varios años más tarde, a Toni Morrison, galardonada en 1993.

El tercerocuarto: decidir —al presentar las propuestas— la conveniencia de leer, todas,  el mismo libro o dejar a cada lectora la libertad de elegir cualquier texto de la autora o el autor seleccionado. Se ha dado muchas veces el caso, cuando se trata de varios títulos, que los comentarios llevan al intercambio de los libros. H entre nosotras. Nos ha pasado que un año se elige elegimos a un autor o autora y varios años después se leemos otro de sus libros., eso sucedió con Juan Villoro, Elena Ferrantes, Fedor Dostoievski, Almudena Grandes, Orhan Pamuk, Rosa Montero, Mario Vargas Llosa, Laura Restrepo y varios más.

No hay tenemos reglas para el intercambio de los nuestros, casi siempre, discrepantes puntos de vista. Se opina sin reservas, aunque las personalidades marcan el tono; están las apasionadas que comentan el libro con contundencia; las reflexivas que lo llevan a distintos planos con precisión y cuidado; las exploradoras que siempre encuentran una cita destacable o un par de párrafos exquisitos.

A veces se discute o se disiente, amable o firmemente, se expresa el desagrado por alguna lectura, aunque la mayoría haya expresado su gusto y compartido sus razones y a la inversa. Se conversa Hablamos sin miedo, a veces, sin prudencia, pero evitando a, usamos el humor, somos irónicas. Tenemos un lenguaje gestual que hemos refinado con el tiempo y consiste en movimientos faciales, oculares y corporales que permiten que las pasiones no se desborden. o animan a complementar intervenciones o a analizar desde otros ángulos. Ese lenguaje contribuye a tener un espacio de cordialidad y camaradería.

El grupo no acepta Desechamos los libros de autoayuda o de engañosas recetas para superar pérdidas, divorcios, despidos laborales, abandonos filiales y un largo etcétera; todo eso se dejan de lado, convencidas de que quien los necesite los puede leer con recogimiento.

Estamos conscientes de que no leemos poesía. Apenas contamos en nuestra lista con dos o tres poetas y un medio poeta que realmente es cantante y que, incomprensiblemente para nosotras, recibió el Nobel en 2016. Ya nos hemos llamado la atención por eso. Lo mismo sucede con las obras de teatro, a pesar de saber que algunas son relevantes, vanguardistas o fundamentales no las leemos. Aunque una vez hicimos un ejercicio de teatro en atril y leímos La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca. La experiencia nos gustó, pero no la repetimos.

Otro ejercicio de lectura interesante consistió en dividirnos por capítulos la novela de Cervantes: Don Quijote de la Mancha. Cada una tenía que elaborar un resumen de su parte y compartirlo de manera ordenada, para que todas tuviéramos una comprensión completa del texto. La sesión tuvo lugar un frío diciembre, todas cumplimos con la tarea, no hubo ausencias y logramos enlazar un resumen con otro de manera articulada. La experiencia colectiva fue divertida y disfrutable, pero tampoco la hemos repetido.

Nos hemos equivocado en la selección de algunos libros y guardamos de ello recuerdos indelebles. El monstruo pentápodo resultó malo y desagradable, llegamos a la conclusión de que era un texto espantoso. Sin que despertara en nosotras tan intensos sentimientos como el anterior, La guerra de las salamandras, tan elogiado por su imaginación, decepcionó a la mayoría. De a perrito y Los niños bien, que elegimos para explorar la marginalidad de escritores inclasificables, subversivos, crudos y directos, provocaron apasionados comentarios sobre qué clase de lectoras éramos y la necesidad de abandonar la condescendencia y catalogarlos como sórdidos y , brutales. y con pésima sintaxis.

Nuestra ala vanguardista nos convenció de explorar una novela que conjuntaba la historia con el humor desenfrenado, como nos gusta el humor y no nos molesta el desenfreno leímos La cena del bicentenario, que suscitó tan tajantes comentarios que un ejemplar fue quemado en el mermado fuego de la chimenea. Aquí estamos obligadas a afirmar con contundencia que nosotras no quemamos libros. Se trató de un impulso suscitado por la decepción de cerrar el año con una muy mala lectura, lo que llevó a arrojar un ejemplar a la chimenea, una vez que se había comentado el libro y ante las miradas estupefactas de las otras y la voz alarmada de una de ellas diciendo lo mal que estaba hacerlo. Sea como fuere, el libro se quemó y dejó el tácito acuerdo de que una salvajada como esa no se repetiría.

La membresía a “Mujeres que leen” es por invitación. Cualquiera puede incorporar a una nueva integrante, lo único que tiene que hacer es avisar que en la próxima reunión traerá a una invitada y traerla. Como todos los colectivos, el nuestro ha sufrido pérdidas a lo largo de estos treinta años. Afortunadamente, la mayoría es por abandono —con o sin causa—, pero también hemos tenido bajas por fallecimiento, accidentes y cambios de residencia.

Con frecuencia recordamos a Evangelina Higuera Fernández con sus pícaros ojos que lo decían todo, su franca risa o disimulada sonrisa que no necesitaba palabras, y su incisivo y negro sentido del humor. Lamentamos su muerte y la seguimos recordando como parte del grupo. Hemos tenido largas ausencia como la de Victoria Cardoso Castañeda, quien sufrió una grave caída de la que todavía no logra recuperarse.

Las Contamos con caras nuevas que, debemos confesar, llegan con timidez y reserva, tanteando el terreno, recelosas o inseguras. A los pocos meses pierden gran parte de sus reservas, la timidez las abandona y se suman a la cordialidad colectiva porque entienden y sienten que somos un grupo de entusiastas lectoras, que disfrutan compartir sus puntos de vista y adoran los libros porque leyendo se aprende, siente, piensa e imagina junto con la autora, el autor, y sus personajes; y compartiendo lo leído, todo lo anterior se potencia.

En un par de ocasiones se invitó a algún amigo que nos había recomendado la lectura de algún libro, a comentarlo con nosotras. Acudieron con puntualidad, con la tarea hecha y buen ánimo, pero se sintieron en desventaja, algo nerviosos, cuestionados e intimidados por el conjunto.

Lo que siempre nos deja como grupo satisfechas es cuando alguna de nosotras comenta que, gracias a las opiniones, reseñas y énfasis que las demás compartieron, hará una nueva lectura del libro o releerá los pasajes comentados con otra mirada. Así de enriquecedoras son nuestras las reuniones donde se comparten opiniones opuestas, se destacan personajes, se explicitan las emociones que la lectura suscita, se dan explicaciones y se admiten las equivocaciones e imprecisiones, tan frecuentes cuando se habla sin guion. Así es como las voces fuertes, naturales o entrenadas, comparten con las más reflexivas que quieren profundizar algún aspecto o con las más suaves que requieren un empujoncito y, muchas veces, sorprenden por inteligentes y articuladas.

Con el paso de los años se han ido estableciendo algunas tradiciones. Las propuestas de qué leer mes a mes, desde muy al principio, se presentan en la reunión de noviembre. Las integrantes investigan con antelación y cada una propone uno o más títulos. Éstos se aprueban o se rechazan, casi siempre por votación o consenso. La integración de la lista, así como el lugar y la fecha de cada reunión la hace Maricarmen Figueroa Perea, quien ineludiblemente queda completa y aprobada  la entrega completa y revisada en la última reunión del año (diciembre). Así, tenemos definido nuestro calendario con anticipación y podemos iniciar la lectura de cada enero sin prisa.

También es una tradición la celebración del fin de año de “Mujeres que leen”. La anfitriona, desde hace ya muchos años es Amalia Brown del Rivero quien, junto con nuestra meticulosa administradora, María Teresa Acosta Guzmán, y la colaboración de quienes quieran, se ocupan de la organización. La razón de este festejo es derramar parabienes las unas sobre las otras, agradecer por un año más juntas y refrendar nuestro compromiso de seguir leyendo. .

Suena meloso y cursi, pero en estos ya largos tiempos de insólitas y extendidas violencias, de actos de crueldad inenarrables y constantes, de desesperanza cotidiana y de tantos pequeños o incisivos miedos, hay que resaltar las muchas acciones de gentileza y bondad, de amabilidad y solidaridad, de amistad y generosidad que recibimos y brindamos dentro y fuera del grupo.

Durante los duros meses de la pandemia, las reuniones se hicieron por Zoom y gracias a ese poderoso software pudimos vernos y oírnos, mantener la cercanía, pese a las circunstancias y continuar con la dinámica de la lectura el Círculo de lectura. Pero llegamos hemos llegado a la conclusión de que nada reemplaza las reuniones presenciales y, una vez terminada la pandemia, redoblamos nuestro compromiso para leer y asistir a nuestra cita de los primeros jueves de cada mes.

Somos un grupo de lectoras tan diverso como diferentes son nuestras personalidades e historias de vida. Un grupo que cada vez es más tolerante e incluyente. Esto se escribe fácil, pero es necesaria la empatía y la prudencia cuando los ánimos se encienden y aparecen los miserables destellos de la burla o la descalificación. Ser empática y comprensiva, en lo personal, es un acto de voluntad y adiestramiento; ser un grupo empático e incluyente es de un refinamiento inexplicable.

Nuestro grupo es un grupo de mujeres donde no sólo comentamos los libros que leemos sino también nuestros logros y tropiezos en el trabajo, lo que va o no va bien en el amor o con nuestras hijas e hijos o con nuestras familias. Hablamos de nuestros temores, defectos e inseguridades. Algunas se desahogan, otras con escuchar otros puntos de vista se sienten mucho mejor.

Para resaltar nuestros cumpleaños más significativos como colectivo lector hemos escrito tres varios textos. Primero hicimos, una especie de “memoria” cuando cumplimos 10 años, centrado en cómo se formó el círculo de lectura, qué se había leído hasta ese momento y qué percepción tenía cada una sobre este grupo. Después, dos libros: Mujeres que leen, para celebrar nuestro 15° aniversario en 2008 y Mujeres que leen. Veinte años, para felicitarnos en nuestro vigésimo cumpleaños.

Para celebrar nuestro trigésimo cumpleaños s treinta años, en noviembre de 2023 nos propusimos hacer 13 relatos cortos, utilizando como materia prima los títulos de algunos de los libros que hemos leído a lo largo de todo este tiempo (679XXX libros de libros de 328YYY escritoras y autores), hilando con ellos una narración. Los relatos se encuentran en: “Mujeres que leen 30 años”, un libro digital que celebra treinta años de lectura compartida por un grupo de mujeres que atesora el enorme placer de leer y conversar sobre lo leído.  —dándonos pequeñas licencias como eliminar algunos artículos o preposiciones—. La tarea fue divertida, aunque tuvo un grado de complejidad, ya que tenemos títulos muy difíciles de engarzar con otros. Además, nos propusimos evitar —en la medida de lo posible— repeticiones porque hay títulos que son muy fáciles de integrar en los textos.

El tiempo pasa y todas envejecemos, pero conservamos vivo el grupo. Nos encanta leer y lo disfrutamos. Nos agrada la compañía de las otras, el ambiente de calidez y solidaridad. Siempre nos sentimos bienvenidas, bebemos, comemos, conversamos y la pasamos bien. Y parafraseando, de nuevo, a Virginia Woolf, esperamos seguir leyendo y llevar nuestros libros bajo el brazo porque con el sólo hecho de leer y compartir lo que leemos, tenemos nuestra recompensa, porque amamos los libros.

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