VIDA Y LECTURA/ Frida Escobedo López

MARCELA ETERNOD ARÁMBURU (SemMéxico, Aguascalientes). Kennet Robinson, reconocido pedagogo británico, fue uno de los más minuciosos y acertados críticos de los sistemas educativos occidentales. Señaló, hasta el cansancio, la necesidad de modificar la forma tradicional de la enseñanza para darle entrada en las aulas a la creatividad y al talento de las personas, desplazando su afán de homogeneizar al estudiantado, considerando la diversidad de inteligencias que tienen las personas y lo amplio que son sus intereses.

Escribió sobre como renovar la educación, sobre lo importante de la innovación educativa y sobre nuevas pedagogías. En su libro El elemento: descubrir tu pasión lo cambia todo, aborda un tema fascinante al vincular los talentos de cada persona con sus deseos y pasiones, que derivan muchas veces en la excelencia, aunque no en todos los casos, pero siempre en la satisfacción con el quehacer elegido y la alegría que proporciona hacer lo que nos gusta y apasiona. En una de esas inspiradoras charlas de TED, el doctor Robinson afirma que hay un enorme desperdicio de talentos y que los contextos escolares, familiares y sociales, en general, conspiran para que las pasiones y las capacidades personales se dejen de lado, en aras de una educación estandarizada, obediente, subordinada y plana.

Lo anterior viene a cuento porque el pasado 12 de marzo la arquitecta Frida Escobedo López recibió la noticia de que había ganado el concurso para diseñar una nueva ala del icónico Museo Metropolitano de Nueva York. Un espectacular logro profesional de un despacho pequeño donde la colaboración es un elemento indispensable, y un ejemplo de lo lejos que se puede llegar cuando se combinan talento, trabajo, tenacidad y valor. Destaco este último componente, valor, porque Frida Escobedo decidió concursar en un espacio reservado a los grandes de la arquitectura y elaboró una propuesta innovadora, vanguardista y pragmática, con creatividad y profundidad que, finalmente fue la ganadora. Solo por eso, merece mi reconocimiento y respeto.

Conocí a Frida cuando tenía tres años, hija de una destacada feminista (María de la Paz López Barajas) y de un reconocido ginecólogo (Fernando Escobedo Aguirre). Desde ese entonces he seguido su ruta de vida, tanto en lo escolar, como en lo personal y en lo profesional. Decidió, —no sin dudas y cuestionamientos— estudiar arquitectura y nadie le dijo que eso no era propio de mujeres, ni la trató de convencer de estudiar otra cosa, ni tampoco que si elegia ser arquitecta, no podría cambiar de carrera si descubría que no le gustaba.

Educada en un ambiente de libertad, respeto e igualdad, rodeada de personas que conscientemente escuchaban a las y los jóvenes, que cuestionaban con interés, transmitían sus experiencias y se interesaban tanto por los conocimientos como por los sentimientos en esos años de adolescencia y juventud que exige la formación profesional. A Frida se le presentaron oportunidades y su entorno coadyuvo para consolidar su talento. Desde mi perspectiva, es un ejemplo de hasta donde pueden llegar las mujeres si se les da la oportunidad de poder ser, hacer y decidir por sí mismas, acompañando sus propios procesos de formación y estructuración personal con cariño y empatía.

En 2003, junto a su colega Alejandro Alarcón Fierro (arquitecto postestructuralista), le dio vida a su primer despacho de arquitectura —“Perro Rojo”—. Juntos diseñaron la Casa Negra para un amigo, fotógrafo de profesión, que tenía muy poco dinero. Con la idea de hacerle un espacio habitable, pensaron en esas cajas negras de los fotógrafos y diseñaron como base estructural una caja, optimizando el espacio. Lo relevante de este proyecto es que, con escasos recursos, lograron un espacio habitable, confortable y con una vista esplendida, gracias a una enorme ventana. “Perro Rojo” pasó al recuerdo al disolverse la sociedad, pero la vivienda sigue ahí.

En 2006, Escobedo (junto con José Rojas) hizo el rescate y la renovación arquitectónica del hotel Boca Chica en Acapulco, transformando un proyecto de los años cincuenta con un nuevo diseño que lo revitalizó: brillante, acogedor y disfrutable. Los que saben de arquitectura opinan que el trabajo de Frida en este hotel le dio esa voz propia, que con el paso del tiempo se hizo más fuerte, clara y con interesantes matices que hoy son características contundentes en sus proyectos. Pero también afirman que en Boca Chica se permitió explorar su tridimensional espíritu creativo y juguetón.

No les voy a platicar de toda su trayectoria profesional, basta decir que entre 2006 y 2017 se mantuvo ocupada y desarrolló proyectos relevantes (Ordos 100 en 2008; el Pabellón del Museo Experimental el Eco en 2010; la restauración de La Tallera y su participación en el Pabellón Mexicano en la Bienal de Arquitectura de Venecia en 2012; la Plaza Cívica de Lisboa, 2013; su intervención en el jardín John Madejski del Victoria and Albert Museum, en Londres, 2015).

El 2018 fue un año crucial en su biografía, es el año en que la invitan a diseñar el famoso Pabellón Serpentine Gallery, en Kensington, Londres, convirtiéndose así en la persona más joven que enfrentó este reto mayúsculo. Su diseño ensambla, con creatividad e imaginación, elementos arquitectónicos mexicanos, luz, espacio y tejas de hormigón.

Sin embargo, es este año (2022) que Frida Escobedo López emprenderá uno de los más grandes retos de su carrera: diseñar la nueva ala del Museo Metropolitano de Nueva York y remodelar otros espacios del mismo museo. El solo hecho de ser la arquitecta elegida es motivo de celebración y alegría. El que sea una arquitecta mexicana joven con propuestas innovadoras y vanguardistas nos llena de orgullo y hace renacer la esperanza de que, con igualdad de oportunidades e inclusión, los muchos talentos que poseen las mujeres pueden alcanzar la excelencia.

Frida es heredera de una genealogía de feministas, de un ambiente familiar libre de violencias que arropa y acompaña. Es resultado —sin menoscabar para nada su trabajo, sus diversos talentos, su creatividad y su esfuerzo— de una educación en libertad que le permitió crecer y volar, dio amplitud a sus elecciones personales y, como producto adicional, la llevó a la excelencia. Y es un ejemplo de cómo las mujeres pueden desarrollar sus habilidades y conjugar pasión con esfuerzo, talento con imaginación, e innovación con disciplina y concreción, si se les da la oportunidad de hacerlo en un contexto de plena igualdad. ¡Enhorabuena, arquitecta Escobedo!

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