VIDA Y LECTURA/ El libro de mi destino

MARCELA ETERNOD ARÁMBURU

SemMéxico, Aguascalientes. Parinoush Saniee es una psicóloga iraní de la vieja guardia que, en el Teherán de los años sesenta, no tuvo dificultades para estudiar ni en la universidad, ni en el extranjero donde concluyó su doctorado.

Interesada en las consecuencias sociales y psicológicas para la población urbana de su país del yugo que implementó el triunfo de la Revolución de 1979 e impuso un gobierno ampliamente controlador y represivo, centró su investigación en las mujeres y en cómo la Revolución de los Ayatolas fue minuciosamente privándolas de cualquier derecho, imponiendo sanciones aterradoras ante la más mínima desviación.

Sus investigaciones la llevaron a reconocer que los anhelos de participación, elección y libertad eran solo un recuerdo de tiempos idos. Las conquistas de las mujeres iraníes, tan duramente alcanzadas y que llevaron tantos años y sacrificios, habían desaparecido y la realidad de Irán bajo los “jomeinies” era de una brutalidad impensable para millones de mujeres condenadas por la fuerza a la obediencia y la abnegación.

Tras largos años trabajando como investigadora en el ministerio de educación de su país, se dio cuenta que todos sus referentes teóricos y metodológicos, sus datos, sondeos, encuestas y propuestas acababan en los rincones olvidados de la indiferencia. Nadie leía sus investigaciones, nadie hacía eco de sus ideas.

Las evidencias que aportaba como base para cambiar las condiciones sociales, cada vez más inhabilitantes para las mujeres, simplemente eran desechadas por los despiadados e ignorantes “guías del pueblo”.

Ante las crecientes restricciones impuestas a las mujeres para que accedieran a la escuela, terminaran los ciclos básicos y entrarán a la universidad; los múltiples efectos nocivos que conllevaba la obligatoriedad de casarse, muchas veces con desconocidos o a una temprana edad (el régimen revolucionario islámico redujo la edad para casarse de18 a 8 años); o la imposición de la reproducción y la responsabilidad de la crianza bajo estrictas normas religiosas, no había nada que hacer.

Lo anterior explica porque, con base en sus investigaciones, decidió escribir una novela, “El libro de mi destino”, y darle voz en ella a los millones de mujeres que crecieron en un contexto de imposición, represión, corrupción, sometimiento, persecución, violencia y miedo. Las familias que no salieron al exilio son el contexto de la novela: las que se quedaron y se movieron al compás de los cambios lograron beneficiarse. Las que se enfrentaron al régimen acabaron en prisión o pagaron su atrevimiento con la muerte. Las que aprendieron a mantener su integridad y su esperanza forzadas a obedecer tuvieron que hacer enormes sacrificios.

“El libro de mi destino” es la historia de Masumeh, desde que borda la adolescencia hasta su madurez siendo ya abuela. Es una historia que cuenta la vida de millones de mujeres iranís. Mahmud, Ahmad y Alí son sus hermanos, alineados con un marcado machismo, disfrazado de devoto cumplimiento; ellos representan algunas de las más comunes formas de ser “hombre” en Irán. Fati, su hermana pequeña, es el resultado de años de sometimiento socialmente asumido y de obediencia asimilada.

“El libro de mi destino” es una historia de sobrevivencia cocinada con resignación, frustración, aceptación, angustia y sufrimientos innecesarios. Desde el chador y el hiyab, hasta la imposición de un matrimonio con Hamid, a quien ni siquiera conoce. Pero también es una historia de amistad a prueba de casi todo (Parvaneh), de admiración hacia otras mujeres (Charzad) y de solidaridad constante (Señora Parvin). Es el relato de una madre con dos hijos y una hija, preocupada de mantenerlos vivos y enseñarles a ser medianamente optimistas en un mundo de innumerables restricciones.

Es, además, la historia de las permanentes renuncias a lo que se anhela y de los muchos deberes a los que se obliga a millones de mujeres, bajo la consigna de obedecer y callar, en un mundo de exclusión y prejuicios. La gran lección de esta novela es que no hay nada seguro; los avances de muchas décadas pueden desaparecer en un tris tras. En términos políticos y sociales, una agenda que no avanza y se consolida retrocede a una velocidad vertiginosa.

Y es una especie de desconsolado homenaje a todas esas generaciones de mujeres en Irán que simplemente no tuvieron elección, carecieron de libertad y se les cerraron, una y otra vez, las oportunidades. Sin importar cuanto se esforzasen, cuanto se sometieran, aceptaran o trabajaran, los obstáculos permanecían. Una vez que se lograba derribar o rodear alguno, emergía otro y otro más, y así hasta aniquilar, una por una, sus legítimas aspiraciones, sufriendo todos los días por padres, esposos, hijos e hijas, parientes y compañeros.

Masumeh, la protagonista, es el arquetipo de la mujer acrisolada para ver siempre por los otros cancelándose a sí misma, pero dolorosamente consiente de la injusticia que ello conlleva. Es el estereotipo de vivir al servicio de los otros y contribuir a su crecimiento y bienestar, sacrificando siempre los deseos propios. Y, desafortunadamente, es la que acepta su destino para no incordiar a sus hijos y no avergonzar a su hija porque ha interiorizado tanto su papel que opta por la abnegación por encima del deseo.

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