SINGLADURA/ México monocromático

ROBERTO CIENFUEGOS J. @RoCienfuegos1

Insistiremos porque es un deber cívico, ético y aún patriótico en decir que de poco o nada servirá a México caer en un gobierno absoluto, con el control de los tres poderes de la Unión, así haya quienes duden que éste sea el propósito de un presidente y aún del partido político Morena, que engullen a pasos agigantados al país, todo.

La incapacidad del Senado de la República para designar a la ministra que relevó desde ayer al ex ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar, no fue sólo puesta en evidencia, sino que tampoco extrañó porque aún en los días previos abrió la oportunidad histórica al presidente Andrés Manuel López Obrador de designar a dedo a una de las tres abogadas que incluyó en su segunda terna, donde suprimió a su consejera jurídica, Estela Ríos.

En la segunda terna repitieron Bertha María Alcalde Luján, Lenia Batres Guadarrama y se incorporó Eréndira Cruz Villegas Fuentes. Ninguna de ellas alcanzó la mayoría calificada requerida para convertirse en la nueva ministra del tribunal supremo del país, lo que abrió la puerta para la decisión presidencial en favor de Batres, una determinación que dicha sea de paso hizo perder muchas apuestas en favor de Alcalde Luján.

Con esta decisión, que permitió la salida anticipada de Zaldívar de la Corte, el presidente avanza en su intento de colonizar el poder judicial de México, al que se ha encargado de manera directa de socavar lenta, pero decididamente y al que mantiene bajo la amenaza de una reforma constitucional que permitiría dizque la elección popular de los togados, pero que en el fondo implica el doblamiento de este poder a los designios de la persona que ejerza el poder Ejecutivo.

Ni hablar ya por supuesto del poder legislativo, al que ha doblegado sin que éste chistara en lo mínimo y que ha obedecido a carta cabal las órdenes del Ejecutivo para que aprueben las leyes sin cambiar una sola coma. Qué vergüenza, el poder legislativo de México, sumido en una de las peores etapas obscuras y peligrosas del país.

López Obrador con su partido Morena tienen el poder de 23 entidades del país, en un ambiente en el que no son pocos los políticos militantes de otras fuerzas políticas -el PRI, quizá el caso más dramático- que han doblado la cerviz ante este poder avasallante, que atropella y doblega cuanto encuentra a su paso.

Se agrega a esto, el otro poder, el poder castrense del país, si bien formalmente institucional, se ha colocado como el cuarto poder del presidente, quien de manera interesada la ha acercado dinero y poder como pocas antes visto y aun como nunca antes visto en el México postrevolucionario. Es claro que los ingentes recursos económicos y obras puestos bajo el mando militar constituyen un peligro latente, al menos, de corrupción, conforme al conocido refrán popular de que en arca abierta hasta el más justo peca como consecuencia de la generalizada fragilidad humana.

El año que está pronto a comenzar, México irá a las urnas para elegir unos 20 mil cargos públicos, entre ellos la titularidad del poder presidencial, el congreso federal, las alcaldías y el Congreso de la Ciudad de México, así como ocho gubernaturas, entre otros muchos puestos. Será una oportunidad valiosa y aún histórica para que los mexicanos decidamos el futuro nacional. La pregunta clave casi seguramente será si damos el mando total a un partido, como ocurrió por años con el PRI, hoy en extinción y ruina, o si redistribuimos el poder político para impedir un futuro absolutista, el impulso al equilibrio de los poderes y aún la posibilidad de expresar la policromía de un país como México, tan diverso, complejo y poblado. La forma de contrarrestar este voraz apetito por el poder dependerá de todos y cada uno de los mexicanos facultados para decidir el país qué queremos, uno monocromático o uno polícromo y diverso.

 

Por lo pronto, Singladura desea un 2024 cuajado de salud, bienaventuranza y concordia para México. Hasta entonces.

@RoCienfuegos1

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