SE COMENTA SOLO CON/ Sergio El Caballero

CARLOS RAMOS PADILLA

Insisto en que resulta muy difícil escribir sobre las bondades de los grandes amigos cuando ellos han fallecido. Hacer un recuento de su vida podría resultar sencillo, pero no de su personalidad, de sus más íntimas reflexiones, de su mística. Eso solamente se comparte con los intensos y prolongados momentos de convivencia mutua. Ahí se conoce y se aprende. Sergio Garcia Ramírez hasta en esos encuentros era generoso. Empezaba por germinar la amistad y llegada está sin condiciones, la complicidad en el debate de pensamientos. El pasado 10 de enero murió Sergio, el caballero dejando una herencia perdurable. Largas, muy largas jornadas de esgrima intelectual hice con él. No variaba su posición en lo privado ni él lo publicó, era de una sola pieza. Siempre ecuánime, tranquilo, conocedor de que de su lado le cubría una amplísima cultura. Por ello no desperdiciaba el tiempo en discusiones banales y sentido. Hombre de méritos y aportaciones sólido, eso sí, por el debilitamiento del Estado de Derecho en el país. Su sabiduría le impedía proferir insultos o calificativos ruines a sus semejantes. No necesitaba rebajarse para hacerse entender. Sabía que radicalizar a la sociedad no procuraba ni bienestar ni paz. estaba preocupado, muy inquieto. Recordemos que tuvo la valentía de competir por la candidatura a la presidencia de la República. Tengamos en la memoria que como universitario amplio la gama de conocimientos y como mexicano dio ejemplo de pundonor y nacionalismo. Para los anales su respuesta ética a los cargos públicos que aceptó ejercer es impresionante. Subsecretario de Patrimonio Nacional, Gobernación, Educación Pública, Patrimonio y Fomento Industrial, secretario del Trabajo y Previsión Social, presidente Fundador del Tribunal Superior Agrario, procurador General de la República y consejero electoral del IFE, entre muchos. En el competido tapete internacional fue juez y presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Siempre acompañado por su cómplice de vida, Carmen, experimentó la fuerza de la familia a la que siempre ofreció sus mejores consideraciones. No sé cómo lo lograba, pero el tiempo para Sergio siempre le alcanzaba para todo y todos. Nos deja más de 900 conferencias dictadas; más de 60 libros como autor y más de 300 artículos en revistas arbitradas nacionales e internacionales. Investigador Emérito de nuestra Alma Mater siempre presidía eventos de alto valor para la academia. Por ello al inicio de estas líneas señale que me exulta difícil exponer en sentimientos la obra de Sergio García Ramírez porque es un fino maestro de vida, formador, generados de seres buenos y respetuosos. Y como su propio autor se permito autodefinirse en su obra Del Alba Al Crepúsculo atreviéndose incluso a dejar plasmado su deseo e instrucciones para el término de su vida. Año con año, sin falta me regalaba un libro de Navidad, lleno de exquisitas alegorías y anécdotas. Hablaba como escribía y escribía para trascender. Sencillo nunca pretendió ni reconocimientos ni homenajes aunque la nación se lo debe. Nunca dejó de anteponer el DON Carlos cuando nos encontrábamos y jamás dejó de abrazarme con franqueza y eso no queda en libros o cátedras sino en el alma. No hubo negativa alguna para participar en mis espacios de radio y televisión siempre con temas delicados, hondos que llamaban al análisis, pero también a la conclusión. No cabe la menor duda que con DON Sergio García Ramírez se confirma con toda plenitud aquello de que la Universidad Nacional Autónoma de México siembra hijos para cosechar sabios. Quienes tuvimos el privilegio de coincidir en tiempo y espacio con Sergio, sabemos que crecimos aprendiendo de él y el
más puro agradecimiento no es suficiente y Carmen, su esposa, lo sabe. Nos deja la tarea de continuar con su esfuerzo de engrandecer a la patria, no con su talento de excelencia y vanguardia, pero sí en nuestras capacidades y esfuerzos. Todavía conservo el calor de ese abrazo que me regaló durante la entrega de los Premios Pages hace unas semanas. Lejos de pensar siquiera que sería el último. Extiendo mi pesar a Carmen y a su familia, pero ellos han de estar felices de haber convivido con uno de los grandes entre los grandes hombres de México y la UNAM.

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