PULSO/ La ley sí es la ley

EDUARDO MERAZ. Hete aquí que quien negaba el imperio de la ley, ahora y tal vez solo momentáneamente se vuelve el más recalcitrante defensor del marco jurídico, todo porque no quiere que el Poder Judicial le arrebate un poco del casi absoluto poder que tiene en sus manos y que quiere ejercer a costa de lo que sea.

Mientras hace unos meses exclamaba con coraje que no le vinieran con el cuento de que la ley es la ley, hoy es capaz de aceptar, porque así le conviene, los puntos de vista de un constitucionalista como Diego Valadés que anteriormente le había señalado su comportamiento violatorio de la Carta Magna.

El presidente sin nombre, sin gracia y sin lucidez, que en cuanto tiene oportunidad de utilizar al Poder Legislativo como oficialía de partes a sus iniciativas, a las cuales los diputados y senadores no deben cambiarle ni una coma, ahora los pretende defender a capa y espada.

Es el mismo titular del ejecutivo -en minúsculas- que presiona, chantajea y vilipendia a jueces y ministros, el que trató de pasar por encima de la las normas constitucionales para buscar ampliar el periodo del actual presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldivar, con la peregrina idea de aplicarse un transitorio similar que le permitiera extender su sexenio más allá.

Hoy, con el pretexto de la posible supresión de la obligatoriedad de la prisión preventiva oficiosa, particularmente en delitos graves, clama desde el teatro en atril mañanero que si se elimina dicha medida cautelar “se dejaría a los jueces todo el poder de decidir” si se deja en libertad a quienes cometen ilícitos de gravedad.

Facultad que como señor feudal pretende ser el único capaz de ejercerla, cual si fuera derecho divino, pues para él todo el territorio nacional, incluidas cárceles y prisiones, son totalmente Palacio Nacional y nada se mueve si no es por su sacrosanta voluntad.

No deja de causar extrañeza este giro de 180 grados en el comportamiento del mandatario sin nombre, al pasar de lo legaloide a lo legal a secas, cuando siempre ha dicho y sostenido que hay maneras para darle la vuelta a las normas, como ahora pretende hacer con la incorporación de la Guardia Nacional al ejército.

Inspirado en las modificaciones a la Ley de la Industria Eléctrica, ante la imposibilidad de convertirla en una reforma constitucional, ahora pretende burlarse de la Constitución para que la seguridad pública en vez de ser una responsabilidad civil, se convierta en una tarea de las fuerzas armadas.

Y es precisamente ese mismo presidente sin lucidez que hoy presenta el siguiente argumento: “Se convierten los ministros de la Corte en legisladores, algo que nunca había sucedido, que el Poder Judicial nulificara un artículo de la Constitución. Lo puede hacer el Congreso, pero no la Suprema Corte de Justicia, sería una barbaridad”.

Por lo visto, la “fábula de la legalidad” es interactiva o tiene diversos finales al gusto o estado de ánimo del inquilino temporal del expropiado Palacio Nacional. Aunque como todo en su gobierno se hace a destiempo, hoy se ha percatado de que la ley sí es la ley y no un cuento para dormir tranquilo.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

En su nueva edición, mañana se dará a conocer el Cuarto Informe Oficial de los Otros Datos donde, como en las historias de hadas, todo está requetebien y los mexicanos somos felices, felices, felices. Los otros datos, esos sí son una barbaridad y un escándalo.

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