JOSÉ GARCÍA SÁNCHEZ. Difícil será para los grupos de seguidores de las corcholatas topar con el muro de la decepción al no conseguir nada respecto a sus posibles empleos o canonjías, en el caso de que su líder favorito llegue a convertirse en candidato.
Los caminos que existen para fortalecerlos son precarios, el primero consiste en rodearse de personas que no cobren por realizar tareas de seguimiento de la competencia interna, de las encuestas, de la difusión de las ideas de los tres precandidatos. Este método implica que los voluntarios no tengan problemas económicos, es decir, pertenezcan a un segmento de la sociedad que no requiere retribución por su trabajo ni recompensa por el tiempo invertido. Y no son recompensados porque aseguran los representantes de los precandidatos que no hay dinero para pagarle al equipo.
Si estas personas se incorporan se deja afuera del proyecto electoral a la población con mayores necesidades, es decir, al pueblo. Así, se rodean de gente que tiene inquietudes definidas y dejan de lado a quienes tienen necesidades urgentes. Porque trabajan, desde ahora, con representantes de la sociedad, que obedecen a los intereses de una parte de la población que no es la mayoritaria.
La integración de un equipo que represente sólo una parte de la sociedad puede arrojar consecuencias de marginación en un gobierno que en el futuro debe ser la continuidad de dar prioridad a los más vulnerables.
El otro método de apoyo a las candidaturas de Morena es la creación de grupos, que impulsan a alguna corcholata, desde la población, pero tampoco cuentan con dinero para aglutinar mexicanos. Los grupos se multiplican y los hay en diferentes partes del país. Estas asociaciones de avanzada, lejos de concentrarse en el impulso a su posible candidato se pelean entre sí para ser cada vez más importantes ante los ojos de su precandidato, ante quien quieren parecer como indispensables y, por ello, pelean entre sí para llamar la atención de su líder y descuidan la tarea encomendada que es la de llevarlo a la candidatura.
En este esquema, el culto a la personalidad pareciera envolver las expresiones de apoyo que terminan por desgastar al candidato que apoyan, porque la población ha aprendido mucho de la política en los últimos cuatro años y no se les puede convencer fácilmente si se le dice que alguien es bueno o mejor, deben demostrarlo.
En todos los casos los grupos o individuos trabajan gratis buscando un cargo en la próxima administración. Cuando en realidad todos tienen su equipo. Ninguno de ellos es nuevo en la administración pública como para carecer de gente con el perfil necesario, pero la ingenuidad, el interés, la ambición por tener un cargo en el próximo sexenio, mueve a todos estos grupos e individuos hacia la frustración.