LIBROS DE AYER Y HOY/ ¿Juzgadores? Otra vez la burra al trigo

TERESA GIL. Para no variar, un juez de distrito de la CDMX se suma a la liberación de presuntos y le da suspensión definitiva al ex procurador Jesús Murillo Karam. Lo que llama la atención es que el juez que recibirá el expediente, ya se había expresado sobre las deficiencias procesales de algunos casos presentados con anterioridad. Y eso hace pensar en esos vericuetos procesales que los llamados expertos oscurecen más, nombrados principio de estricto derecho y suplencia de la queja. Por lo que se ve y pocas veces se sabe por la oscuridad de terminajos,  ambos  son contradictorios, ya que si se usa el estricto derecho en una  demanda, no puede haber sino una interpretación coherente con lo expresado. La suplencia de la queja, es ese mecanismo que contradictorio al anterior, obliga al juzgador a  suplir la deficiencia como su nombre lo advierte, de una demanda y agregar las omisiones del que la presentó. Cuando se trata de errores técnicos, simplemente se corrigen. Nada de eso se ha hecho por lo visto en tantos casos desechados. Se han discutido durante muchas décadas, y escrito enormes mamotretos jurídicos, algunos muy buenos y divertidos, para aclarar esos conceptos. Pese a ello, en México se siguen dejando libres a los reos

SUPLIR LA QUEJA  ES APOYAR A LAS VÍCTIMAS SOBRE TODO LAS DESPROTEGIDAS

La Suprema Corte ha estado metida en el ajo de estos temas tan complejos y ella misma los ha complicado, con tesis contradictorias que han acuñado jurisprudencias disímbolas. Se ha recalcado que en el caso de las suplencias, las víctimas deben tener prioridad y no el reo y esas víctimas deben ser primordialmente personas desvalidas, sectores marginados de la población. Al parecer estos casos no han entrado en ese vericueto ya tan profundo de los 43 de Ayotzinapa, porque cada día se enreda más y ahora la principal presa ha sido liberada al menos transitoriamente porque falta ver si la Fiscalía Federal de República  impugnará la resolución. El caso se estanca y los años pasan sin que se sepa realmente donde están los restos de los estudiantes. Por lo que se ve, puede ser uno de eso casos que nunca llegan a un final, por la dificultad de resolverse A lo largo de la historia, siempre hay la pregunta sobre situaciones que fueron dejadas de lado, porque no había una salida posible. Si los 43 fueron separados y acallados de diferentes fornas, es difícil llegar a una conclusión con datos y situaciones concretas.

LAS REPUESTAS DIFÍCILES SOBRE LA MUERTE, SE ACUMULAN EN LA HISTORIA

Si se investigan la cifras de las muertes no resueltas, serían apabullante. Lo vemos aquí con el caso de los desaparecidos en tantas décadas, que se presumen muertos. Eso  en la historia es ilimitado tratándose de personajes. Se recordó recientemente que Simón Bolívar pudo haber muerto envenenado por arsénico y algo similar, con algún otro veneno, Hugo Chávez cuya muerte temprana fue considerada sorprendente. Aquel pueblo injustamente tratado que mató al comendador en Fuente ovejuna (Félix Lope de Vega, editorial Verbum Madrid 2018), podía responder en forma tajante, ¿Quien mató al comendador? Lo mismo ocurre en La muerte tiene permiso de Edmundo Valadés (Fondo de Cultura Económica 1955, con muchas ediciones posteriores) con la aceptación de los campesinos de la muerte de aquel cacique agresor. Pero en el caso de los estudiantes normalistas hay la dificultad por la masividad de víctimas. El general Francisco Gallardo, ya fallecido, opinó acerca de una hondonada guerrerense en la que solían tirarse víctimas por lo inescrutable de su sitio. Otros hablan de ríos, de  hornos crematorios y la tristeza abruma a una población que no puede procesar que haya tanta miseria humana. A la que parecen sumarse, sin la suplencia debida, algunos jueces de distrito,

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