LIBROS DE AYER Y HOY/ En México, el crepúsculo de los ídolos

TERESA GIL. Estos cuatro años transcurridos, pero sobre todo el último año, han exhibido la forma como se fue desmoronando, aunque aún queda algo, el viejo México. Todo lo que se vivía, sufría y sentía, ha ido quedando al descubierto, en una especie de descubrimiento que en realidad no lo es. La vida en México desde décadas atrás era una farsa creada por la demagogia, la mentira, la ostentación, encubierto lo más grave, por la propia ley. Un gran pueblo como el mexicano se dejó avasallar por miles de supercherías, aunque no era solo en el mundo. Los mismos valores que han imperado aquí se extienden a otros confines y lo estamos viendo en  Argentina o en una Ucrania dominada por un imperio americano, por ejemplo. En El crepúsculo de los ídolos, Friedrich Nietzsche desnuda a una humanidad que se ha fincado en valores que dieron sustento a muchas generaciones; con una moral a modo, entre estos valores. Y así llevado de su pluma implacable pone en su lugar a filósofos griegos, a las  visiones  suyas que nos han nutrido, los Sócrates, los Platón, hasta llegar a un cristianismo que a través de una cruz, ha cargado su peso a la humanidad. Las palabras descarnadas del filósofo alemán, estremecieron a un mundo hipócrita y por mucho tiempo fue considerado una especie de desquiciado, pero la propia historia que hemos vivido desde hace siglos con invasiones, muertes, saqueos y la imposición del más fuerte, confirma sus teorías. La propuesta moral que nos impusieron, ha estado equivocada. México, con un sistema que se enseñoreó, contra toda protesta cuando la hubo, no ha sido la excepción. Los viejos ídolos van muriendo o han entrado en un oscuro crepúsculo.

EL SUSTENTO DE MEDIOS VOLCADO EN ALITOS Y MONREALES

La nueva era que se busca para México, tiene no obstante, en contra, raigambres bien agarradas. La superficialidad y el chisme predominan en un medio alevoso. Lo vimos en la forma como se abordó el cuarto informe de gobierno en algunos sectores  No se puede creer que lo que se asume como cuarto poder, dedique páginas y páginas y espacios en redes y medios electrónicos,  a políticos quemados, sus diatribas y miserias. En los últimos meses el público se ha  nutrido en buena parte de fotos, cartones, notas y hasta editoriales, de personajes marcados como Alejandro Moreno Alito, Ricardo Monreal, Lily Téllez, ya como un balón de burla, mientras las soluciones a la gran población son obstaculizadas. Puede ser juego con maña de un periodismo que estaba y de alguna manera lo está, inserto en el viejo sistema. La buena noticia no es noticia, pero el chismorreo, la denostación y la mentira si lo son.

NO ES SOLO EL NEOLIBERALISMO. NIETZSCHE LOS ENGLOBÓ A TODOS

Nietzsche nació en Prusia el 15 de octubre 1844 y logró entrar al siglo XX, al fallecer el 25 de agosto de 1900. Con estudios de Teología y Filología, llegó a ser uno de los grandes críticos del cristianismo y de todos los sistemas y disciplinas que sujetaran al ser humano. En su crítica a los griegos, curiosamente se pronuncia por el dios Dionisios cuyas virtudes se han denostado con el nombre de Baco, cuando en realidad se le consideraba el dios del sol, el patrón de la agricultura y un ser de tal belleza que impulsaba la danza y las demás artes. Nietzsche, disidente de los valores convencionales, se declaraba dionisíaco y no apegado a ningún sistema. Los nazis se quisieron apropiar de su doctrina, pero sus analistas, que son muchos en el mundo, rechazan esa idea, porque lo consideran antinacionalista. Es de los grandes pensadores, como también grandes escritores como Cervantes, que tuvieron el sueño de conocer a ese bello y controvertido lugar llamado México. Nietzsche quiso conocer Oaxaca. Su obra cumbre es Así habló Zaratustra, y entre otras El anticristo, Ecce homo, el Crepúsculo de los ídolos, de 1888 (Editores Mexicanos Unidos S.A. 1984). Este libro, dividido en once partes la primera  de máximas y sátiras, las demás son pequeños capítulos que configuran  una edición de casi 150 páginas. Aquí una breve parte del capítulo Lo que debo a los antiguos:

“Por ahí vuelvo de nuevo a mi punto de partida. El origen de la tragedia fue mi primera transmutación de todos los valores; por aquel sendero vuelvo yo, el último discípulo del filósofo Dionisios; yo, el maestro del eterno, retorno a colocarme en el terreno donde creció mi valor y creció mi saber”

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