LECTURAS CON PÁTINA

Un siglo de Antonio Alatorre y 1,001 años del idioma español

JOSÉ ANTONIO ASPIROS VILLAGÓMEZ. El Colegio de México (Colmex) acaba de celebrar el centenario natal de quien fue su director y profesor emérito, el escritor, traductor y filólogo jalisciense Antonio Alatorre (1922-2010), uno de cuyos libros es Los 1,001 años de la lengua española (Bancomer, 1979; Colmex-FCE, 1989), donde hace consideraciones interesantes acerca de la ortografía, las voces extranjeras y los puristas del lenguaje, y celebra que con el cambio de gobierno en 1982 en México, hubiera desaparecido la Comisión para la Defensa del Idioma Español, creada durante la presidencia de José López Portillo.

Aun cuando contiene la historia de la lengua y la literatura españolas, no es un esquematizado libro de texto; su tratamiento es ameno, sugestivo y hasta novedoso, y en su recorrido cronológico abarca desde que sólo había hablantes y no escribientes porque el pueblo era analfabeta, hasta la entrada apabullante de los anglicismos al español a finales del siglo XX, debido principalmente a las nuevas tecnologías.

Por esto último tal vez, el autor se muestra convencido de la inutilidad de quienes buscan “defender” la pureza de un idioma que, además, tampoco es en rigor el de Cervantes porque el autor del Quijote escribió en un español muy distinto del actual.

Alatorre indica por qué el libro trata sobre 1,001 años y no de un milenio; alude a las confrontaciones entre lo culto que terminó por morir y lo vulgar que se volvió de uso común, y menciona las diversas influencias lingüísticas -árabes, principalmente-, sobre el latín romanceado con las lenguas ibéricas, del cual surgió el español.

Acerca de obras que todos conocemos, comenta por ejemplo que el poema Cantar del Mío Cid está escrito en aragonés y no en castellano, que El lazarillo de Tormes fue prohibido en su tiempo por picaresco, y que el verdadero propósito del Quijote no lo entendieron los lectores de su época. Explica al respecto que la represión convirtió a los escritores en maestros de la reticencia (decir las cosas sin decirlas) y Cervantes era uno de ellos, y un seguidor más de la doctrina humanista de Erasmo de Róterdam.

En este libro, del que Bancomer hizo una lujosa edición para sus clientes selectos, años antes que surgiera la versión rústica del Fondo de Cultura Económica con un texto ampliado, Alatorre destaca el papel de los impresores como los primeros que unificaron y conservaron la ortografía en el siglo XVII. Explica, además, cómo las pugnas influyeron sobre la lengua cuando en España, en el siglo XV, lo árabe se volvió despreciable y el cristianismo, intolerante.

Considera “penosos” los elogios o loas cortesanas de sor Juana Inés de la Cruz “al imbécil” de Carlos II, y se refiere a los índices de libros prohibidos por la Iglesia. Además, una parte del contenido es sobre cómo perdió España su papel líder en Europa, después de que, en un tiempo, todos en ese continente querían aprender español.

Podría sorprender a los lectores que -como lo indican Los 1,001 años de la lengua española– muchos términos medievales aún siguen vigentes, o que palabras como “escrebir” y “recebir”, que ahora se consideran mal pronunciadas, fueron empleadas por los clásicos durante el siglo de oro español. Los prestigiosos dialectos de hace 1,001 años en el norte español, dice también, son ahora los parientes pobres del castellano.

Alatorre comenta por qué en el habla hubo vicios y deformaciones que luego se volvieron normales, así como la desaparición de los pronombres vos y vosotros. Vaticina que la todavía correcta expresión “de acuerdo con” se volverá anticuada (más bien degeneró en “de acuerdo a”), y explica por qué fracasó la Academia de la Lengua cuando quiso hacer un diccionario histórico del idioma.

Alude, en fin, al chasco de los eternos puristas del idioma, pero más en la actualidad frente a la invasión de extranjerismos y de formas populares de hablar, y también de quienes quisieran que los términos deportivos y de disciplinas surgidas en países angloparlantes, se tradujeran al español.

En su reseña del 27 de julio sobre el homenaje del Colmex al maestro Alatorre en su centenario, la reportera de La Jornada Merry MacMasters informa que, para la filóloga española Amelia de Paz, Los 1001 años de la lengua española debería ser de lectura obligada en las escuelas de su país, pues así subiría el nivel educativo y “las personas se darían cuenta de que la mayor parte de los hablantes de nuestra lengua materna son americanos”. Incluido Estados Unidos, agregaríamos, donde hay más de 50 millones de hispanohablantes, es decir, más que en la cuna del idioma español.

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