LA COSTUMBRE DEL PODER/ Etiopía, Somalia, Sudán y México

*Llegas a la conclusión de que acá también se cuecen habas, aunque los crímenes carezcan de esa violencia que escurre sangre o exprime por hambre. Se manifiesta en el desprecio de la autoridad al mandato constitucional y a la vida de los gobernados. Se exhibe en el control político de las vacunas, que dejaron de ser inoculaciones preventivas para convertirse en instrumento de poder administrativo, de coerción electoral

GREGORIO ORTEGA MOLINA. Todo indica que la empatía ha desaparecido en esta parte del mundo. Somos incapaces de ver lo que ocurre en casa, ¿cómo, entonces, podremos observar lo que sucede en África o Asia?

La reflexión va más allá de las secuelas de los terremotos y otras sacudidas de la naturaleza. Hay que llamar la atención a las consecuencias de los actos de poder humano. Imposible no dolerse con el hambre que destruye lo que toca, como Medusa, deja corazones paralizados y vacíos, argumentos sin sustento y brazos que ya no necesitan acunar a los hijos, ayer enterrados o dejados en las camas de los hospitales, cuando hay lugar.

Las ascuas parecen cenizas, pero sobresalen de las órbitas oculares; los rostros llenos de desconcierto, porque las madres no aciertan a entender cómo es que no pueden alimentarse porque las tropas de los tiranos arrasan, o porque los gobiernos determinan que la comida que se encuentre es para los suyos.

Es el saldo de guerras fratricidas interminables, que dejaron vacías poblaciones enteras, cuyos habitantes corrieron por sus vidas a los campos de refugiados, donde los famélicos se juntan con los enfermos, los débiles con los fallecientes.

Las fotografías de El País en su primera plana y en sus secciones internacionales, son para quebrar todo equilibrio anímico y destruir toda confianza en los rasgos humanos de la humanidad.

Recuerdo, de mi primera madurez, los estragos dejados en nuestro ánimo debido a las noticias que nos llegaban de la Guerra de Uganda. Los niños guerrilleros, los crímenes innecesarios, abuso en contra de mujeres y niñas. El desenfreno de los obsesionados por el poder, atizando odios, venganzas religiosas, el genocidio como práctica administrativa para equilibrar el debe con el haber.

Llegas a la conclusión de que acá también se cuecen habas, aunque los crímenes carezcan de esa violencia que escurre sangre o exprime por hambre. Se manifiesta en el desprecio de la autoridad al mandato constitucional y a la vida de los gobernados. Se exhibe en el control político de las vacunas, que dejaron de ser inoculaciones preventivas para convertirse en instrumento de poder administrativo, de coerción electoral.

El desabasto de medicamentos, porque los recursos económicos fueron destinados a los programas insignia, y a la aspiración de un control electoral absoluto a través de los programas de bienestar. ¿Hay distancia entre África y México?

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