LA COSTUMBRE DEL PODER

¿Debe, o no, convocarse a un Congreso Constituyente?

*Está presente la necesidad de una reforma del Estado, y ésta pasa por un Congreso Constituyente que nos permita cambiar de modelo de gobierno, pero parece que no aprendemos, y ese presidencialismo imperial subyuga, seduce, obnubila… parece transmitir -a quien porta la banda- por ósmosis o infusión, el sueño de ejercer, a como dé lugar, el poder absoluto

GREGORIO ORTEGA MOLINA. ¿Estamos en medio de una desestructuración legal de las instituciones, pero principalmente de la Constitución, o padecemos una debilidad de carácter congénita por parte de los gobernados, inermes ante los abusos de poder?

Hace años cargo con la idea de que es necesaria la convocatoria a un Congreso Constituyente, tanto para adecuar nuestra vida interna al entorno mundial, como para erradicar esos vicios que arrastramos desde que Álvaro Obregón decidió conculcarla precisamente en el artículo que fue piedra de toque de la lucha armada. La no reelección.

Los maestros y doctores en derecho constitucional consultados, de inmediato me remiten al artículo 135. La Constitución es reformable cada vez que se presenta la necesidad política y administrativa del grupo gobernante, pero no puede desaparecer en su totalidad para ser sustituida por otra, con mayor o menor articulado. ¿Cuántos artículos que consideramos intocables, dejaron de parecerse a la redacción del documento original, pactado y aceptado por todos el 5 de febrero de 1917?

En gran medida la responsabilidad de lo que ocurre con nuestra Constitución es de los políticos, administradores, ministros, magistrados, jueces y representantes populares que tienen el mandato de cumplirla y hacerla cumplir, pero son los primeros en conculcarla.

En el supuesto caso de que la conversación y la presión anímica de Felipe Calderón y Fernando Gómez Mont sobre Arturo Zaldívar Lelo de Larrea ocurriera, los tres cometieron falta, pero quizá el peor fue el más débil, el que no tuvo el valor suficiente para denunciar y renunciar en su momento, precisamente para cumplir con su función de ministro de la SCJN, que, entre otras responsabilidades, está la de defender a la sociedad de los abusos de poder. ¿Lo hizo? El dicho popular se confirma: peca tanto el que mata la vaca, como el que le detiene la pata.

Hoy, más que nunca, está presente la necesidad de una reforma del Estado, y ésta pasa por un Congreso Constituyente que nos permita cambiar de modelo de gobierno, pero parece que no aprendemos, y ese presidencialismo imperial subyuga, seduce, obnubila… parece transmitir -a quien porta la banda- por ósmosis o infusión, el sueño de ejercer, a como dé lugar, el poder absoluto, aunque no lo es tanto. Pregunten, si no, al actual secretario de la Defensa Nacional.

www.gregorioortega.blog                                                   @OrtegaGregorio

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