LA CAJA DE PANDORA/ Raphael, el burdel y yo

Elvira Gomezturja

Ciudad de México, 23 de enero (entresemana.mx). Tengo tantos recuerdos de Raphael, El Divo de Linares, que ahora que estrenaron su bioserie y celebra 60 años de carrera  quiero compartirles alguno.

Era la década de los 80s, trabajaba con Chucho Gallegos en la recién nacida revista Tv y Novelas. Mi querido Chucho me abrió las puertas de la fuente de espectáculos y siempre confió en mi trabajo.

Un buen día me aventó al ruedo con tacones y castañuelas y me envió a entrevistar a Raphael. Un nombre que era y es grande, un artista que lo era y es. aún más, y un caballero enorme.

Escribí mi cuestionario con anterioridad, comprendía el tamaño de artista que tendría enfrente y no quería que pensara que era una improvisada. Mis preguntas, según yo, estaban bien pensadas y documentadas.

En aquellos años no existía el internet. La información se obtenía de la hemeroteca o de los compañeros de la fuente.

Las oficinas de la revista estaban en Ayuntamiento # 52, la casa de la XEW donde también se encontraba la estación de radio XEX que dirigía Jaime Almeida (+) y me pidieron -con autorización de Chucho- que aprovechara la ocasión para grabar una entrevista para la barra juvenil de la X.

Yo, debo confesarlo, no era fan de Raphael. Conocía sus éxitos, pero no su vida. Musicalmente tuve la fortuna de que me asesorara una de sus admiradoras: Elizabeth Vargas Paredes, jefa de redacción de la publicación, me prestó su invaluable colección de discos y recalcó: “Es un préstamo”. ¡Los escuché todos! y se los regresé.

El día de la cita llegué a su penthouse ubicado en la calle de Rubén Darío en Polanco. Todo marchó bien durante la primera parte de la entrevista para la revista. Todo cambió en la segunda parte, cuando inicié la entrevista para radio y lo cuestioné sobre los comienzos de su carrera en un burdel… Raphael se descompuso y brinco del sillón donde se encontraba para decirme con gran firmeza y casi bailando la jota por los manoteos que realizaba, supongo que tratando de intimidarme o de convencerme, que de ninguna manera él había trabajado en un burdel, que un burdel era un lugar mucho más sórdido. Nunca he olvidado la palabra sórdido.

Ah caray, me quedé sin saliva, abrí los ojos y se me cayó la mandíbula. Sin embargo, no perdí el valor y cambié de tema: Podría darme por favor una receta de cocina. Y me dio la receta de la tortilla española. Así terminé.

Al final me disculpé con el cantante a quien entrevisté muchas veces y siempre fue gentil, caballeroso y sonriente. Raphael conocía bien a las personas y sabía quien lo atacaba deliberadamente, y yo en realidad, era inofensiva.

Pero ahora que vi su bioserie transmitida por Hola TV, hay una escena en que el representante llega con Raphael y el compositor Manuel Alejandro y les informa que ya tiene el lugar para su primera actuación. Les da el nombre y Manuel Alejandro contesta: “¡Qué! Cómo va actuar ahí, sí es un lugar de chicas simpáticas…”. Así que el gran Raphael sí trabajó en un burdel y a mí me hizo pasar las de Caín.

Comprendo que lo que pasa es que en los 80s la sociedad, las revistas, los artistas, todos eran muy hipócritas. Los prostíbulos, los homosexuales y muchas otras situaciones eran fustigados. Imagínense a Raphael, estaba casado con una aristócrata española, y declarar que arrancó su carrera en un burdel, ¡joder!, era una insolencia, un insulto.

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: Burdel: es el local donde se ejerce la prostitución. Eso es lo que hacían esas chicas simpáticas del lugar.

Hoy, a pesar del caos en que vivimos, el mundo es más libre, tiene menos prejuicios y casi todo es permisible.

Entrevisté a Raphael muchas veces y siempre fue amable, generoso, como solo los grandes pueden serlo. Lo vi en sus conciertos y aprendí a admirarlo. Siempre he pensado que es un gran intérprete con un dominio absoluto del escenario, el público y las cámaras, aunque personalmente me parece frío. Mi disco favorito es el titulado Raphael Canta… con títulos conocidos como Piel Canela, Ansiedad, La última Noche, y más.

Al ver su bioserie me consternó su enfermedad, su lucha por sobrevivir a una vida llena de lujos, de triunfos, aplausos, de  bienestar. El destino casi siempre nos da una bofetada para enseñarnos que nosotros no tenemos el control de casi nada. Para gente tan afortunada como el cantante, manejar su propio destino es una ley, aunque a veces se nos escapa de las manos. En la serie se deja entrever el alcoholismo del actor, uno muy velado, el del artista que no puede dormir y apacigua el insomnio con dos copas cada noche y esas dos copas destruyeron su hígado.

Raphael amó o ama a México, porque nuestro país lo adoró. Fue compadre de Jacobo Zabludovsky pionero de los noticieros en este país; bautizó con su nombre a uno de sus hijos. Tuvo una propiedad y pasó largas temporadas aquí. Después… la vida cambió. Desde 1985, su salud se vio afectada por la hepatitis. A principios del 2000 comenzó a deteriorarse, en abril de 2003 fue necesario e impostergable trasplantarle un hígado. Este hecho convirtió al cantante en un activo impulsor de la donación de órganos.​ Tras su recuperación, el artista anunció que empezaba “una segunda vida”. Dios o en quien crean le brindó una segunda oportunidad.

Casado con Natalia Figueroa, padre de tres hijos: Jacobo, Alejandra y Manuel, es abuelo. El pilar de su hogar es su esposa, la que siempre se encuentra en casa cuando el artista llega de sus giras, la que lo convirtió en padre, lo introdujo en la alta sociedad española y lo cuidó en su enfermedad.

Raphael ha tenido una vida plena. Quién no ha escuchado: Yo soy áquel, Digan lo que digan, Mi gran noche, Qué sabe nadie y tantos y tantos éxitos. Recibió un disco de uranio por más de 50 millones de copias vendidas. Ha hecho radio, televisión, cine, miles de conciertos y presentaciones, en teatro representó al Dr. Jekyll & Hyde.

Raphael está celebrando 60 años sobre los escenarios. Es un artista apasionado de la vida, pero sobre todo de su don: Cantar.

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