GERARDO CONDE. El inquilino de Palacio ha construido una historia de vida llena de rostros disímbolos que le han generado distintas divisas en su carrera presidencial; primero, como líder social, al presentar un perfil llano que le facilite la identidad con la gente; después, una silueta de conveniencia para ganarse la confianza de sus mentores –léase el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas- para poder dirigir el PRD y llegar a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México; hasta proyectar un semblante de gladiador en su etapa de candidato presidencial y, finalmente, una cara de justiciero, en su papel de presidente del país.
Hoy, todas esas máscaras se sintetizan en una duplicidad de disfraces que se utilizan de acuerdo a su propia conveniencia.
Hoy, el interés, es jugar al demócrata para poner en jaque al INE en su responsabilidad institucional de cumplir con el mandato constitucional de organizar la consulta de la “revocación del mandato”.
En otras palabras, de evidenciarlo ante sus huestes y el pueblo “sabio” de obstruir el INE: la democracia, al limitar la participación ciudadana.
Bajo esa óptica, el inquilino de Palacio, se ha esforzado en su narrativa por implantar la “idea”, vía sus mañaneras, de que el INE es un espacio de hedor que cuida sus privilegios por encima de los intereses de la ciudanía de contar con un órgano electoral que propicié la democracia en el país.
En esa lógica, le ha impuesto varios garlitos al INE, con la mira de meterlo en un pantano jurídico a fin de que sus argumentos técnicos-legales dirigidos a la ciudadanía se conviertan en su propio bumerang, al quedarse corto en sus exposiciones mediáticas por justificar la no instalación de casillas como lo demanda una elección nacional.
Esa guerra verbal, entre el inquilino de Palacio y el INE, ha tenido un objetivo: propiciar una percepción de encono en sus seguidores oficiales y en aprovechar la “lealtad” del pueblo sabio para generar en ambos actores, una opinión de descalificación temprana contra los consejeros electorales del órgano electoral.
El punto, es curarse en salud, tener un discurso y una base social que lo acompañe a declarar la noche del 10 de abril, por más trabas del INE, que, la democracia triunfó y el pueblo ganó, para justificar que no se logró el 40% de participación ciudadana que establece la Ley de revocación de mandato para que la consulta sea vinculante legalmente.
Adelantarse a los hechos consumados, tiene sus por qué; en primer lugar, una consulta qué es vertical y unilateral que responde al interés del inquilino de Palacio, para reposicionar su Imagen de paladín de la democracia en ese juego de máscaras que le ha dado una ganancia política, de ungirse como guía del pueblo sabio.
Ante el escándalo mediático de la casa de Houston, lo puso en una realidad que mostró su verdadero rostro: iracundo, donde su voz es única y su actitud de recelo proyecta una adrenalina de miedo a fin de que sus seguidores oficiales y el pueblo sabio se plieguen a su discurso de víctima, ante la avalancha de censuras de sus opositores.
A pesar de este esfuerzo cotidiano del inquilino de Palacio, su Imagen perdió cuatro puntos en su aprobación, al pasar de enero a febrero de este año, del 64.5% al 58% de preferencia, de acuerdo al seguimiento que realiza Consulta Mitofsky.
Por eso no es casual que el inquilino de Palacio visualice que su camino a la consulta de revocación de mandato requiere de convocatorias al aire para pescar adeptos a su consulta más allá de sus devotos -léase beneficiarios de los programas sociales y de la burocracia gubernamental-, que le dé una mayor legitimidad en su doble juego: poner a la deriva al INE y, a la vez, estar presente en el ánimo de la gente, con vías al 2024.
En este proceso, no hay mañana, si el objetivo, es perder, para ganar, para mostrar que la 4t, está viva, a pesar de sus desaciertos públicos.
Ya se verá.
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