EL TLACUILO/ Ucrania, siempre Ucrania…

ARTURO MORENO BAÑOS (Hidalgo). Dos palabras que encierran un drama: Ucrania significa “frontera” en ruso y en polaco; Holodomor, menos conocida, designa el genocidio desatado en los años 30 del pasado siglo por José Stalin, que condenó a la muerte por hambre a más de cinco millones de personas, una masacre que el comunismo siempre calló. Holodomor es la unión de dos palabras ucranianas: hólod (hambre) y mor (exterminio).

Ucrania siempre fue el granero de Rusia. Esa fue su fortuna. Y su desgracia. Y hoy vuelve a verse cercada, por las armas como hace noventa años, por un remedo del estalinismo encarnado por Vladimir Putin. No es la cosecha la razón de la intromisión rusa en Ucrania. O lo es, pero en menor medida que hace casi un siglo; tampoco es, o no lo es de manera determinante, el poderío militar; Ucrania era dueña hasta 2014 de la península de Crimea, con su importante puerto de Sebastopol, cuna y sede de la flota de guerra rusa. Ese año, Putin la integró al territorio ruso.

Remontarse al origen del drama es viajar al siglo XIV, cuando ya existía un idioma ucraniano, de raíces eslavas, vinculado al polaco y al ruso: vinculado, pero diferente. Los ucranianos tenían su propia comida, sus tradiciones, sus costumbres, sus héroes, sus villanos y sus leyendas. Su identidad se fortaleció durante los siglos XVIII y XIX, pero siempre formó parte, a manera de colonia, de otros imperios europeos.

Rusos y polacos buscaron siempre negar la existencia de una nación ucraniana, en especial la Rusia de los zares, que atacó y dinamitó el uso del idioma y la educación ucraniana. Cuando la Revolución Rusa de 1917, Ucrania aprovechó aquellos vientos y declaró la República Popular Ucraniana. Reverdeció el uso del idioma, que se convirtió en un símbolo de libertad económica y política, y tuvo un especial empuje el descubrimiento de carbón y el desarrollo de cierta industria pesada en la región del Donbás, que es la que Putin acaba de declarar independiente y es escenario de una guerra todavía larvada.

Con esas ansias terminó Lenin, que en enero de 1918 ordenó un ataque militar, como ahora Putin, y estableció un régimen anti ucraniano en Kiev. Según los dictados de Carlos Marx, seguidos por Lenin y Stalin, los campesinos eran despreciados en la nueva URSS, que ponía sus esperanzas en el nuevo proletariado industrial del que los bolcheviques se decían “la vanguardia”. Stalin decidió industrializar a la URSS como una de las bases del desarrollo de la URSS. ¿Quién iba a financiar el enorme costo de esa inversión? El cereal. El cereal ucraniano.

El suelo de Ucrania, el que no está muerto como el de Chernóbil, es un milagro. Permitía entonces dos cosechas anuales. El “trigo de invierno” se siembra en otoño y se cosecha en julio y agosto, pleno verano; el cereal de primavera se siembra en abril y mayo y se cosecha en octubre y noviembre. Stalin diseñó un plan ambicioso para que la URSS tuviese una moneda fuerte: explotar la riqueza agrícola. En 1929 puso en marcha su primer plan quinquenal, como respuesta a la crisis financiera mundial, un plan que ocultaba una idea disparatada: convertir al campesinado de la URSS en un nuevo proletariado. El plan incluía la “colectivización” de la producción agrícola: el Estado era dueño de todo.

Una gran desconfianza mutua envenenaba a los campesinos ucranianos y a los funcionarios soviéticos. Stalin, que buscaba pagar la modernización industrial con las exportaciones de trigo y temía además una intentona independentista como la de 1917, no sabía cuánto grano acumulaba Ucrania y sospechaba que los campesinos escondían buena parte de ella. Sospechaba bien. Los campesinos, que habían sido siervos del zar, no querían ser ahora siervos del nuevo régimen comunista.

Los soviéticos entonces desataron una campaña contra los kulaks, los campesinos más prósperos, que no querían renunciar a sus tierras y unirse a las granjas colectivas. Esa negativa fue juzgada como sabotaje por el Kremlin, se expropiaron tierras y unos ciento veinticinco mil kulaks fueron enviados a los campos, gulags, siberianos. En 1931, el cuarenta y dos por ciento de la excelente cosecha ucraniana fue a parar a manos del Estado. Al año siguiente, 1932, la cosecha fue un desastre, en buena medida porque los campesinos se negaron a sembrar: ¿para qué, si todo se lo llevaba el Estado? Sembraron lo elemental para su manutención, y escondieron el grano. “A fines de 1932, las estaciones de tren de Ucrania ya estaban abarrotadas de gente raquítica que mendigaba”.

Todo fue a peor cuando el Kremlin sancionó la “Ley de las tres espigas”, que sancionaba con diez años de trabajos forzados a quien robara cualquier propiedad estatal. Y la comida era del Estado soviético. Tropas del Ejército Rojo y activistas del Partico Comunista viajaron a Ucrania para requisar los alimentos que el campesinado atesoraba para sobrevivir. La requisa fue enorme, Ucrania quedó vacía y aislada: Stalin creó un cordón alrededor de muchos pueblos, rodeados por la policía que vigilaba desde altas torres, para evitar que alguien pudiese escapar.

La gente empezó a comer todo lo que estaba vivo. Y luego, lo que pudiera ser comido.  “La gente comía cualquier cosa para no morir. Comían alimentos podridos o sobras de comida que las brigadas hubiesen pasado por alto. Comían caballos, perros, gatos, ratas, hormigas, tortugas. Hervían ranas y sapos. Comían ardillas. Cocinaban erizos en hogueras y freían huevos de pájaros. Comían la corteza de los robles, musgo, bellotas. Comían hojas y dientes de león, caléndulas y un tipo de espinaca silvestre. Mataban cuervos, palomas y gorriones. Las ranas no duraron muchos: las cazaron a todas (…). Ser propietario de una vaca separaba a la vida de la muerte. ¿Qué podían comer las vacas? La paja de los techos de las cabañas campesinas”.

Los ucranianos empezaron a morir en las calles. Por hambre. Con las proteínas devoradas por el propio cuerpo que busca alimentarse y canibaliza los tejidos y los músculos. Al final, la piel se hace más fina, los ojos se dilatan, las piernas y el estómago se hinchan porque el cuerpo retiene agua a como dé lugar. El más mínimo esfuerzo causa agotamiento. Estallas las enfermedades que llevan a la muerte: neumonía, tifus, difteria, escorbuto.

Al final Ucrania nuevamente vive una desolación como hace prácticamente un siglo, el reflejo de vivir en una región que ha sobrevivido durante siglos subyugada por los rusos que en definitiva no dejarán perder nunca. Algo que recuerda a México de igual manera con nuestros vecinos del norte, los EU. Ambas historias se cruzan, historias que forman una gran encrucijada que no tiene fin.

¿Tú lo crees?… Sí sin duda.

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