JUAN CHÁVEZ. Con la fecha del 10 de abril para la revocación del mandato, el presidente López Obrador no repeló. Estuvo y está de acuerdo.
Habrá, indiscutiblemente, baja votación. Primero porque a la mayoría de los mexicanos les importa un pito la tal revocación que se da por primera vez en México. Muchos no saben siquiera qué chingaos es la revocación de mandato. Segundo, porque ese día, 10de abril, comienza la Semana Santa con el tradicional Domingo de Ramos… y son millones los que se entregarán a su religiosidad, más que entrar a los enmarañados sitios de la negra política. Cerca del90% de la población mexicana practica el credo de Jesús.
Tercer punto al que hay que atribuir la baja votación que registre, es que muchos no encontrarán la ubicación de la casilla para emitir su “sí” o su “no” en la sobada y maldita consulta.
Participé este fin de semana en amena reunión familiar en casa de mi hijo, con motivo del cumpleaños de sus esposa. Eran seis matrimonios y yo. Sentados a la mesa los siete varones, discutimos sobre el gobierno de Don Mañanero y su afamada revocación.
De los 7, solo uno estuvo de acuerdo con el obrar de Obrador y dijo que sí acudiría a votar. Es decir. De 7, uno solo participará en la revocación.
En la ciudad de México de las más de 13 mil casillas en 2018, el Instituto Nacional Electoral apenas, con su presupuesto recortado con tijeras de jardín, está en posibilidad de instalar 37%, es decir, habrá unas 48 mil mesas para recibir el voto de unos 10 millones de ciudadanos de la capital.
El lunes 11 de abril, eso sí, el Fariseo de Palacio Nacional descargará todo su coraje y ruindad contra el INE y Lorenzo Córdova, su presidente consejero.
Será, muy propio de la Semana Santa, un arrebatado juicio sumario y demandará la crucifixión de Lorenzo Córdova.
Como el pueblo judío dominado en aquellos tiempos por la secta farisea, sus fanáticos seguidores y buenos fariseos estarán también con su jefe mayor, pidiendo la cabeza de Lorenzo y la desaparición del INE.
AMLO, no obstante que ganará la consulta, aunque no de el 40% vinculatorio exigido por la Ley Federal de Revocación de Mandato, contribuirá más, desde adentro, al desmoronamiento de la democracia.
La revocación del mandato es una conquista democrática. Muchos habían pedido tener esta posibilidad y ahí está, consagrada en la Constitución. Ese, ya es el logro. El tenerla por escrito es una advertencia silenciosa para todos nuestros futuros mandatarios. La ciudadanía los puede destituir si les pierden la confianza.
El problema más grande de la revocación del mandato son los peligros que entraña.
La revocación del mandato no es una consulta cualquiera como han querido hacer ver. Tampoco es motivo de alegría. La revocación del mandato es un arma otorgada a los ciudadanos, que solo ellos pueden activar a través de sus firmas y busca acabar con el mandatario en turno. Destituirlo. Correrlo. Liquidarlo. Es un tema grave, un arma poderosa que idealmente debería quedarse guardada en un cajón, oxidándose. De lograr que ahí permanezca, significaría que nuestros gobiernos funcionan, que tenemos confianza en ellos, que todo va bien.
Pero en esta primera ocasión que se va a dar, es un saco a la medida que AMLO se mandó hacer con sus conclapaches morenistas del Congreso, en busca del populismo que se le está diluyendo y que requiere en su obtusa y dictatorial ambición de mantenerse en el poder después de que su mandato constitucional concluya en octubre de 2024.
Por eso, el problema, y en donde radica el peligro, es que esta vez el arma no fue activada por los ciudadanos, sino por el partido en el poder.