EL OTRO DATO/ Los frustrados de Morena

JUAN CHÁVEZ

Perdieron la encuesta que los convertiría precandidatos, a uno a la Presidencia, al otro a la jefatura de Gobierno de la CDMX.

Ahora, lloran su derrota y esperan hueso en el gabinete de Claudia Sheinbaum si gana la elección de 2024 a Xóchitl Gálvez y al virtual competidor de Movimiento Ciudadano, Samuel García.

Marcelo Ebrard aseguró que no “es corriente”, en respuesta a Claudia porque “soy la segunda fuerza”, dijo.

En respuesta, se le respondió que en Morena “no hay segunda fuerza”.

El ex canciller se muere por seguir figurando en la polaca con su narrativa, pero en el partido guinda, lo que se busca, es congelarlo.

Es perdedor y no se conforma. Ya tuvo dos entrevistas con Sheinbaum, porque necesita hueso en el siguiente gobierno para cultivar su pretensión de jugar la Presidencia de 2030, en cuyo caso sería la tercera vez que la jugaría.

El otro, Omar García Harfuch, ex secretario, ya se alineó y estará con Sheinbaum en sus acciones, con la esperanza alimentada de llegar a ser el titular de la seguridad ciudadana federal en 2024.

Los dos caminan arrastrando su frustración. Harfuch porque tuvo que ceder a la “cuota de género”, cuando en realidad él debió convertirse en el candidato de Morena al gobierno de la CDMX porque ganó la encuesta de calle, y no Clara Brugada.

Bien pudo haberse sacrificado a otro hombre aspirante de cualquiera de las otras entidades en donde no impero el antidemocrático acuerdo del INE.

Harfuch era garantía de triunfo, pero no el aspirante de AMLO, que lo rechazó finalmente.

Ebrard había magnificado a su conveniencia los términos específicos de una resolución negociada de la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia de Morena y propaló en varias entrevistas en medios electrónicos una interpretación tramposa, a título personal, de un «entendimiento» en privado que habría tenido con Claudia Sheinbaum.

Pero el martes la candidata presidencial de Morena le puso un primer freno, cuando Marcelo Ebrard ya se asumía como la «segunda fuerza» dentro de Morena, a la que deberían otorgarse cuotas proporcionales de candidaturas a las cámaras legislativas, nombramientos en órganos de dirección y espacio tolerado para críticas e impugnaciones a título grupal.

Con tal estandarte de presunto guerrero victorioso, Ebrard concurrió a entrevistas diversas para relatar que había parlamentado en igualdad de circunstancias con la coordinadora para la defensa de la 4G y, debido a esa negociación, según la versión a modo, le habrían reconocido el mando de su ejército político personal y la asignación de premios facciosos por futuros favores en campaña.

Pero el mismo martes, en una transmisión por internet, Sheinbaum (también Mario Delgado, por su parte, aunque su papel en esta historia es de explícito relegamiento) frenó a la autodenominada «segunda fuerza» al interior de Morena.

Precisó que por estatuto partidista y experiencia política no puede haber grupismo, corrientes o fuerzas alternas y, en una parte de la alocución, no necesariamente referida a Ebrard (¿o sí?), la científica soltó: «la soberbia es mala consejera, hay que tener humildad».

La lucha por el hueso futuro, ahora, es lo que a Ebrard  interesa.

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