JUAN CHÁVEZ
En su Presidencia (1958-1964), Adolfo López Mateos fue cuestionado sobre la posición ideológica de su gobierno: “¿Es de derecha o de izquierda?”.
Rápido, como una saeta, respondió:
“Es de izquierda, dentro de la Constitución”.
Eso era posible por lo ecléctico de la Carta Magna y sin la rigidez en la que está sustentado el país de la 4T, sesenta años después.
Alguna vez le preguntaron a José Vasconcelos si la Constitución de 1917 era roja o blanca. , es decir socialista o liberal. “Ni blanca ni roja –contestó–. Es violada”.
La Constitución antes y ahora, paso de un ideal a un instrumento de poder.
Los cambios en la Constitución mexicana no siempre han respondido a lo que el país requiere. En muchas ocasiones, más bien han respondido a las necesidades de los gobernantes.
Nuestra Constitución por muchos años sufrió pocos cambios por la hegemonía priista. Pero a partir de la década de 1990, cuando las elecciones dieron resultados más plurales, el reformismo se intensificó.
En el marco del cumpleaños 108 de nuestra Constitución, vale la pena reflexionar sobre cómo, cuánto y en qué términos ha “crecido”. Ha sufrido muchas más reformas que años: 271 (Decretos) entre 1921 y 2024.
Nació como un logro de la Revolución mexicana. En su texto original se incluyeron exigencias y aspiraciones sociales como el reparto agrario, la protección de los derechos de los trabajadores, la prohibición de la reelección presidencial, el juicio de amparo, entre otros. Asimismo, surgió como el reconocimiento de la existencia de un pacto social en torno a una forma de gobierno federal, democrática, republicana, representativa y laica.
Escribió Catón:
“Fue un Teatro de la República sin República. Fue un festejo anticonstitucional de la Constitución. El hecho de que la presidenta no haya invitado a la ministra Piña a la celebración del aniversario de la Carta Magna fue no solo un acto inurbano e incivil, sino un atentado contra la unidad que en estos tiempos ha de privar en México y entre todos los mexicanos, más aún entre quienes ocupan cargos de poder en la nación. Se contradice Sheinbaum al pedir esa unidad y luego actuar contra ella. Peor todavía: aparece de nueva cuenta como una continuadora de las actitudes vindicativas, de exclusión y autoritarias de su predecesor. Me apena lo sucedido, pues había advertido en la mandataria algunos visos, siquiera fuesen mínimos y cautelosos, de independencia personal frente al jefe máximo, pero una acción como la que cometió el pasado 5 de febrero pone a la presidenta en la misma afrentosa y personalista tesitura de AMLO, y la asemeja al cacique en el desprecio a la legalidad y a las instituciones y en la cerril hostilidad a quienes no se someten a su voluntad. A la ofensa añadió Sheinbaum la injuria cuando sí invitó a las ministras adictas al régimen, atentas y seguras servidoras de la 4T en la Corte. Unánime ha sido la condena de la falta cometida por la presidenta; solo la han justificado quienes en forma acrítica -eufemismo para no decir servil- alaban sistemáticamente sus acciones y cierran los ojos ante el continuo derrumbamiento del país. Inútil es decir que por su parte la presidenta hará oídos sordos a los reproches que le ha acarreado su descortesía, la cual va mucho más allá de una mera falta al protocolo, pues hace violencia grave al espíritu de la Constitución, al republicanismo y a la unidad nacional”.