El lenguaje silencioso del poder que lo dice todo

MARÍA MANUELA DE LA ROSA A. El poder  sin duda tiene amplias manifestaciones para hacer sentir su dominio, enviar mensajes, establecer prioridades, ponderar, marcar territorio, incluso avasallar, que es uno de los grandes atractivos que tiene.

Múltiples son las expresiones que tiene el poder para dejar clara su supremacía; pero, además, para legitimarse, tener reconocimiento y establecer sus relaciones de supremacía.

Y hablamos no sólo del poder como un ente abstracto e intangible, sino del poder político y económico. El primero ostentado por la clase política y el de los jefes de Estado por antonomasia. Porque el económico seduce a través de la exhibición de sus riquezas, como paradigma de las aspiraciones del hombre.

Una de las formas más claras de establecer las relaciones de dominio es el Protocolo Oficial, que se guía por el orden de precedencia fundamentalmente. Aunque muchas veces se olvida que este sistema normativo, que tiene aplicación en todos los actos de nuestra vida, tiene como base primigenia la enseñanza más importante que Jesús de Nazaret estableció y es el amor al prójimo, que en las normas de urbanidad, la etiqueta  y el protocolo se traduce como la consideración a la otredad como principio rector de un amplio conjunto de reglas ya establecidas, que tienen como objetivo mantener el orden, la cortesía y el respeto en cualquier ámbito de las relaciones sociales.

Dicho lo anterior, podemos ver como el Protocolo es fundamental en el ceremonial de Estado. Lo observamos muy a menudo en las casas reales, conde los monarcas suelen ser la majestad encarnada, el corazón del pueblo  como jefes del Estado, donde la jefatura de gobierno está a cargo de un Primer Ministro. Y como tal los honores se hacen al monarca. En las repúblicas, como México, por ejemplo, los honores son al Presidente, que es el Jefe del poder Ejecutivo, el Jefe de Estado y de Gobierno, una dualidad que incluso lo pone por encima de cualquier gobernante, salvo de los países con una monarquía absolutista, donde el Jefe de Estado y de Gobierno es el propio monarca.

Y es en este ámbito protocolario donde puede observarse el lenguaje del poder: al rey o a la reina debe hacerse una reverencia como muestra de respeto, incluso sus cónyuges, que no son pares, deben mantenerse en un segundo plano. Un presidente debe recibirse con honores y es él quien debe presidir normalmente cualquier acto.

Sin embargo, hablando de pares, lo son los jefes de estado entre sí, como también los representantes de los poderes,  Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Si bien es uno el que posee la investidura del Estado.

Un país en guerra

En las diversas vistas que el presidente de Ucrania, Volodímir Selenzky, aun tratándose de ceremonias y recepciones oficiales, tanto en los Estados Unidos como en diversos países de Europa y recientemente en Inglaterra, ha sido notorio que no ha usado la vestimenta ceremonial de costumbre, pero no por desconocimiento o por falta de respeto a sus homólogos, sino por llevar un mensaje muy claro, pues tiene la calidad de combatiente, como comandante de su ejército, donde ha estado al frente, por lo que su vestimenta ha sido verde olivo, si bien no uniformado, porque no es militar, si con ropa de campaña, con botas. El mensaje que da al mundo es que no anda de fiesta sino trabajando, sin perder su objetivo principal, que está centrado en la defensa de Ucrania.

Donald Trump y sus desaires

El ex presidente norteamericano sin duda conoce y tuvo un equipo especialista en protocolo; sin embargo decidió enviar sus mensajes políticos a través de múltiples desaires y actitudes nada respetuosas para dejar claro que era el mandatario del país más poderoso del mundo, conduciéndose como lo haría cualquier emperador romano, sobre todo ante países que considera vasallos, como México, por lo que nunca tuvo reparo en ofender y amenazar, insultar y demeritar, lo hizo con el presidente Enrique Peña Nieto, que pecó al cuidar las formas siendo absolutamente respetuoso; pero también con el actual presidente Andrés Manuel López Obrador. Y lo hizo asimismo con su sucesor, Joe Biden, que es un político no sólo experimentado, sino que conoce a profundidad las normas protocolarias y se conduce con una exquisita diplomacia. Pero Trump incluso no sólo no reconoció su derrota en las elecciones, sino que no asistió a la toma de posesión de Biden, no estuvo en la Casa Blanca para recibirlo y por supuesto no entregó ninguna carta de bienvenida. Salió un patán y entró un caballero. Pero el mensaje de Trump fue claro, no le importan las formas, su voluntad prima por sobre todo, incluso sobre la Ley. Y vemos como siguen las investigaciones sobre la injerencia rusa para que ganara la presidencia y la invasión al Capitolio, que muy posiblemente fue instigada por él.

Las obvias sutilezas de la paradoja mexicana

Recientemente en México, en el Día de la Constitución, como es tradición, se llevó a cabo una ceremonia, pero no como marca el protocolo, porque había que dejar claro dónde reside el poder absoluto. Curioso, porque se trata de un país democrático, una república representativa y federal, aunque el presidencialismo ha sido el estigma que ha caracterizado al gobierno por casi un siglo.

Esta ceremonia, de gran simbolismo, tiene que contar con la presencia de los tres órdenes de gobierno: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, que son pares por definición, pero además de los titulares de las instituciones autónomas, como el Banco Central, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, La Comisión Nacional de Derechos Humanos, El Instituto Nacional Electoral, El Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. El Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de datos Personales, entre otros.

Y como marcan las normas, la precedencia no puede ser alterada, aunque no se trata de una norma jurídica, tiene esa misma calidad, salvo que no hay sanciones, puesto que constituye una norma de observancia potestativa, en donde priva no sólo la buena voluntad y la cortesía, sino un alto sentido de la dignidad y el respeto. Y sucede que la precedencia dicta lo siguiente:

 

  1. Titular del Ejecutivo, Presidente de México.
  2. Representantes del Poder Legislativo: Presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados.
  3. Representante del Poder Judicial, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
  4. Titulares del gabinete presidencial, en este orden: Secretarios de Gobernación, Relaciones Exteriores, Defensa Nacional, Marina, Seguridad Pública, etc..
  5. Titulares de las instituciones autónomas.

Por otra parte, cabe mencionar que México cuenta con estados libres y soberanos que integran la federación, por lo que los gobernadores, si bien no se consideran pares del Ejecutivo, si cuentan con una investidura que debe respetarse de manera paralela a los funcionarios mencionados.

Este 5 de febrero el protocolo se soslayó, la cortesía estuvo totalmente ausente, puesto que no se respetó el orden de precedencia, porque flanquearon al presidente López Obrador los secretarios de la Defensa Nacional y de Marina, con un desprecio evidente a la investidura del Presidente del Senado de la República y a la Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, quienes fueron relegados  en el presídium, como en los mejores tiempos del presidente Donald Trump. El mensaje, el presidente es el poder supremo, respaldado por las fuerzas armadas, como si se tratara de una dictadura de Estado, que no lo es, pues el primer mandatario olvida que fue elegido a través de elecciones libres como en toda democracia.

Cabe señalar que no obstante, la Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la Ministra Norma Lucía Piña Hernández, fue ampliamente criticada por no ponerse de pie en el momento que se hicieron honores al Presidente de la República. Pero se olvida: 1, que es par del ejecutivo; 2, que los honores debieron ser a la Bandera y no al representante del Poder Ejecutivo; la bandera es el máximo símbolo de la nación mexicana, de su soberanía, aunque el pueblo ha delegado su potestad en el presidente, para que se haga cargo del gobierno con una temporalidad definida, siendo además representate del Estado, enfatizo,  representante, no el Estado mismo. A diferencia de los monarcas, que son prácticamente la encarnación del Estado, no representantes, su investidura forma el crisol de su pueblo por derecho de nacimiento.

Pequeños detalles que hacen la diferencia y de donde se forma la confusión para erigir sistemas dictatoriales. Aunque México sin duda no lo es, las sutilezas de los mensajes hablan por sí.

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