La Lupita de las doraditas (mas no tlayudas)
El pulque del sueco y los debatidos tlaxcales
ROBERTO FUENTES VIVAR. Este domingo fui a Los Pinos a conocer a Lupita.
Lupita (Guadalupe Piña Pichardo) fue la mujer más popular de la semana.
Más que Ofelia Medina, Bárbara Mori, Natalia Lafourcade, Kate del Castillo, o Imelda Kimil, quienes participaron en la campaña contra el Tren Maya. En Los Pinos las voces las repudian porque se oponen a una de las obras icónicas del presidente Andrés Manuel López Obrador.
En cambio sí había largas filas para conocer a Lupita y comer sus doraditas, con maíz azul martajado, untadas de frijoles casi licuados, con nopales montados, queso espolvoreado y salsa de chiles secos.
Lupita no se da abasto, pero a ratos sí accede a tomarse un autorretrato con alguien. Casi no platica, pero la coordinadora del mercado El Solar (dentro del Centro Cultural Los Pinos), Tihui Campos, la presume. Y mucho.
A ella y a la suegra de Lupita, Silvia Martínez Olivar.
Silvia casi no tiene gente, pero fue ella la que le dijo a Lupita: “vámonos a la inauguración del aeropuerto”.
Y que se van las dos juntas.
Y que hacen un escándalo, gracias a la aporofobia de la oposición que trató de denigrar la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, porque (¡guacatelas!) había una persona vendiendo tlayudas.
A los opositores se les volteó la tortilla (y no precisamente una doradita del comal) y la tlayuda (que no era tlayuda, sino doradita del estado de México) se convirtió en un símbolo de la dignidad de la comida mexicana.
Y en los Pinos que me dice Tihui Campos que si no quiero hacer la cola de más de 30 personas que espera recibir su doradita de manos de Lupita, que me forme en la otra fila, la de Doña Silvia, que tiene menos gente. Y pos sí, que más da. Me formó en una y luego en la otra y como de las dos que al fin son lo mismo y hay hambre para rato.
Y que me dice Doña Silvia, mientras embarra de frijoles la doradita que me va a dar, que ellas dos trabajan juntas.
Y que Lupita me dice lo mismo.
Y que les pregunto si no les ha hecho mal la fama.
Y que me dicen que no, que lo único que quieren es les den un lugar fijo en donde no tengan que estar toreando policías.
¿Y que si los “torean” en el zócalo?
Y que me dicen que sí y que en el aeropuerto también estaba dispuestas a torear policías, pero finalmente la gente pedía doraditas y las dejaron en paz.
Y que Lupita no puede platicar porque anda muy atareada: “mire no más la cola que hay”.
Y que la historia ya se la sabe todo el mundo. Fueron al AIFA y se hicieron famosas y reivindicaron las doraditas y las tlayudas de paso.
Y que Tihui Campos promocionó, en menos de tres días, la feria para vender las doraditas de Lupita Piña y que le resultó tan bien que mucha gente camina más de un kilómetro para llegar hasta ahí. “Y hasta más porque no hay estacionamiento, está en obra”.
Y que Tihui Campos puso las cosas para hacer la diferencia. Junto a Lupita está un puesto de tlayudas. Esas sí como las de Oaxaca, con maíz blanco y también untadas con frijolitos y con nopales montados y salsas. Pero también les ponen tasajo u otros guisos. Esas sí son más caras. Pero son más grandes. De a 150 pesos.
Y que del otro lado de Lupita y Silvia hay un sueco que vende pulque. Y pues sí ¿por qué no? Pues que “pruébelo” y que lo pruebo. No muy bueno la verdad, aunque sí los curados están bien hechos. No como los que hacía en Tlaxcala mi papá, que ponía a secar las guayabas (o lo que les ponía) desde días antes para curarlas. Pero no están tan malos. No es tan sencillo hacer un buen curado. Y que parece que el sueco lo sabe.
Y que en el mercado todo (o casi todo) es de maíz.
Y que recuerdo las doradtas y las tlayudas y que me acuerdo de Francisco Hernández en la Historia Natural de Nueva España: “Ablandan de la manera dicha los granos de maíz, los muelen después, y forman entre las palmas de las manos unas tortillas delgadas y de mediana circunferencia que van cociendo inmediatamente en un comalli puesto sobre las brazas (sic); es este el modo más común y frecuente de preparar el pan de maíz”.
Y que enfrente de Lupita venden tlaxcales y que pido uno, con hojas de malba, quintoniles y alguna que otra yerba más. Triangulares, sí. Y que me lo como, aunque me queda la duda de si realmente son tlaxcales y que me acuerdo de la infancia, cuando mi abuelo, allá en Tlaxcala, sacaba de su bolsa unos pequeños panes de maíz a los que les decía tlaxcales y me los daba como golosina. Pero bueno, aquí los tlaxcales son salados y no dulces. Y bueno, pues que los disfruto.
Total si ya fue la polémica sobre las doraditas y las tlayudas y ya se estableció la diferencia. Ahora hay que entrarle al debate ¿Los tlaxcales son dulces o salados?
Y que pasan dos horas y sigo en Los Pinos.
Y que sigo comiendo vitamina T: tlayudas, tamales, tlaxcales y tostaditas (o doraditas, para no cambiarles el nombre).
Y que Lupita sigue atendiendo gente y que no se da abasto. Y que tras una cola, hay otra y otra más.
Y que me acuerdo de cómo la oposición criticaba las tlayudas, como si hubieran nacido en Nueva York. Allá ellos.
Y que me acuerdo de aquellas rimas de dominio público de hace muchos mucos años: “gringos malditos patones/güerotes patas de perro/ que mandan de sus naciones/ a México sus cruceros. El petróleo y la plata les atraen,/ y las maderas finas y el maíz,/ y las frutas maduras que se caen/ y las bellas mujeres del país. No importa que venga Pershing/ con soldados americanos/ para que sepan lo que son/ los patriotas mexicanos”.
Y que el filósofo del metro se pone rimoso: Doña Silvia y Lupita hacen Patria/ con sus doraditas crujientes/ más bien es la suave Matria/ la de las tostaditas calientes. Fue un domingo en Los Pinos/ con Tlaxcales y tlayudas/ ellan piden ayuda/ para esos alimentos finos. Ojalá y el presidente/ que sabe apreciar el maíz/ apoye a toda esta gente/ que trabaja por el país.