OLIMPIA FLORES ORTIZ (SemMéxico, Zaachila, Oaxaca). A nadie nos gusta vivir bajo la sombra de la guerra, saber que en un lugar del mundo hay un conflicto en el que se pierden vidas humanas. Mucho menos en el tiempo globalizado y digital en el que nos enteramos de las tragedias en tiempo real.
“La reproducción en masa favorece la reproducción de masas. En desfiles gigantes y festivos, monstruosas asambleas, masivas celebraciones deportivas y, en fin, en la guerra, reproducidas hoy todas juntamente para su proyección y difusión, la masa se ve a sí misma cara a cara”. La obra de arte en la Época de su reproductibilidad Técnica. Walter Benjamin.
Hemos atestiguado el preciso instante en que la guerra entre Rusia y Ucrania ha comenzado como espectáculo de pirotecnia.
Lo que nos nace es clamar por la paz, pero después de la Guerra Fría, sabemos que la no guerra, no es la paz, sino sólo el tenso interludio en el que todo el mundo literalmente vive entre dos potencias y su influencia regional, jugando a las fuercitas con su respectivo poderío militar y nuclear.
El conflicto entre estos dos países es muy viejo y complicado. Viene de fines del siglo IX, (hablamos de la Edad Media) que un grupo de escandinavos, los Rus (pronunciado «Roos») estableció el control sobre las comunidades eslavas orientales en lo que ahora es el noroeste de Rusia, luego se trasladó río abajo por el río Dniéper para fundar la ciudad de Kiev, que es ahora la capital de Ucrania en disputa. El corazón del estado de Rus era la actual Ucrania central; Moscú se estableció en el siglo XII en lo que entonces era una extensa frontera nororiental.
Asistimos básicamente a una disputa entre primos hermanos, por motivos étnicos, religiosos y nacionalistas que además comparten territorio.
La derrota de la monarquía rusa en 1917, no le trajo a Ucrania su independencia, el bolchevismo triunfante la anexó a la Unión Soviética.
Rusia y Ucrania han compartido la suerte durante toda su historia y todavía se disputan hasta hoy el glorioso legado de la Rus medieval con motivos fundamentalmente religiosos renovados con la disolución de la Unión Soviética y ahora en el cisma de las dos iglesias cristianas ortodoxas una con cabeza en Moscú y la otra con cabeza en Kiev y una minoría católica no afín a Roma.
Ucrania, en tanto país del oriente de Europa tiene una apetitosa ubicación territorial que resulta estratégica tanto para la Unión Europea como para Rusia. La diversidad de estructuras geológicas lo hace uno de los países más ricos del mundo en recursos minerales, como gas y petróleo, pero también tiene variedad de agua mineral y recursos de 57,4 millones de m3 de agua potable; es también un gran productor de cereales, granero de Europa.
La Organización del Tratado del Atlántico Norte, la famosa OTAN representa un pacto de protección mutua, política y militar, entre sus países miembros. Y ahí radica el conflicto actual: Rusia está exigiendo que se le niegue la entrada a la organización a Ucrania, porque le representa el riesgo de ataques en una posición tan cercana a su frontera; mientras que Estados Unidos y la Unión Europea van de defensores de la soberanía de Ucrania, porque les interesa su territorio, por sus recursos minerales, por el abasto de granos, pero también por su ubicación geográfica respecto de Rusia.
Tener presente por favor, que el Tratado Antimisiles firmado en 1972, que establecía un equilibrio de mutua vulnerabilidad, fue roto por Bush hijo en 2002, abusando de su hegemonía unipolar después del fin de la Guerra Fría. En 2020, Estados Unidos instaló bases de misiles antibalísticos en Polonia y Rumania, países integrantes de la OTAN.
Y no olvidemos que Ucrania solía ser parte de la Unión Soviética hasta hace unas tres décadas que esta se disolvió y se independizó. Pero los lazos entre Rusia y Ucrania son muy fuertes y añejos. Por eso es un conflicto sin fin.
En 2014, el país ya liderado por Vladimir Putin instigó una rebelión separatista en el oriente ucraniano, que resultó en la anexión de la Península de Crimea a su territorio. Desde entonces, el deseo ucraniano por alinearse con Occidente se intensificó y ha encontrado eco a la medida de Estados Unidos y las potencias europeas en apoyo del gobierno de Ucrania.
Pero parece que no tanto para tragar fuego. Porque a esta hora del conflicto Ucrania se queja de soledad. Las potencias no quieren trasponer los umbrales de la diplomacia.
Mientras los tigres se rascan los huevos a tarascadas y lejos de la moralidad maniquea, se dirime este conflicto, el mundo esperando que unos y otros hagan bien sus cálculos y sus alianzas. Es una guerra de intereses geoestratégicos en la que no hay buenos ni malos. Pero sí mucha propaganda. Y una realineación del orden mundial, en la que el tigre asiático está al acecho.
Colofón feminista: La afirmación de que las guerras son cosa de hombres, y que ellos son quienes las inician, es una falacia que deja inferir que las mujeres somos pacíficas por naturaleza, lo cual en ningún sentido es cierto, porque la violencia patriarcal nos atraviesa a todas, todos y todes. Además, se desmiente históricamente por las mujeres del poder y su posición frente a la Guerra: Thatcher, Merkel, Clinton, Rice, por citar sólo algunas gobernantes de Estados recientes.
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