TERESA MOLLÁ CASTELLS (SemMéxico, Ontinyent, Valencia, España). Pese a lo que pudiera parecer, el feminismo no se rinde. Y aún a sabiendas de haber sido abandonadas por nuestros gobernantes, que a sí mismo de llaman feministas, no cejamos en nuestro empeño de defender la agenda feminista.
Dentro de las reivindicaciones del 8 de marzo no cabe todo, por mucho que las posmodernas chupiguays lo intenten. El 8 de marzo es el día de las mujeres trabajadoras. Que, por otro lado, somos todas las mujeres, puesto que con o sin remuneración, todas trabajamos.
Es un día de lucha y de reivindicación. Para nada es un día de fiesta. Un día para recordar que haber nacido mujeres comporta unos riesgos, incluso de muerte, por parte del patriarcado que nos quieres sumisas, dóciles y a su permanente servicio en cualquiera de sus formas.
Por eso, y dentro de la agenda feminista, reivindicamos temas tan importantes como la abolición de la prostitución. Porque consumir mujeres por placer y por el placer de la dominación, como también se hace en la pornografía, es una manera de convertir nuestros cuerpos en bienes de consumo despojados de vida propia, de dignidad, de sentimientos etc. para pasar a ser “algo” qué consumir. Deshumanizarnos forma parte de la estrategia patriarcal para seguir ejerciendo su mandato de poder absoluto y universal. Y para hacerlo, se recluye a las mujeres tratadas en burdeles convertidos en campos de concentración en los que, además de prostituir mujeres, se les cobra casi hasta por el aire que respiran para, de ese modo poderlas seguir explotando sexualmente. Tratadas, como animales y vendidas cada vez que se paga por poderlas penetrar por casi todos los orificios de sus cuerpos por hombres a los que no desean, esas mujeres son usadas como mera mercancía para ganar dinero a espuertas en un negocio ilícito que mueve muchos millones de euros usando los cuerpos de mujeres como materia prima.
En plena ofensiva bélica en Ucrania, a mucha gente le preocupa sobre todas las cosas, “su” negocio. El poder salvaguardar al lucrativo negocio legal de los vientres de alquiler que, gracias a la explotación reproductiva de las mujeres, alimenta, incluso parte de las armas que se están entregando a la población para defenderse de la injustificada agresión rusa. Mujeres recluidas en granjas que son privadas de sus libertades para que “el producto final”, léase, las criaturas que han de nacer lo hagan sin ningún problema o tara y en perfecto estado para poder ser entregadas a sus compradores en un negocio sino ilícito, al menos totalmente indigno de compraventa de criaturas. El feminismo exige la prohibición de estas prácticas en todos los lugares y en todas las naciones. Porque el feminismo es universalista y los derechos de las mujeres no deben ser diferentes dependiendo del lugar de origen o del lugar de residencia. Han de ser universales.
Anteponer la lucha por los derechos de una minoría que basa esos derechos en la consolidación en forma de ley de sus deseos, por encima de la lucha contra las violencias machistas en todas sus formas, no es ser feministas. No sé lo que será, pero desde luego y desde mi punto de vista, no es ser feministas.
Son muchas las mujeres que cada día viven en sus carnes las violencias machistas en sus diferentes formas. E incluso son asesinadas por ser mujeres. Negar esa evidencia o disfrazarla de otra cosa es, sencillamente, traicionar a las propias mujeres víctimas y, por extensión a todas las mujeres. Y eso no lo podemos permitir. Las mujeres y criaturas asesinadas por violencias machistas son nuestro fracaso social por falta de mayor implicación en la erradicación del patriarcado. Y mientras, se busca reforzarlo con el borrado de las mujeres como sujetos políticos específicos y necesitadas de políticas específicas para dejar de ser asesinadas por haber nacido mujeres.
No solo no vamos a renunciar a nuestra a agenda feminista, sino más bien al contrario, la vamos a defender con uñas y dientes. Porque no podemos permitir que se vea inundada por unos intereses cuyo objetivo final es el propio borrado de las mujeres.
El posmodernismo chupiguay con su defensa neoliberal de un negocio muy lucrativo, en base a la negación del sexo biológico como base de las desigualdades, y la defensa del género sentido, va a tener que buscarse y defender su propia agenda. Pero no va a ser la feminista. Porque precisamente la feminista defiende a capa y espada los derechos de las mujeres. Unos derechos que, con su borrado, incluso en el lenguaje, podrían ser arrebatados por hombres que, por sentirse mujeres, exigen ser tratados como mujeres y, de ese modo, poder continuar abusando de su poder para hacer y deshacer a su antojo. Y no, los derechos de las mujeres no se tocan. Y mucho menos se eliminan en aras a los derechos de otros colectivos.
Y no. Tampoco vamos a permitir que se apropien de una fecha como el 8 de marzo, día de las mujeres, aquellas y aquellos que pretenden borrarnos para seguir manteniendo sus privilegios patriarcales.
Queda mucho trabajo por hacer. Mucho. Y queda tanto precisamente porque el patriarcado se reinventa constantemente en sus formas y en su fondo. Y una de sus últimas manifestaciones ha sido en forma de falso progresismo defensor de derechos de una pseuminoría oprimida. Y la llamo así porque alguien que basa la exigencia de la consolidación de sus derechos en base al borrado de los derechos de más de la mitad de la población que somos las mujeres no, ni siquiera una minoría. Es una pseudo minoría.
El ocho de marzo, volveremos a reivindicar nuestra agenda feminista. Y lo haremos desde el orgullo de sentirnos feministas y de saber que esos fundamentos teóricos son la base para la construcción de una sociedad más justa y equitativa para con la mitad de la población que somos las mujeres.
Orgullosamente feminista y dispuesta a que cada uno de los días sea un ocho de marzo.