CIUDADANO DE A PIE/ La salud mental y los conductores del Metro

VERÓNICA VALDÉS GONZÁLEZ. «…he arrollado cuatro personas, se me han aventado cuatro personas al tren. Llega un momento que a toda persona se le junta y explota, tú no controlas las emociones y las demás personas externas dicen ‘este wey está loco”, dijo Erick, el conductor del metro que manejaba en estado etílico, al You tuber mexicano, Yulay.

Comentó que pidió ayuda a sus superiores del Sistema de Transporte Colectivo, pero que le negaron el auxilio por el padecimiento que sufre  (alcoholismo ) y sólo le dieron indicaciones de que continuara trabajando.

Hace unos días un juez de Control lo vinculó a proceso, la Fiscalía General de la Ciudad de México le imputa el delito de homicidio en grado de tentativa y ataques a las vías de comunicación, tras señalar, entre otros cargos, que puso en riesgo la vida de los usuarios.

Más allá de la responsabilidad de Erick, es conveniente preguntar ¿Cuál es la responsabilidad de la autoridad? ¿Cuáles son los lineamientos que se siguen para asegurar que la vida de los usuarios se encuentra en buenas manos? ¿Cómo se enfrenta un problema de salud mental pública -como el suicidio- y su asociación  con la jornada laboral de sus empleados?

El metro de la CDMX  es el medio de transporte que más usan los  mexicanos, especialmente los pobres. Diariamente cerca de 4.6 millones de personas se movilizan por este medio. La capacidad de cada tren es superior a los mil 500 pasajeros y cuenta con 2 mil 748 conductores para sus 12 líneas.

Los conductores casi nunca manejan el metro de forma manual. Existe un piloto automático, por lo que solo cuando hay alguna falla o las condiciones climáticas lo demanden, tomarán el volante ellos mismos.

A pesar del piloto automático, corresponde a los conductores abrir y cerrar las puertas, revisar la afluencia de los pasajeros, estar al pendiente del camino por cualquier situación o desperfecto que detecten, hasta aquí todo se desarrolla dentro del marco laboral de la dependencia.

Sin embargo, los conductores enfrentan un problema de salud pública que está fuera de su alcance y para lo cual no reciben tratamiento, ni capacitación alguna: el suicidio.

Entre los espacios públicos donde más se presentan estos eventos es el metro de la CDMX. De acuerdo con el sitio de internet La Lista al  menos 22 personas han sido rescatadas de las vías del Metro de la Ciudad de México en lo que va de 2022, solo cinco han salido con vida, según reportes de medios y fuentes abiertas.

El impacto en la salud mental y  desempeño laboral de los conductores que arrollan a personas da cuenta Gabriela Estrada en el reportaje «El Club de los arrolladores» (Nexos) en el que  recoge los testimonios de los trabajadores del metro que  han pasado por esta situación  y las repercusiones en su conducta, así como  los nulos o escasos tratamientos psicológicos y/o psiquiátricos que han recibido.

Asimismo detalla las inconsistencias del programa de prevención de suicidios en el Metro, como la falta de evidencia científica sobre los paisajes que fueron colocados en las estaciones, en la administración anterior, como una forma de prevenir esta conducta.

Las declaraciones de Erick sobre los arrollamientos que hizo y su adicción al alcohol, demandan atender la salud mental de quienes llevan en sus manos la vida de miles de personas.

La Norma Oficial Mexicana 035-STPS-2018 reconoce la necesidad de los centros de trabajo de proteger la integridad física y mental de las personas. Menciona prevenir trastornos de ansiedad, alteración del ciclo del sueño, estrés grave o la exposición a acontecimientos traumáticos.

Ignorar la repercusión psicológica que sufren los conductores que arrollan a personas  significa  atentar contra los miles de usuarios del Metro, que esperan un servicio seguro, sin complicaciones. No se puede repetir el caso de Erick.

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