BOTELLA AL MAR/ El ejército no nos quiere

MARTHA CANSECO GONZÁLEZ (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). Tenía yo 14 años cuando vi disparar al heroico ejército mexicano contra una enorme multitud desarmada. Ahí, en la Plaza de las 3 culturas en Tlatelolco, había el 2 de octubre de 1968, hombres, mujeres, adolescentes, niñas, niños y personas de la tercera edad.

Lo vi desde la ventana de mi casa como si de una película se tratara, así como vemos ahora las imágenes de esos solitarios tiradores norteamericanos que con sus rifles de asalto disparan contra personas inertes en centros comerciales o escuelas, algo parecido, con la excepción de que los soldados no dispararon en solitario, sino muy bien coordinados. La multitud como animales acorralados se movía en olas de un lado para el otro dependiendo de dónde venían las ráfagas.

Hace algunos años, un hombre que conocí y que estuvo un tiempo en el ejército, me platicó ampliamente cómo son las cosas ahí dentro, cómo a los soldados les quiebran la voluntad a base de humillaciones, situaciones extremas y castigos severísimos, con el único fin de lograr de ellos, disciplina y obediencia ciega.

También, cómo los programan mentalmente para aborrecer a toda aquella persona que no pertenezca a la institución. Vamos, en ese sentido es como cualquier religión, somos infieles, para unos o para otros, porque no creemos en Jesucristo, Alá o en Gia Joe.

Tampoco son casualidad estos cánticos que tienen para arengarse entre ellas y ellos, o el adoctrinamiento que reciben a base de repetir y repetir sin cesar. Es programación neurolingüística a todo lo que da.

No faltará quién me diga, que así es en todos los ejércitos del mundo, sólo que no todos los ejércitos del mundo cumplen labores de seguridad pública.

Al igual que todos los ejércitos latinoamericanos, el mexicano también recibe capacitación de la Escuela de las Américas. Y que, aunque le hayan cambiado el nombre y transferido de Panamá al estado norteamericano de Georgia, siguen enseñando lo mismo: violar los derechos humanos de las personas.

Dice la Organización “School of the Americas Watch”, que cientos de miles de latinoamericanos han sido torturados, violados, asesinados, desaparecidos, masacrados y obligados a refugiarse por soldados y oficiales entrenados en esta academia militar.

Por todo esto me preocupa tanto, la increíble decisión del gobierno federal de mantener al ejército en las calles, militarizar a la guardia nacional y otorgarle a la milicia tantos negocios y beneficios. ¡Claro esto último sólo para las élites no para todas y todos!

Recién acabo de utilizar por primera vez el AIFA, se siente rudo, áspero el trato, no piden por favor, dan órdenes. También me impresionó verlos marchar por los pasillos del aeropuerto para mostrar su poderío, disciplina y obediencia, como si estuviéramos en guerra.

¡Y pues cómo nos va a querer el ejército mexicano si no estamos en sus filas, si no obedecemos a la primera, sin cuestionar y con fe ciega, si no conocemos sus códigos, sí hacemos uso de nuestro libre albedrío, al igual que nuestros derechos humanos!

Yo deseo de verdad, qué el asesinato de los cinco jóvenes de Nuevo Laredo a manos del ejército, bajo el pretexto de que no traían las luces de su camioneta encendidas, sea el último abuso de autoridad y violación a los derechos que están contemplados en la constitución y que hemos de gozar todas y todos los mexicanos, por parte de las fuerzas armadas.

Por eso, le pido a los miembros del ejército que vuelvan a ser seres humanos, a aquellos que no forman parte de la élite militar que regresen a los cuarteles, que ya no obedezcan mansamente, a los que no están dispuestos a matar al pueblo bueno, que nos defiendan, sobre todo del crimen organizado, de los criminales de cuello blanco, de los corruptos en los gobiernos, de los políticos tramposos y mentirosos, que no se alíen a ellos, que los combatan.

El presidente Gustavo Díaz Ordaz corrompió al ejército en el 68, para proteger sus intereses y el de los empresarios nacionales y extranjeros que apostaron a ganar-ganar con los Juegos Olímpicos, ¿Para qué quiere este gobierno a los militares en las calles, para qué los está corrompiendo?, ellos tienen que responder.

Lo que yo no quiero, es volver a ver lo que vi en octubre del 68, sigo creyendo que una democracia de calidad, la paz, la justicia social, la equidad, el respeto irrestricto a los derechos humanos de todas y todos pueden ser posibles en México.

¡Llámenme pueril si quieren!

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