BELLAS Y AIROSAS/ Preguntas luego de una cena mexicana

ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO

SemMéxico, Pachuca, Hidalgo. Ahí están los pambazos y el tequila. Mi hijo y su novia con una playera que imita el traje de charro. Mi esposo esperando las reacciones de la gente en el zócalo de la ciudad de México. Alguien grita: ¡Viva México! Enumera héroes, solamente dos heroínas, las de siempre, Leona Vicario y Josefa Ortiz de Domínguez. Yo solamente tengo ánimo de preguntar, de interrogar, de cuestionar…

¿Usted recuerda en qué momento la palabra México provocó en su alma identificación, inspiración patriota, algo más que el nombre de un país?

¿Fue la primera vez que cantó el Himno Nacional en el Kínder?

¿Ese 15 de septiembre que vio a un hombre gritar desde su balcón vivas y loas a los héroes que nos dieron patria?

¿Después de la clase de historia, cuando su profesora describió la osadía del padre Hidalgo, los tres golpes de tacón de doña Josefa, la sensibilidad de Morelos?

¿Fue en ese momento gozoso de meter por lo menos un gol en algún mundial de Futbol?

¿Cuándo viajó al extranjero y la gente de ese país le pedía cantar una canción al estilo Pedro Infante?

¿Cuándo, por culpa de los kilómetros de distancia, extrañó como nunca esas tortillitas, una buena salsa muy picante y unos frijolitos refritos?

¿En qué momento México empezó a formar parte de nuestra forma de ser?

¿Al escuchar un mariachi y sentir desde el fondo del alma esas ganas de gritar un ajuauuuaaa naturalmente nacional?

¿En el instante que al extraño o recién conocido le decimos que nuestra casa es su casa?

¿Cuándo nuestros sombreros de charros lucen en cualquier estadio del mundo?

¿Al reír escandalosamente en cualquier otro país y alguien te pregunta si eres de México por que son gente muy alegre?

¿Al momento de indignarnos con toda naturalidad porque alguien nos acaba de mentar la madre?

¿En qué momento México forma parte de sus recuerdos?

¿Al evocar a su abuelo trabajador y esclavizado en su carpintería pero que no dejaba de silbar “amorcito corazón” mientras barnizaba esa silla llena de soles y colores?

¿En el momento que su mamá regresaba del mercado como una mexicana llena de frutas coloridas y aromáticas?

¿En ese primer brindis con tequila al concluir los estudios universitarios?

¿Gracias a la primera serenata con mariachi que te hizo posar como María Félix o Dolores del Río?

¿El día de las madres que tu hijo bailó mal, pero con todo entusiasmo el “Jarabe Tapatío”?

¿Durante esa luna de miel contemplando otro bello amanecer en Acapulco?

¿En qué instante México le empieza a doler en lo más hondo de su corazón?

¿Al confirmar lo corrupto de sus gobiernos?

¿Al comprobar que nada ha cambiado?

¿Por qué México cambiará al tener a una mujer presidenta?

¿Al recordar cuántos familiares ya se alejaron de nosotros porque se fueron a Estados Unidos?

¿Cuándo un joven adolescente te asalta y además de golpearte espías su mirada vacía y ausente de toda esperanza?

¿Cuándo en el noticiario informa otro feminicidio, otro feminicidio, otro feminicidio?

¿Cuándo una madre nos describe la manera en que asesinaron a su hija y sigue exigiendo justicia?

¿Cuándo ya ningún lugar parece seguro y las calles de tu ciudad te dan miedo?

¿Al contar los muertos de este año? ¿Al llorar por tan muertas que no conoces?

Y ante estas preguntas yo misma me consuelo y preparo mi cena para el 15 de septiembre…

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