OCTAVIO CAMPOS ORTIZ
Más allá de toda encuesta -traje a la medida del cliente-, donde hasta el muy lejano tercer lugar se posiciona como puntero, las verdaderas contendientes parecen no reparar en el humor social. Ningún estudio demoscópico tiene entre sus reactivos cómo califican al actual gobierno en economía, salud, empleo o seguridad, mucho menos preguntan si creen realizables las propuestas -si las hubiera-, de las contendientes. Lo más cercano a ese cuestionamiento genérico si están de acuerdo con la forma en que gobierna la 4T.
INEGI tiene estudios sobre esos temas, incluso mide la percepción ciudadana, pero ningún partido o candidato se toma la molestia de revisarlos y como los debates, post debates y entrevistas solo sirven para denostarse, lanzarse acusaciones mutuas y exhibir sus miserias, nadie conoce sus políticas públicas para resolver los grandes problemas nacionales, lo que realmente afecta a los votantes.
Por eso los aspirantes a cargos de elección popular, incluso el gobierno mismo, desconocen los alcances del humor social y cuál es la tendencia del voto de los indecisos o de quienes no dan a conocer su preferencia. Tal y como sucedió en 2018, hay un gran resentimiento social, la gente estaba hastiada del PRI y sus corruptelas y eso fue canalizado por Morena, quien fue recipiendario de ese descontento y hartazgo para convencer ilusamente a 30 millones de sufragantes. La falta de resultados en el combate a la corrupción, el decepcionante desempeño de la administración pública y la ausencia de un programa sexenal de gobierno que pudiera resolver las carencias sociales tienen un efecto búmeran y provocan un nuevo desencanto en millones de ciudadanos que ven en la 4T el continuismo de lo más podrido del PRI y su remasterización conlleva el peligro de convertirse en una presidencia imperial.
En la jornada electoral del 2 de junio, el partido del gobierno difícilmente alcanzará los 30 millones de sufragios, en virtud de que la exjefa de Gobierno no tiene el carisma y el liderazgo de su mentor, quien ya no aparecerá en las boletas. Pero, además, el inquilino del ex palacio virreinal en su cruzada por dividir y polarizar al país abrió muchos frentes.
¿Volverán a votar por la 4T los burócratas despedidos en este sexenio en el SAT, en los organismos autónomos y en los ya inexistentes fondos y fideicomisos; los desempleados, los nuevos pobres, los que viven en la pobreza laboral o en la miseria; los jefes de familia que padecen la inflación y el alza en la canasta básica; las madres a las que dejaron sin guarderías o escuelas de tiempo completo para que los abuelitos cuidaran a sus hijos; o los padres que saben que sus vástagos reciben una educación mediocre e ideologizada; los empresarios, víctimas de permanente cacería fiscal o emprendedores a los que se les impide invertir en energías limpias o los que no recelan por la falta de certeza jurídica para abrir negocios, ya que se debilitó el Estado de Derecho?
También hay resentimiento en científicos e investigadores, a los que incluso se les ha perseguido penalmente, cuyos sobrevivientes saben que están abandonados por la falta de apoyo a la ciencia y a la tecnología. Asimismo, están a la buena de Dios las feministas o las madres buscadoras, quienes se han topado con la indolencia presidencial y un amurallado Palacio Nacional. ¿Votarán por la 4T los familiares de los niños con cáncer, los dolientes de la tragedia del Metro, los más de 850 mil muertos por la pandemia, de los cuales al menos 300 mil son por la negligencia y soberbia de las autoridades sanitarias; o los parientes y huérfanos que lloran todavía la ausencia de los más de 185 mil mexicanos asesinados por la violencia generada por el crimen organizado o los de los 100 mil desaparecidos?
Tampoco están muy contentos los beneficiarios del desaparecido Seguro Popular, mal atendidos por el fraudulento INSABI y ahora bajo el auspicio de un saturado y obsoleto IMSS, sin capacidad para atender a sus propios derechohabientes. Lejos está el sistema de salud como el de Dinamarca y es cada vez más evidente el desabasto de medicamentos y la insuficiente atención en clínicas y hospitales.
De ese tamaño es el desencanto y descontento de la gente. ¿Los programas asistencialistas usados con fines electoreros, el acarreo y la compra de votos será más fuerte que el humor social? Si a pesar de ese resentimiento triunfara el continuismo, será prueba, no de una elección de Estado, sino de que el mexicano es hijo de la mala vida y tendrá el gobierno que merece.
Hay que salir a votar en conciencia, todavía hay tiempo de rescatar a México.