EL DEDO EN LA LLAGA/ Lo que no se dice de la reforma

ADRIANA DELGADO RUIZ (El Heraldo de México). ¿Es cierto que estamos tan atrasados en energías limpias? En realidad, vamos adelante de verdaderas potencias económicas. En México, el carbón está involucrado en el 9 por ciento de nuestra producción eléctrica. En Alemania, la gran nación industrial europea, es el 31.8 por ciento.

China, la nueva gran potencia mundial, tiene 1,082 plantas que trabajan con carbón para generar el 66.1 por ciento de toda su electricidad. La India tiene 281 de esas centrales que producen el 73.2 por ciento de la energía eléctrica que consume. De este lado del planeta, Estados Unidos todavía opera 252 centrales con carbón para generar el 24.5 por ciento de su electricidad.

¿Por qué entonces el interés de ese país en influir la legislación eléctrica mexicana? Matemáticas elementales: aquí, la mayor fuente de generación es el gas natural, con el 60.3 por ciento, considerado como la forma de transición más adecuada hacia las energías limpias. El punto es que el 80 por ciento de todo ese gas no se extrae aquí, sino se importa de Texas a precios internacionales. Nada más en 2021, el valor de esas compras se disparó 152 por ciento, a un máximo histórico de 12,182 millones de dólares.

Negocio doblemente jugoso: nos venden gas ahora muy caro y participan en la generación eléctrica. El mexicano es un mercado muy apetitoso que vale 315 mil millones de dólares, imposibles de perder de vista. Consorcios internacionales, como los españoles Iberdrola y Repsol, cometen toda clase de abusos al amparo de una ley hecha a su medida. En esta columna hemos documentado y puesto El Dedo en la Llaga sobre las graves irregularidades con que opera el esquema de los productores independientes de energía y el de autoabasto, que incluso viola la Constitución dado que la venta de electricidad entre privados no está permitida.

Los argumentos de la oposición y algunos organismos empresariales frente a la Reforma Eléctrica subrayan que se corre el riesgo de quedar ahogados en combustibles fósiles y escasez, pero los números develan mitos: CFE tiene 159 centrales de generación, de las cuales 69 utilizan fuerza hidroeléctrica, geotérmica, eólica, nuclear o solar. De esa manera, el 38.23 por ciento de la electricidad que produce es mediante energías limpias. En el caso de los privados, con sus 451 centrales, la proporción es mucho menor: solo el 20 por ciento.

Poniéndolo en perspectiva, de toda la electricidad que se produce en el país con energías limpias, el 56 por ciento es generada por la CFE y el 44 restante por los privados. En el caso de la generación mediante combustibles fósiles, el 33 por ciento proviene de las plantas de la Comisión Federal de Electricidad y el mayor volumen, 67 por ciento, proviene de las privadas.

No queda claro si la que está sobre la mesa es la adecuada, pero sí se requiere una reforma eléctrica. De haber debates realmente abiertos en que prevalezcan los argumentos técnicos y los estudios especializados en favor del interés general.

En México hay empresas con la camiseta nacional bien puesta, enfocadas en las energías limpias y la innovación, que actúan con toda legalidad, coordinan sus esfuerzos en línea con las políticas públicas, invierten fuertemente, generan empleos, pagan impuestos y mantienen aquí sus capitales y utilidades.

La discusión de una reforma es una oportunidad excepcional para impulsar esos esfuerzos, corregir el rumbo y afinar la estrategia atendiendo todos los ángulos de los intereses de México dentro y fuera de las fronteras. Es lo que se necesita.

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